martes, 13 de diciembre de 2016

DEMASIADO PREMIO PARA CHINA


           
Clarin.comOpinión13/12/16


Juan Pablo Cardenal
Escritor e investigador español, coautor del libro ‘La Imparable Conquista China’

Tiene Argentina múltiples razones para no conceder a China el estatus de economía de mercado. De entrada, la cuestión es tan sencilla como que no cumple los requisitos para ser considerada como tal. Ello es así porque el Estado sigue ejerciendo un alto grado de intervención en áreas clave de su economía, distorsionándola a placer. Este argumento debería bastar. Pero no es el único: los subsidios encubiertos, la financiación barata (fruto de la represión financiera que sufren los ahorristas chinos) o el monopolio que disfrutan en su mercado los grandes jugadores chinos permite a éstos competir deslealmente en los mercados globales.

La falta de reciprocidad es otra razón para no honrar a China con semejante premio. Las barreras de acceso al mercado chino para las empresas extranjeras, cuando no el trato discriminatorio, difícilmente concilian con el trato mucho más igualitario que disfrutan las chinas en otros mercados. Por su parte, las empresas estatales chinas, los bancos públicos y los fondos soberanos, arietes de la internacionalización de China por medio mundo, no son por lo general un ejemplo de buenas prácticas empresariales y transparencia.
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No es ésta la primera vez que repartimos cartas y damos a China el comodín para que gane la partida. Ocurrió tras su adhesión a la OMC: la drástica caída de los aranceles en combinación con los incentivos ofrecidos por China a los inversores extranjeros (mano de obra barata, un yuan infravalorado, una legislación medioambiental laxa y exenciones fiscales), provocó una estampida de empresas ansiosas por reducir costes gracias a la deslocalización de su producción. Ello disparó el superávit comercial chino y le permitió acumular ingentes reservas de divisas. Con ese dinero compra ahora tecnología y activos estratégicos. En otras palabras: servimos en bandeja que China se convirtiera en la ganadora de la globalización.

A nadie se le escapa que China es un país importante para el futuro económico de Argentina. Pero no más que sus socios latinoamericanos, Estados Unidos o Europa. Sobre todo, porque hasta la fecha la relación bilateral con China no ha arrojado ni mucho menos los frutos esperados. Muchas inversiones chinas anunciadas duermen el sueño de los justos, otras son simplemente préstamos e incluso el comercio bilateral es deficitario para Argentina pese a que China es importadora de alimentos y recursos naturales.

De alguna manera China es presentada como el país que, en medio de una supuesta decadencia de Estados Unidos y Europa, está insuflando el oxígeno vital que requiere la economía argentina. Pero dicha percepción no está exactamente respaldada por la evidencia. Ciertamente, hay algunos proyectos en marcha y en el futuro China quizá acabe siendo, pese a la asimetría de la relación, un socio de referencia para Argentina. Pero de ahí a presentar a China como el nuevo Mesías hay un trecho enorme. Confundir realidad y ficción no es el camino, entre otras razones porque echarse en brazos de China tiene riesgos considerables. Empezando por la concesión del estatus de economía de mercado.