martes, 24 de marzo de 2015

ASÍ FUE EL VERDADERO 24 DE MARZO


 Nicolás Márquez

Informador Público

A 39 años del legendario 24 de marzo de 1976, hoy les contemos una breve historia extraída de mi libro La Mentira Oficial, acerca de cuál fue la verdadera naturaleza de aquel episodio que hoy la propaganda oficial no sólo ha distorsionado descaradamente sino que dicha fecha ha sido convertida por el régimen en un insólito feriado recreativo para disfrute del progresismo turístico vernáculo.

Un Gobierno que se caía solo

Al comienzo de 1976, tanto en la prensa gráfica como en los demás medios de comunicación, periodistas, políticos y personalidades de diversos ambientes con indisimulada impaciencia se abalanzaron a pedir el golpe cuanto antes. Así, en el mes de enero, Osiris Troiani escribía: “¿Hasta cuándo podrán las Fuerzas Armadas sostener la ficción de que el país real no les interesa y mantenerse en su función legal, cuando todas las funciones se hunden cada día en una creciente ilegalidad? La experiencia de cinco fracasos anteriores es atendible; también lo es la penosa evidencia de que el país está sin gobierno”. El 20 de febrero, Ricardo Balbín (Presidente de la U.C.R.) expresaba: “No sé si el gobierno de Isabel está buscando el golpe, pero está haciendo todo lo, posible para que se los den”. El mismo Balbín (líder de la UCR), impaciente, a 45 días del 24 de marzo pidió reunirse con el General Videla y “palabras más, palabras menos (le dijo): General, yo estoy más allá del bien y del mal. Me siento muy mal, estoy afligido. Esta situación no da más. ¿Van a hacer el golpe? ¿Sí o no? ¿Cuándo?.- Videla: Doctor, si usted quiere que le dé una fecha, un plan de gobierno, siento decepcionarlo porque no sé. No está definido. Ahora, si esto se derrumba, pondremos la mano para que la pera no se estrelle contra el piso” - 
Balbín: háganlo cuanto antes. Terminen con esta agonía”[1]

El ex candidato presidencial radical Eduardo Angeloz, el 29 de febrero vaticinó: “Sin duda alguna cuando gobernantes radicales ocupen, como es cierto que así será, los más altos cargos electivos de la provincia, no habrá ni réprobos ni elegidos, no habrá estado de sitio, ni presos políticos, ni terroristas ni guerrilleros, ni perseguidos por sus ideas” Lo cierto es que Angeloz durante el gobierno militar, fue el delegado de la OEA en Córdoba”[2]. A pesar de las insistentes gestiones civiles para que las FF.AA. se hagan cargo del país, el 2 de marzo, el diario La Nación expresaba: “El pronunciado silencio de las Fuerzas Armadas en los últimos días sostienen la necesidad de que se agoten las instancias institucionales en procura de soluciones en un marco de responsabilidad general y compartida”[3].

En el ámbito institucional, varios diputados intentaban sin éxito derrocar a “Isabelita” a través de la figura del juicio político, y en sesiones parlamentarias llevadas a cabo el 25 de febrero de 1976 los legisladores expresaban: 
Diputado Trócoli: “no hay duda alguna de que a partir del 1 de julio de 1974 la República ha entrado en un plano inclinado…Todo está peor que el 25 de mayo de 1973. Grave emergencia nacional!!, así lo ha calificado nuestro partido” (U.C.R); 
Diputado Ferreira: (Línea Popular - E. Ríos) “El país no puede transcurrir un minuto más en este desgobierno, en el descrédito interno y externo… Cumpla la Cámara con su deber”; 
Diputado Monsalve: “…[un país] que hoy está sumido en la miseria económica, en el más dramático enfrentamiento social, en el más absoluto desorden y que no encuentra en la conducción de este gobierno, en la persona del presidente de la República, a quien sepa empuñar el timón para llevar adelante la nave del Estado”.

Irresponsablemente, el peronismo se abroqueló, obstaculizando el juicio político y prolongando la agonía del gobierno con la complicidad de Luder que no quería asumir el compromiso de reemplazarla. Relata el Dr. Humberto Bonanata (ex edil de la U.C.R. y Director de la agencia de noticias NOTIAR) “Recuerdo como radical las palabras de Don Ricardo Balbín al dirigirse por cadena nacional con tono adusto e informarnos que no existían posibilidades institucionales de enjuiciar políticamente a María Estela Martínez de Perón y colocar -por sólo siete meses que faltaban para las elecciones- al cobarde de Italo Argentino Luder. Sólo faltaron siete votos de diputados provinciales para lograr la mayoría especial para destituir a la viuda de Perón”[4].

Eran tan evidentes el clima y los anhelos (tácitos o expresos) pro-golpistas de la dirigencia política y del grueso de la ciudadanía, que el legislador del Frejuli Solano Lima expresó: “a los que anhelan el gobierno militar como la suprema solución de nuestros problemas, les recordaré que los Estados pagan muy caros sus revoluciones y experimentos”.

Ante los reclamos insistentes a las FF.AA. para que tomaran el poder, el Diputado Cárdenas (Vanguardia Federal - Tucumán) reconoció que “Las FF.AA, cuya prescindencia y cuyo sacrificio son ejemplares, nada tiene que ver con este proceso…han roto el esquema del cuartelazo, y están dando con su sangre, el testimonio de su entrega total a la causa de la patria”

El radicalismo, por su parte, proseguía con sus denodados esfuerzos para derrocar a Isabel, y el 27 de febrero, el Comité Nacional de la U.C.R publicó la siguiente declaración: “El país vive una grave emergencia nacional. Advertimos hoy, ante la evidente ineptitud del Poder Ejecutivo para gobernar. Toda la Nación percibe y presiente que se aproxima la definición de un proceso que por su hondura, vastedad e incomprensible dilación, alcanza su límite”[5]. Nótese en el comunicado la nada sutil queja por la “incomprensible dilación” de la continuidad en el gobierno de Isabelita. 
El Ministro de Isabel, José Alberto Deheza, se refiere a este documento de inequívoca connotación desestabilizadora, del siguiente modo: “De la simple lectura de este documento, surge bien claro que el radicalismo compartía la tesis militar, o sea, que el alejamiento de la señora de Perón era indispensable para lograr una solución a la crisis[6]. 
Expone Sebreli que “Antes del golpe, el Gral. Viola mantenía conversaciones con Balbín y Antonio Tróccoli. Juan Carlos Pugliese, futuro ministro de Alfonsín, defendía en 1975 la actuación del General Menéndez en Córdoba. Ya en el poder, Videla seguía entrevistándose con Balbín”[7].

Renombrados dirigentes de la oposición y también del mismo oficialismo, confabulaban con militares de alto grado a efectos de llevar adelante el golpe cívico-militar, y “hasta sindicalistas como Casildo Herreras, que después ‘se borró’, iban a verlo a Videla para decirle que, aunque en público no podían declararlo, también ellos consideraban que el gobierno era un desastre, que eran sus amigos y que deberían tenerlos en cuenta después del golpe si finalmente lo llevaban a cabo. Lorenzo Miguel, por su parte, visitaba al Almirante Massera. 

Hasta el veterano dirigente radical Ricardo Balbín celebró una reunión secreta con Videla en una casa neutral. Allí, cuando el jefe del Ejército todavía no había terminado de apoyar su espalda en el respaldo del sillón, le espetó sin rodeos: ‘General, ¿van a dar el golpe? …si van a hacer lo que yo pienso, háganlo lo antes posible’”[8].

Finalizando el mes de febrero, la democracia peronista clausuró el diario La Opinión, y censuró el programa televisivo Tiempo Nuevo, conducido por los prestigiosos periodistas Bernardo Neustadt y Mariano Grondona. El mundo de la cultura se solidarizó con los proscriptos: “Bernardo Neustadt. Nuestra total adhesión. Matilde y Ernesto Sábato”[9]. Perseguido por el peronismo, Neustadt se exilió en Holanda.

El ridículo en el que incurría el gobierno era tan tragicómico, que el 8 de marzo, para contener la espiral inflacionaria, en lugar de tomar medidas sensatas tales como reducir la emisión de moneda sin respaldo, se ordenó a la policía que efectúe el control de la depreciación de la moneda: “La Policía Federal tendrá que afrontar desde mañana una alta responsabilidad, tan compleja como ajena a sus actividades específicas: el control de precios y abastecimientos de los artículos de primera necesidad”[10]. La avalancha de pedidos de juicio político a la Presidente era tal que Isabelita le preguntó a Luder (Presidente del Senado): “Lo que yo quiero saber es si Ud. va a hacer lugar al pedido o no”. El Dr. Luder, visiblemente emocionado, se paró, se acercó a Isabel Perón y tomándoles las manos le dijo: “Isabel yo he subido con Perón y voy a caer con Usted”[11].

Los radicales avanzaban en sus conspiraciones, y el 11 de marzo publicaron una declaración en el diario La Opinión, que entre otras cosas sostenía: “la sensación de que nadie manda y las contradicciones y las carencias de competencia para el ejercicio de tan complejas y graves responsabilidades, ha sumido al cuerpo entero de nuestro magnífico país en una parálisis”, ese mismo día, Angeloz solicitando “mano dura” se quejaba desde el Senado: “Resulta inexplicable el que las fuerzas que actúan bajo las órdenes de las Fuerzas Armadas, sean ineficaces”[12].

Si bien enrolarse en las filas de las FF.AA. constituía un grave riesgo a la vida habida cuenta de la guerra civil que se estaba viviendo, la adhesión del pueblo a las Fuerzas era tan grande que el ocho de marzo el General Bignone, durante el discurso inaugural de cursos en el Colegio Militar, con júbilo informaba “que en 1976 habíamos tenido la mayor cantidad de aspirantes a ingreso de los últimos años. Este era un indicio claro de la posición del pueblo, del cual se nutre el Ejército, con respecto a la acción terrorista”[13]

El terrorismo marxista sacaba provecho del terremoto institucional efectuando salvajes asesinatos, al tiempo que la clase política, dos semanas antes del 24 de marzo, expresamente se declaraba incompetente e imposibilitada en forma total para dar respuesta al desastre asentado. Durante las Sesiones legislativas del 10 de marzo, se emitían las siguientes declaraciones:

Senador Angeloz: “Debo confesar que en el día de hoy he golpeado todas las puertas: la del señor Ministro del Interior, la de la Policía Federal, la de algunos hombres del Ejército. Y el silencio es toda la respuesta que he encontrado [...] desde esta banca aparezco impotente para proteger la vida de los habitantes. Los senadores de la Nación tenemos las manos atadas y no encontramos solución para asegurarles la vida”; 
Senador De la Rúa: “El señor senador ha aludido a la perspectiva de guerra civil. Diría señor Presidente que estamos al borde de un abismo (…) mueren policías a diario. Caen soldados. La violencia y la inseguridad están en la calle”; 
Senador Allende: “En mi ciudad (Córdoba) hay miedo. Las calles al atardecer comienzan a estar desiertas”; Senador Bravo: “en nuestro país hay un vacío de poder y no hay conducción de gobierno (…) este gobierno está en una pendiente inclinada y viene cayendo. Si no lo recogemos entre todos y ponemos orden, alguien va a tomar la conducción del país. Ningún país queda un día sin gobierno”.

En efecto, la necesidad de orden y el anhelo popular de un “golpe” eran tan intensos, que hasta el Partido Comunista el 12 de marzo “reiteró su propuesta de formación de un gabinete cívico-militar”[14]

Los días previos al 24 de marzo, los terroristas asesinan a diversas personalidades como el empresario Héctor Minetti, el Jefe del Grupo de Artillería de Defensa Aérea Coronel Héctor Reyes, el sindicalista Adalberto Giménez, el Secretario Gral. de F.O.T.I.A, un operario de Acindar y muchos más. El 15 de marzo se produce un espectacular atentado con explosivos en la playa de estacionamiento del Edificio Libertador, sede del Ejército. En el acto terrorista muere Blas García y resultan heridos diecisiete militares y seis civiles. 
“Verbitsky fue acusado de ser el conductor de ese atentado, durante el proceso promovido por el fiscal Juan Martín Romero Victorica en 1992. Así lo sostuvieron los montoneros Rodolfo Galimberti y Juan Daniel Sverko. Cuando el 13 de agosto de 1992 tuvo lugar el careo, las informaciones fueron negadas enfáticamente por Verbitsky. Este recordó que sus únicos responsables entre los años 1973 y 1977, fueron Rodolfo Walsh y Francisco ‘Paco’ Urondo.”[15] Como vemos, los integrantes de la runfla montonera lejos de aplicar el espíritu de camaradería, traidoramente y de manera desesperada, se echaban las culpas unos a otros con intención de salir impunes de los dictámenes de la justicia.

El 15 de marzo el Tte. Gral. Videla sufrió un intento de asesinato. La organización Montoneros empleó 20 kilos de trotyl en el atentado del cual Videla resultó azarozamente ileso, pero en el que no corrieron igual suerte 16 oficiales, que quedaron gravemente heridos y un camionero que pasaba casualmente que resultó muerto. De inmediato, el virtual vocero de las FF.AA. Ricardo Balbín, salió a la palestra a repudiar el atentado y cantar apasionadas loas a los sectores castrenses con sugestivas palabras tales como “traigo nada más que una invitación. Conozco todos los rumores. Sé todas las inquietudes. Se conjugan los movimientos de las Fuerzas Armadas Argentinas, las que soportaron todo. Las que enterraban a sus muertos y hablaban de las instituciones del país”[16]

Entre los crímenes masivos y la acefalía virtual, los días 17 y 18 de marzo (una semana antes del 24) los legisladores reconocían y ratificaban nuevamente la total incapacidad de resolución de ellos mismos. Para no aburrir y abrumar con datos redundantes, transcribiremos solamente unos párrafos que daban cuenta del indubitado desbarajuste: 
El Presidente de la Cámara de Diputados Sánchez Toranzo afirmó: “Doloroso es el precio que pagan los hombres de armas, en el cumplimiento de los deberes que la hora les impuso. Que este sacrificio no sea en vano por la renuencia de la civilidad”(10/3/76)[17]; 
Senador Brizuela: “Se matan militares, policías, gendarmes y civiles. Se matan padres e hijos. Se mata a familias enteras mientras las FF.AA. atacadas arteramente llevan adelante una campaña de lucha total (17/03/76)”[18]; 
Diputado Moyano: “No es posible que el aparato estatal de Seguridad no haya descubierto los centenares, miles, innumerables casos de violencia subversiva [...] es así imputarle al Poder Ejecutivo en los dos años y medio últimos, ineficiencia, ineptitud e incapacidad para esclarecer la verdad de los hechos de la violencia subversiva”; 
Diputada Nilda Garré: “Las cotidianas desapariciones y tantos otros hechos similares vienen formando un siniestro rosario de crímenes miserables que se suceden sin que un solo culpable sea identificado”, la misma diputada proseguía reconociendo la total incapacidad para solucionar el drama de “esta guerra boba en la que todos parecemos atrapados, impotentes y atados de pies y manos”; 

El Senador radical Eduardo Angeloz, con esa impresición propia de la idiosincrasia de su partido expresó: “Alguien tiene que dar la orden… alguien tiene que decir basta de sangre en la República Argentina”[19]; 
solicitando mano dura con desesperación, el Diputado Stecco manifestó: “Pero que no ocurra, cuando llegue la hora de apretar para asegurar la vida de los ciudadanos, que les tiemble la mano”; En el debate de marras, la expresión más clara y sintética de lo que sucedía y de lo que la clase política podía dar, la manifestó el Diputado Molinari: “Qué podemos hacer? Yo no tengo ninguna clase de respuesta”. El Diputado peronista Luis Sobrino Aranda, el 17 de marzo se escapó renunciando a su banca y declaró: “El proceso político argentino está agotado”[20].

Por esas horas no había nadie en el gobierno que se hiciera cargo de nada, el poder les quemaba entre las manos y era mucho más fuerte el ánimo de fugarse que de solucionar el inmanejable drama. Tal es así que por esas horas el iconográfico jerarca de la C.G.T. Casildo Herrera se escapa al Uruguay y desde Montevideo hace pública su rememorada frase: “yo me borro”. Un Ministro de Isabel, mucho tiempo después, le confesó al Dr. Juan Alemann (Secretario de Hacienda del futuro gobierno) que cuando vino el “golpe”, ellos estaban aliviados porque “es preferible un final con horror que un horror sin final”.

Estaba visto que el oficialismo, en lugar de dar respuestas, tenía ganas de “borrarse”. En una República normal, la expectativa de una solución debería depositarse en la oposición. Pero en Argentina, el líder máximo opositor, el Dr. Ricardo Balbín, Presidente de la U.C.R. 48 horas antes del 24 de marzo afirmó públicamente: “Hay soluciones pero yo no las tengo”, descomprometidas declaraciones éstas que, claramente, quedaron para la historia como una inequívoca instigación a la reacción a las FFAA. a que solucionen de oficio lo que el gobierno y la oposición (por reconocimiento expreso de su máximo exponente) no podían, ni sabían, ni querían resolver.

Eso sí, fue una declaración bien al estilo radical: dejando siempre un margen (aunque en este caso muy pequeño) para la duda y la doble interpretación. De todos modos, la declaración de la U.C.R. efectuada por Balbín no hizo más que verbalizar lo que se venía haciendo tras bambalinas, puesto que “en esos días, el viejo líder de los radicales se entrevistó con Villarreal, un mensajero de Videla, en secreto. Balbín le dijo que Videla podía contar con su apoyo”, fiel al ya mencionado estilo del partido que presidía, agregó: “no voy a aplaudirlo, pero no pondré piedras en el camino -en caso de tener que llegar a una salida extrema”[21].

Sin embargo, a pesar de las componendas promovidas por la U.C.R. dirigidas a promover la inclusión de las FF.AA. en la vida política, la propaganda radical borró de la memoria y el discurso todos estos antecedentes, y sólo se suelen rememorar aquellas frases de Balbín cargadas de voluntarismo cívico, tales como “los problemas de la democracia se solucionan siempre con más democracia”. Expresiones demagógicas y abstractas acompañaron eternamente a los dirigentes radicales que, como es sabido, desde siempre se caracterizaron mucho más por su notable capacidad de oratoria que de gestión.

El 21 de marzo, con notable visión premonitoria, nuevamente Álvaro Alsogaray, en contra de la voluntad popular y de toda la dirigencia política se expresaba refractario al eventual “golpe” de Estado y decía: “¿Por qué habría un golpe de Estado de liberar a los dirigentes políticos de su culpabilidad? ¿Por qué cargar con el desastre facilitándoles al mismo tiempo que escapen indemnes y gratuitamente de la trampa en que se han metido? ¿Por qué transformarlos en mártires incomprendidos de la democracia precisamente en el momento en que se verán obligados a proclamar su gran fracaso?”. Seguidamente expresa que hay que dejarlos gobernar porque “dentro de tres meses el país entero estará clamando para que se vayan, pero no como perseguidos, sino como culpables”.

La ciudadanía comenzaba a impacientarse y ya desde “fines de 1975, se respiraba en el ambiente olor a “golpe”. En algunas oficinas de la city hasta se hicieron fuertes apuestas sobre la fecha en que se lo perpetraría. Los sectores civiles (dirigentes y población común y corriente) que creían en la intervención militar como solución a nuestros males, hablaban de falta de coraje o decisión en los principales jefes militares que los llevaba a no “salir”[22].

Cabe destacar que tres meses antes del golpe, “en la residencia de Olivos se reunieron la presidente María Estela Martínez de Perón y los tres comandantes. Estuvo Lastiri, y también habría concurrido el ministro de Defensa. Allí los militares presentaron un “paper” con una serie de recomendaciones que, a su juicio, podían encarrilar las cosas y calmar los ánimos. Tal vez porque prevaleció la soberbia o simplemente a causa del desorden que caracterizaba al gobierno de “Isabelita”, lo cierto es que nunca les contestaron ni una palabra. Para las Fuerzas Armadas esta actitud constituyó la prueba final (si acaso las mentes militares necesitaban a esa altura alguna más) de que el gobierno no haría nada por corregir el rumbo. Mientras tanto, los militares seguían soportando la presión de los sectores civiles que se acercaban a ellos para pedirles que derrocaran al gobierno y pusieran orden” [23]

Pero no fue sólo el hecho de no poder combatir al terrorismo lo que motivó al gobierno (o desgobierno) peronista a abandonar sus puestos (este fue un agravante más), sino fundamentalmente el pandemonium político y económico en el que habían enterrado al país. Con respecto a la guerra antisubversiva, podría también pensarse que la solución podía venir, no ya por un “golpe”, sino a través de una “salida política”, así fuese a partir de un juicio político o de nuevas elecciones a fin de reemplazar al gobierno por otro que fuera de corte institucional en lugar de ser de “facto”. La eventual eficacia de la primera salida era en verdad muy improbable, en primer lugar porque las posibilidades de “juicio político” estaban totalmente obstaculizadas (el partido justicialista, que tenía mayoría parlamentaria, no quería “derrocar” abiertamente a la viuda de Perón) y segundo lugar porque el hecho de pensar en que otro gobierno de “jure” iba a solucionar el caos terrorista e institucional, no dejaba de ser una noble pero ingenua expresión de deseo desmentida por la propia experiencia concreta. 

Ya habían pasado ininterrumpidamente por la Presidencia de la Nación cinco presidentes de “jure” distintos (Cámpora, Lastiri, Perón, Isabelita y tras su “licencia”, Luder), sin que ninguno pudiera efectuar siquiera una condena a ningún guerrillero. Por el contrario, fueron amnistiados en mayo de 1973.

En este punto es dable tener en cuenta que a pesar de que la propaganda oficial suele hacer alusión a la cercanía de la intervención cívico-militar con las elecciones (ante el caos se había adelantado la fecha fijándose el mes de octubre de ese año), es lícito formular una serie de preguntas: ¿quiénes eran los candidatos de los principales partidos?, ¿qué candidato tenía el PJ?, ¿qué candidato la U.C.R?, ¿quiénes estaban en campaña?, ¿en qué fechas se efectuaban las internas partidarias?, ¿dónde se inscribían los fiscales?, ¿qué días se reunía la Junta Electoral para organizar los comicios?, ¿a quién beneficiaban las encuestas?, ¿estaba ya confeccionado el padrón electoral?, ¿cuáles eran los afiches? ¿dónde se efectuaban los actos proselitistas?, ¿qué propuestas se esbozaban en las plataformas electorales?. En efecto, no había candidatos, ni campaña, ni junta electoral ni nada de nada, y esta es otra prueba acabada de la ausencia total de interés y voluntad por parte de la clase política en proseguir por la vía institucional.

Como sabemos, los políticos (y máxime en una elección presidencial) comienzan con no menos de un año y medio de anticipación a impulsar sus candidaturas o pre-candidaturas, y en el caso que nos ocupa, ni siquiera hubo un mísero spot televisivo impulsando la postulación de absolutamente nadie. En forma unánime, expresa o tácitamente, oficialismo, oposición, ricos, pobres, izquierdas, centro y derechas querían una urgente intervención militar. Al respecto, es interesante mencionar lo que se pregunta Oscar Camilión (futuro Ministro de Menem) en su libro “Memorias Políticas”: “¿Por qué no se trabajó en la sucesión de Isabel? Yo creo que en un momento dado era imposible. Faltaba para terminar el mandato de Isabel un año y la situación económica se había hecho inmanejable. 
La experiencia de la hiperinflación en las condiciones internacionales sumadas al problema de la violencia terrorista hacían muy difícil la hipótesis de que pudiera mantenerse un año más.” (…), “lo único que dio estabilidad al último ciclo de Isabel, quiero decir, que demoró el golpe, era la renuencia militar. Es decir, los militares no querían hacerse cargo del gobierno.” (…) “Esto era una evaluación muy realista (la situación de violencia subversiva) y que explicaba al mismo tiempo la renuencia de los militares para asumir esa responsabilidad.”

Al ya descrito desgobierno y la infernal guerra civil, se sumaba el hecho de que los números de la economía se desplomaban desesperadamente, tanto es así que el déficit fiscal previsto en el presupuesto nacional para 1976 era el doble de toda la circulación monetaria existente al 31 de diciembre de 1975. Según estadísticas oficiales, “la emisión monetaria desde mayo de 1973 hasta marzo de 1976, aumentó 14 veces”[24].

Durante el primer trimestre de 1976 la financiación del déficit se hacía mediante emisión monetaria en muy altos niveles, ya que ésta alcanzaba el 63% de dicho financiamiento. Sobre esto, nos dice un informe de FIEL que en marzo de 1976 la tasa mensual del índice de precios mayoristas era de 54%, que aún manteniéndose estable (la tendencia era creciente) implicaba una proyección anual del 17.000%. Asimismo, el documento señala que la situación del sector asalariado, considerando el período marzo de 1975 a marzo de 1976, indicaba que mientras los salarios nominales habían crecido un 370%, el índice de precios al consumidor aumentó un 566%, es decir que los salarios retrocedían significativamente frente al aumento del costo de vida. En puridad, esta pérdida era mayor por la existencia de un congelamiento oficial de precios que por la propia naturaleza artificial que implica la medida; en la práctica los precios son retenidos en el corto plazo, pero se elevaban dramáticamente en el mediano. La “Justicia Social” del peronismo provocó que el salario real estuviera “una cuarta parte más abajo del nivel en que lo había dejado Alejandro Agustín Lanusse, en mayo de 1973” [25]

Los días previos al 24 de marzo, las declaraciones de personalidades y las notas de los diarios reflejaban el clima de matanzas y terror que se vivía, así como también el desgarrador pedido de cambio de gobierno. 
El emblemático diario de los Timerman La Opinión, informaba: “Un muerto cada cinco horas, una bomba cada tres” (tapa - 19 de marzo de 1976), “De jueves a jueves (entre el 11 y el 18 de marzo) 38 personas fueron asesinadas en todo el país sin que se produjera ninguna detención ni se diese cuenta de ninguna pista. En el mismo período, 51 bombas estallaron en diferentes sitios”. (nota de tapa). Respecto del grado de adhesión popular que tenía la posibilidad de un gobierno “cívico-militar”, el 20 de marzo el diario 
La Opinión informaba que “Prácticamente un noventa por ciento de los argentinos habla hoy de la proximidad de un Golpe de Estado”, en la contratapa de ese ejemplar, se informaba el apoyo tácito de sectores obreros ante la eventualidad de un gobierno de facto, “cuarenta y una organizaciones sindicales no acatarían un paro general de actividades en caso de ruptura del orden constitucional, reveló ayer en el congreso del Diputado Nacional Ricardo de Luca (Justicialista del Grupo de Trabajo y secretario general del sindicato de Obreros Navales)” (Citado en Ámbito Financiero -Juan Bautista Yofre- 20 de marzo de 2006 - Suplemento especial) Ese mismo día, el dirigente justicialista Jorge Antonio manifestó que “si las Fuerzas Armadas vienen para poner orden y estabilidad, bienvenidas sean”. 

Desde la revista Cuestionario, Rodolfo Terragno describía el panorama diciendo: “Se oscurece la visión de una crisis cuya razón última reside en esta suerte de navegación a la deriva a la cual se ha entregado la Argentina, un país que, en 1976, aparece carente de objetivos”.[26] Francisco “Paco” Manrique, Presidente del Partido Federal (por entonces la tercera fuerza electoral) afirmó: “Estamos asistiendo al sepelio de un gobierno muerto, al desalojo de una pandilla”[27]. Los Diputados voluntariamente abandonaban sus puestos, y el 21 de marzo Clarín informaba: “Los legisladores que asistieron al Parlamento se dedicaron a retirar sus pertenencias” y como los vicios políticos de ayer no eran tan distintos a los de hoy, agregaba Clarín: “y algunos solicitaron un adelanto de sus dietas“. Describiendo el escenario, en otro pasaje de ese ejemplar remataba: “El deterioro económico-social y la nueva y luctuosa escalada de violencia llevaron a la situación política a un punto límite”; el mismo día, el diario La Razón completaba: “Hay tranquila resignación en el Congreso frente a los inevitables acontecimientos que se avecinan”. 

Cuenta Juan Bautista Yofre que “el Congreso estaba casi deshabitado. ‘No quedan ni los pungas’ en la zona del Congreso, informó un matutino. La gran mayoría de los legisladores vaciaron sus escritorios, carpetas y retiraron sus heladeras portátiles”[28].

También el 21 de marzo, el diario La Prensa detallaba en sus titulares: “Hubo 1358 muertos desde 1973 por acciones terroristas; Repelieron Ataques a Dependencias Policiales; Nuevos Hechos de Violencia en Mendoza; Secuestraron a un gremialista; Sepelio de un Policía Muerto por Terroristas; Hízose detonar una bomba frente a una peluquería; Habríase Planeado Cometer un Ataque Contra un Aeropuerto”. El diario La Nación, por su parte, informaba en uno de sus titulares “Doce personas asesinadas en el interior”.

Al día siguiente, el 22 de marzo, el radical Fernando De la Rúa virulentamente arremetió: “Es increíble que la Presidente, que proclama su afición a los látigos, ni siquiera desmienta que su ex ministro y principal consejero, López Rega, siga alojado en su quinta madrileña, convertida en aguantadero de un prófugo de la justicia”[29]. El mismo día, procediendo de igual modo que los Diputados que se escapaban de sus funciones, el Intendente de la Ciudad de Buenos Aires, José Embrioni presentó su renuncia. El General Villarreal “había sido el encargado de informarle al Jefe radical, por orden de Videla y de Viola, cuál sería la fecha exacta del golpe. Lo hizo cuarenta y ocho horas antes de que ocurriera […] Balbín le dijo a Villarreal: “Bueno, General…que tenga suerte”[30].

El 23, La Opinión titulaba: “Una Argentina inerme ante la Matanza” (tapa - 23 de marzo de 1976) y en otras páginas del mismo ejemplar informaba:”El terrorismo ha causado 1358 muertes desde el 25 de mayo de 1973, así desglosadas: 66 militares, 136 miembros de las Policías provinciales, 34 de la Policía Federal, 677 civiles y 445 subversivos”; “Otros 10 muertos se sumaron a la lista de crímenes políticos, incluyendo el del Secretario de la FOTIA”; “Todo el país víctima de la violencia” “Desde el comienzo de marzo hasta ayer, las bandas extremistas asesinaron a 56 personas”[31]; “Un comando asesinó a Atilio Santillán”; “Intentaron el copamiento de dos cuarteles”; “Ataque extremista en La Plata”. El día anterior al cambio de mando, el diario LA RAZON titulaba: “Es Inminente el Final Todo Está Dicho” (tapa-23 de marzo de 1976) y en páginas interiores del mismo ejemplar: “A última hora se acentuaba la impresión del desenlace”. 

Una de las máximas jerarquías sindicales de entonces, Casildo Herrera, se escapó a Montevideo y desde allí declaró a los medios: “Me Borré”. Al mismo tiempo, el diario La Nación informaba: “Aguárdanse decisiones en un clima de tensión” y en otro pasaje agregaba: “Éxodo sindical ante hechos imprevisibles”; por su parte, el diario La Prensa titulaba: “Diez Extremistas Muertos en La Plata” (Tapa - 23 de marzo); en otras páginas del mismo ejemplar se decía: “El Gabinete se reunió en medio de tensa expectativa”, “En el Congreso se estima que el proceso ha llegado a su culminación”, “Produjéronse tiroteos en La Plata”; “En Bs. As. fue asesinado por terroristas un sindicalista tucumano”; “Paro de personal jerárquico de ferrocarriles. Paralización de embarques de carnes”; “Presentó su renuncia el Intendente de Bs. As.” 

El mismo 23 de marzo los sectores populares, a través de las 62 Organizaciones declararon: “El movimiento obrero siente un profundo respeto por sus Fuerzas Armadas porque no ignora que sus filas se nutren de nuestros hijos. Sabe de sus valores y de la conciencia de patria que las anima”[32].

En tanto, dentro de la Casa Rosada colaboradores y funcionarios se reunieron “para festejar el cumpleaños de una secretaria. Con la asistencia de Isabel Perón, se celebró en forma ruidosa, se brindó y cantó el “Feliz Cumpleaños”[33].

Entre bombas y crímenes masivos llegamos al 24 de marzo, fecha utilizada por las izquierdas y los demagogos coyunturales de nuestra actualidad para efectuar pomposos discursos contra los “militares usurpadores” (unánimemente apoyados por la civilidad y la partidocracia de entonces), que nos “robaron la democracia y el estado de derecho”. Pues parece ser que el régimen de Isabelita y López Rega, más la fuga de Ministros, Intendentes, Diputados y demás funcionarios, más el desmantelamiento judicial, más la hiperinflación, más los 500 muertos por la AAA (conducida desde un Ministerio), más los 1358 asesinatos por responsabilidad de la subversión, más los 908 terroristas desaparecidos, más los 2000 terroristas amnistiados, más los 6500 atentados subversivos sin condena alguna, constituían una “democracia y un estado de derecho” para los promotores de la propaganda actual y el numeroso panel de idiotas útiles que les brindan consenso al cúmulo de falacias y mentiras recurrentemente propagadas.

24 de marzo: ¿“Golpe” de Estado o Cambio de Gobierno?

A pesar que ordinariamente se suele llamar “golpe” al cambio de mando acaecido el 24 de marzo de 1976, consideramos que dicho término es injusto por erróneo. La palabra “golpe” suena a fuerza, a choque, a ruido, a potencia, a desplazamiento de un objeto por otro. Conforme la Real Academia Española, la apalabra “golpe” tiene por sinónimos “choque, impacto, empujón, encontronazo”, asimismo es definida como “acción de tener un encuentro repentino y violento dos cuerpos”. Trasladando esta definición al caso de marras, sería el supuesto de dos fracciones políticas en pugna (gobierno y “golpistas”), desplazando por la fuerza los “golpistas” al gobierno que con gallardía resistiría el “derrocamiento”. Pero hete aquí que ante la situación de que se abandone voluntariamente un lugar (sin la menor intención de conservarlo sino por el contrario) para que espontáneamente, y con todo el consenso, sea ocupado por otro sector (conformado por civiles y militares), y sin la menor oposición ni resistencia por parte del gobierno reemplazado (tal lo sucedido el 24 de marzo de 1976), creemos que hablar de “golpe” es inapropiado y no se corresponde con la realidad del hecho histórico.

Más ajustado resulta referimos al episodio acaecido como un liso y llano “cambio de mando”. De todos modos, la expresión “golpe” ya está instalada y quizás, hasta por una cuestión de economía de términos, podamos mencionar ese episodio político de ese modo aunque como ya lo dijimos, el abandono deliberado del gobierno peronista y el consiguiente recibimiento con alfombras rojas y aplausos a las nuevas autoridades no nos parece que pueda ser mencionado como un “golpe” en el sentido estricto del término. 
A modo emblemático de lo que queremos expresar, basta con recordar que Ricardo Balbín “había efectuado urticantes manifestaciones públicas al alegar que nunca fue tan fácil como en este momento para las fuerzas armadas tomar la Casa de Gobierno: “Porque no hay nadie en ella”[34].

Lo cierto es que más allá de cuestiones terminológicas, la Junta de Comandantes encabezada por el Teniente General Jorge Rafael Videla, acompañada y respaldada por toda la ciudadanía y los partidos políticos (incluyendo al Partido Comunista) debieron hacerse cargo de la conducción del país en el medio de la guerra civil, sustituyendo así a la bailarina Isabelita (que fue detenida) y a todo el enjambre rufianesco que parodiaba la conducción de la República. Para el peronismo, el “golpe “ fue un verdadero alivio. 

El gobernador del Chaco y Vicepresidente Primero del Justicialismo, Felipe Bittel (compañero de fórmula de Luder en 1983) al enterarse del nuevo gobierno, “le gritó a Osvaldo Papaleo (Secretario de Prensa de la Presidencia): “Chau… papá, hasta mañana…Esto hay que festejarlo con champaña. Todo se ha disipado”[35]

La consigna no era destruir las Instituciones, sino conservarlas; no se pretendía quebrar el “estado de derecho”, sino intentar recomponer el “estado de deshecho”. Tampoco había vocación de “perpetuidad”, tal el vicio en el que recurren los politicuchos de la partidocracia actual (como por ejemplo Kirchner, que cuando era Gobernador de Santa Cruz instituyó en la Constitución Provincial la figura de la “reelección indefinida”). En efecto, la propia autodefinición de ese período como un “Proceso de Reorganización Nacional” lo dice todo y nos muestra la naturaleza necesariamente transitoria de aquello. 

n “proceso” es por definición algo que nace, se desarrolla y culmina. La culminación implicaba retornar a las formas democráticas, pero sin los vicios nefandos ni dramáticos sobresaltos del gobierno que acababa de ser pacíficamente reemplazado. No existía vocación alguna de eternidad, sino de mera transición.


No podemos analizar lo que ocurrió en aquel período histórico si no nos atenemos al contexto imperante. Que el gobierno de Videla haya tenido una impronta autoritaria (que la tuvo), también obedeció a una natural relación causa-efecto. La historia ha demostrado (y la Guerra Civil española es un ejemplo cercano y concreto al respecto) que de la anarquía y el desorden no se llega a la “democracia fraterna y heterogénea”, sin antes pasar por una política de orden estricto. Del caos no se pasa a la normalidad, sin previamente transitar un interregno de gobierno rígido. ¿Cabía imaginarse un gobierno plural, ecuménico y asambleario en medio de una guerra civil? Obviamente, eso era inviable, asumiera Videla, los Montoneros, o siguieran gobernando Isabelita y los suyos.