lunes, 23 de noviembre de 2015

RESPONSABILIDAD POLÍTICA DE LOS CATÓLICOS



 Vicente Langreo
     eldiadigital.es, Periódico de Castilla-La Mancha
 23 noviembre 2015.   


 Puede reducirse a tres formas; al trabajo propio como aportación al bien común, a votar en las elecciones cuando se convocan, y a su actuación de servicio a todos, si son elegidos para algún cargo al servicio de la comunidad. 
La Iglesia ofrece a todos la purificación de la razón y formación ética, procurando que las exigencias de la justicia sean comprensibles y políticamente realizables. Lo demás corresponde a los cristianos y a personas de buena voluntad. La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia, la empresa política más justa posible de la sociedad. No puede ni debe suplir al Estado. Pero tampoco puede quedarse al margen de la lucha por la justicia- 

Debe insertarse en ella desde la racionalidad y esperar en las personas las fuerzas espirituales que la promuevan. El amor siempre será necesario incluso en la sociedad más justa. El servicio del amor nunca es superfluo. El Estado no burócrata debe apoyar subsidiariamente las iniciativas cercanas que pueden hacerlo  
Afirmar que las estructuras justas harían superfluas la obras de caridad no es sostenible.”No solo de pan vive el hombre” La Iglesia ante el empeño justo del Estado y de la sociedad siempre encuentra campo para la caridad. El deber en favor del orden justo en la sociedad es más propio de los laicos, que como ciudadano del Estado están llamados a participar en primera persona en la vida pública; no pueden evadirse de la acción  económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada al bien común. 

Los laicos deben configurar rectamente la sociedad, respetando su legítima autonomía y responsabilidad. Y aunque  la caridad eclesial no debe confundirse con la actividad del Estado,.la caridad debe animar la existencia de los fieles laicos, en su actividad política vivida como caridad social”(DCE ,28-29)

 En “Caritas in veritate,” la Doctrina Social de la Iglesia responde a la caridad  recibida y ofertada: El anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad, expresa la fuerza liberadora de la caridad, en armonía entre la fe y la razón. El desarrollo, el bienestar y la solución correcta a los problemas socioeconómicos de la humanidad, necesitan esta verdad. Sin ella, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia ni responsabilidad social, y la situación social se deja en manos de intereses privados y de lógicas del poder con efectos disgregadores. 

En esta encíclica está el principio sobre el que gira de DSI  y la orientación operativa de la acción moral. Dos de ellos son los requeridos para el desarrollo de una sociedad  en vías de globalización: “La justicia y el bien común” Ante todo la justicia. Toda sociedad elabora un sistema de justicia. La caridad va más allá de la justicia, porque amar es ofrecer y dar lo que es mío al otro, pero nunca carece de justicia, porque es dar al otro lo que es suyo: lo que le corresponde por su ser y por su obrar. No puedo dar al otro lo que es mío sin haberle dado lo que le corresponde en justicia.”


Además de un bien personal  de justicia, hay un bien común relacionado con la comunidad  de personas, familias o ciudadanos que formamos un “nosotros” comunidad local o nacional. Desear ese bien y esforzarse por él, es exigencia de justicia y caridad. Es trabajar y cuidar ese conjunto de posibilidades y estructuras  civiles, políticas y culturales y necesarias que configuran la ciudad o la comunidad. Si tal compromiso  fe funda en la caridad, tiene un valor superior a lo meramente secular y político. La acción del hombre sobre la tierra inspirada en la caridad, contribuye a edificar la ciudad de Dios universal hacia la que avanza la historia de pueblos y naciones, dando forma a la ciudad humana de “ciudad del hombre”. 

La Iglesia ni tiene soluciones técnicas  políticas ni estatales. Su aportación es afirmar la dignidad y valor de la persona humana, y por fidelidad al hombre ofertar la verdad, garantía de la libertad y la posibilidad de un desarrollo humano e integral. Esto para la Iglesia es irrenunciable