martes, 5 de mayo de 2015

ESPÍAS AL SERVICIO DE UN ESTADO POLICÍACO


La Nación, Editorial, 5-5-15

Hasta ahora, los testimonios de los políticos, empresarios y periodistas que fueron víctimas de las escuchas ilegales de la ex SIDE eran una de las principales pruebas de que la central nacional de espionaje realizaba persecuciones absolutamente ilícitas y propias de un Estado policíaco.

Pero desde ayer, una nueva prueba abona el empleo perverso que hizo el kirchnerismo de la ex SIDE. Nos referimos a la investigación de LA NACIÓN que reveló que la central de espías confeccionó más de 600.000 informes reservados sobre "seguridad nacional" durante los primeros diez años del gobierno kirchnerista. En ese lapso pasó de producir 3,8 informes de inteligencia por día, en 2002, a unos 150 por día, los siguientes años.

Se trata de una cifra descomunal que surge de datos que el propio organismo informó al rendir cuentas sobre el gasto de los más de 5000 millones de pesos que recibió en la última década, sin contar otros 800 millones para el corriente. Ni siquiera la existencia de una grave amenaza externa podría justificar los 600.000 informes reservados, cuya cantidad sólo se explica si bajo el eufemismo de "seguridad nacional" se esconde la vigilancia a todas aquellas personas y entidades que en la alienada concepción persecutoria del oficialismo pudieron representar algún riesgo. Por riesgo se entienden el mero pensar y opinar de forma diferente que el kirchnerismo.

Como informó LA NACIÓN, la rendición de cuentas muestra claramente cómo creció el papel de los espías desde el arribo a la Casa Rosada del matrimonio Kirchner. De 1400 informes emitidos por año en 2002 y 2003 se pasó a 143 informes de inteligencia por día en 2004 y a cerca de 200 tres años después. Durante 2007, año en que Cristina Kirchner asumió la presidencia, se llegó a casi 72.000 informes. Así, en la era kirchnerista se verificó en la ex SIDE un doble incremento: el del presupuesto asignado a los espías y el de la cantidad de informes que ellos producían.

Fue tan estrecha la asociación con los espías que el ex presidente cambió radicalmente su decisión de remover de su puesto al todopoderoso Antonio Stiuso, verdadero jefe en los hechos de la ex SIDE, para convertirlo en su hombre de confianza. Así fue cómo su otrora archienemigo se convirtió en un valioso instrumento para el armado de un Estado policíaco que todo necesita verlo y todo requiere saberlo en pos de la perpetuación de quienes ejercen el gobierno. Por eso, no llamó la atención que el legislador porteño Gustavo Vera denunciara que, cuando el papa Francisco era cardenal, Stiuso lo investigaba por "orden" de Néstor Kirchner. Tampoco extrañó que, pocos días antes de su muerte, el fiscal Alberto Nisman narrara que fue Kirchner quien lo instó a trabajar con Stiuso en la investigación de la voladura de la AMIA.

Por lo visto, de lo que menos se ocupaba la ex SIDE en la que revistaba Stiuso era de las genuinas operaciones de inteligencia, como la investigación del atentado a la AMIA ordenada por la Justicia. Así, se supo hace pocas semanas que en la central de espías no quedaron informes ni registros de decenas de CD con registros de llamadas internacionales entre 1991 y 1996 que Stiuso debía analizar. Una vez por año, Nisman le preguntaba por escrito sobre el resultado de los entrecruzamientos de llamadas. Cuando Stiuso fue removido de su cargo, a fines del año pasado, ni siquiera se hallaron los CD.

Pero la vigilancia ilegal de personas e instituciones no fue la única actividad de la ex SIDE, como lo revelan las investigaciones judiciales iniciadas recientemente sobre el papel de Stiuso y algunos de sus hombres de confianza en la importación de productos del extranjero sin pasar por la Aduana, actividad en la que habrían intervenido sociedades atribuidas a Stiuso.

Lo que el Gobierno no puede aducir de ninguna manera es la sorpresa que ahora finge cuando, para cubrirse, abre nuevas denuncias e investigaciones sobre Stiuso. Tan responsables de lo ocurrido con la desaparición de los CD y con el contrabando de productos del extranjero son Héctor Icazuriaga, ex jefe de la secretaría, y Francisco Larcher, su segundo. Utilizar como chivo expiatorio a quien, como Stiuso, cruzaba casi a diario la calle en que se hallaba su oficina para dirigirse a la Casa Rosada, da cuenta de la hipocresía y del cinismo de la Presidenta y del titular de la actual Agencia Federal de Inteligencia, Oscar Parrilli.

Como es sabido, el largo matrimonio del kirchnerismo con la ex SIDE de Stiuso terminó muy mal. No podía ser de otra manera. Cuando se otorga carta blanca a los espías para violar la ley en el cumplimiento de órdenes obviamente ilegales, quien imparte esas órdenes se convierte en esclavo de los ejecutores.

Roto el romance con la ex SIDE, la Presidenta privilegió a Inteligencia del Ejército, fuerza que comanda el general César Milani, investigado por presuntos delitos de lesa humanidad. Si se está reemplazando a la ex SIDE por la inteligencia castrense, se violan las leyes que impiden a las Fuerzas Armadas realizar espionaje interno. Pero además, al haber cambiado a Stiuso por Milani, el Gobierno confirma que no puede prescindir del espionaje interior y que para ello no le importa que las Fuerzas Armadas vuelvan a realizar actividades que llevaron a cabo durante el último régimen militar.