lunes, 23 de febrero de 2015

DE MUN: POLÍTICO CATÓLICO



Albert de Mun y la Historia del poder político del catolicismo francés en la III República.

 Sergio Fernández Riquelme.

Historiador, Doctor en Política social y profesor de la Universidad de Murcia (España).

La Razón Histórica


Resumen. El presente artículo resume la vida y obra de Albert de Mun y del catolicismo político francés durante la III República, como referente historiográfico del proceso de secularización de la política europea entre el siglo XIX y el siglo XX. En este sentido se organiza el contenido expositivo en tres fases, ligadas a los jalones de la acción pública de De Mun: reacción, reforma y pacto.

Introducción.

Albert de Mun [1841-1914] fue el político que, quizás, mejor representa el itinerario histórico del catolicismo francés y europeo en la transición del siglo XIX al XX.  [1].

La “vocación social” fue el lema de su vida. Servir a la sociedad francesa, desde la unidad nacional y la justicia social, desde el legado católico y la acción política. Un “auténtico tribuno”, como su antepasado Helvetius, que pretendió liderar al catolicismo político-social durante decenios, en tiempos de transformación revolucionaria (primero liberal, después socialista) que arrinconaban cada vez más la presencia pública, la influencia institucional y la vigencia moral del mismo[2].

El itinerario vital de De Mun, más político que doctrinal, parece representar, pues, el camino del mismo catolicismo francés, en sus aportaciones y contradicciones, que aspiró a guiar desde la segunda mitad el siglo XIX [3]. Inicial fidelidad a la causa monárquica legitimista, ante la agresión de los herederos jacobinos; posterior búsqueda de acomodo en el parlamentarismo demoliberal; y final aceptación y colaboración en una República laicista triunfante. Tres intentos en pro de volver a hacer de lo cristiano, o de mantenerlo en la medida de lo posible, ingrediente fundamental del destino colectivo de una nación que lo abandonaba casi irremediablemente[4].

En este contexto de cambio, y supervivencia, la opción de De Mun se ligó al nacimiento del moderno pensamiento social católico europeo (Ketteler, Toniolo, Decurtins y Vogelsang), floreciente a finales del siglo XIX. Y su camino a la democracia parlamentaria pasó, finalmente, por una alternativa político-social corporativa, alternativa a los que se comenzaban a prefigurarse como los grandes y presuntuosos rivales ideológicos en la nueva era: el socialismo y el liberalismo. Reacción, reforma y pacto; tres fases posibles para reconstruir la vida y obra de De Mun.

 La Reacción. Al servicio de la causa legitimista.
Adrien Albert Marie de Munnació en Lumigny, en el departamento de Seine-et-Marne. De raigambre nobiliaria, fue nieto del Marqués y mariscal Claude-Adrien de Mun [1773-1843], destacado político de la Restauración. Educado por jesuitas, se ligó muy joven a las ideas legitimistas y ultramontanas de su padre[5].

Formado en la prestigiosa Escuela Militar especial de Saint-Cyr (Yvelines), se alistó pronto en el ejército. Sirvió en Argelia (1862), donde quedaron enterrados sus primeros sueños románticos de conquista colonial; pero en dichas tierras incógnitas encontró en los rebeldes árabes una fe militante desaparecida en su propio país[6]. Posteriormente combatió en Metz en 1870 durante la Guerra franco-prusiana, cayendo prisionero. Durante su cautiverio en Alemania (Aquisgrán), tras la derrota ante los militares germanos, y compartido con su amigo René de La Tour du Pin [1834-1924], conoció el incipiente movimiento católico-social francés de la mano de la lectura del político monárquico Émile Keller [1828-1909] y del estadista germano Ernst Lieber [1838-1902], futuro líder del Zentrum alemán; y especialmente al acceder a las tesis pioneras deWilhelm Emmanuel Ketteler [1811-1877], arzobispo de Mainz [7].

La Restauración aún no había muerto, y a ella se sumó De Mun a su vuelta. La Encíclica Syllabus de Pio X sancionaba todavía una empresa que aspiraba a recuperar el orden social católico y monárquico en Francia, en la antigua “joya” de la Iglesia universal. Tras la capitulación de Napoleón III [1808-1873] ante las tropas de Otto von Bismarck [1815-1898], León Michel Gambetta [1838-1882] había proclamado la III República, superviviente al fallido intento de crear una “democracia social y obrera” en la Comuna de París. Y el repatriado De Mun contempló a su llegada en 1875, con mucho dolor, un país destruido, conquistado y sin “Dios ni Rey” [8].

De Mun se sumó con decisión a la militancia monárquica legitimista, siendo apartado de la promoción militar por sus primeras críticas al nuevo régimen. Su misión, ser “soldado de Dios” al servicio de la patria, le convirtió para la prensa en “caballero de la Syllabus”, participando de las tesis de la reacción aún marcada por la tesis de Joseph de Maistre [1753-1821], Juan Donoso Cortés [1809-1953] y Louis de Bonald [1754-1840] [9].

Esta ligazón a las posiciones contrarrevolucionarias se tradujo en la carrera política por el distrito de Pontivy. Gracias al apoyo del catolicismo político, fue elegido miembro de la Asamblea nacional hasta 1879, siendo famosa su rivalidad en la cámara con el líder anticlerical Gambetta, mentor del lema “Cléricalisme, voilà l´ennerni”. Desde su escaño se puso al “servicio de la causa de Dios frente a las fuerzas del mal” que a su juicio estaban representadas por el dominante anticlericalismo republicano; por ello, su labor fue premiada con la Orden de san Gregorio Magno por el Papa Pío X[10].

La contrarrevolución se convirtió en el eje de su primera batalla parlamentaria, donde se mostró partidario de la representación político-social corporativa, así como de la sumisión de la Ley civil a la moral cristiana, denunciando a la oligarquía dominante en el sufragio universal y la paralela expulsión de la Compañía de Jesús. En estos años se convirtió en el líder de la facción antirrepublicana, denunciando la expulsión de los príncipes y nobles que aún quedaban en el país, especialmente tras la caída del gobierno conservador de Patrice de Mac-Mahon [1808-1893] en 1879. Por estas posiciones fue excluido del parlamento hasta 1881, año en el que comenzó a colaborar en la fundación de la revista Asociación Católica, nueva publicación altavoz de los intereses de los católicos franceses[11].

Esta primera posición monárquica, nacional y católica se remarcó en su famoso discurso en Vannes (Bretaña) el 8 de mayo de 1881[12]. En dicha localidad, ante centenares de militantes monárquicos incondicionales y numerosos clérigos tradicionalistas, y bajo la simbología de la Flor de Lis, De Mun proclamó su fe restauracionista y situó a la República como causa de todos los males que afligían al antiguo Imperio. Las críticas no tardaron en llegar, tanto de la prensa anticlerical como de los propios obispos franceses, en comandita buscando un pacto de mínimos con el poder republicano (especialmente crítico con la intervención de De Mun fue el cardenal Guibert)[13].

Así, y frente al republicanismo laico dominante, ahora con el colonialista Jules Ferry [1832-1893] como referencia, De Mun no rechazaba la etiqueta pública que lo definía como “el caballero de la Syllabus”. La herencia de la Revolución había dejado a Francia sin su Dios y sin su Rey, sin un orden jerárquico y armónico que todavía era necesario ante el desastre bélico frente a Prusia, y que el posterior caos de la Comuna había puesto de manifiesto. El igualitarismo del sufragio universal, la secularización del derecho civil (con la recuperación del divorcio en 1884) o la estatización de la educación (con la prohibición de las competencias de las órdenes religiosas en 1882); éstas eran algunas de las señales de una sociedad liberal camino del abismo y ante la cual De Mun proclamaba la “contrarrevolución”[14]. Por ello comenzó a apoyar las pretensiones políticas del general Georges Boulanger [1837-1891], convertido en Ministro de la Guerra en 1886.

Pero al final de esta fase la reacción de De Mun ya no buscaba restaurar ese ancien régime de los borbones. Se prefiguraba en sus palabras un nuevo objetivo político: crear una auténtica comunidad cristiana, o “recristianizada”, desde el viejo Gremio, la verdadera Iglesia y la necesaria Autoridad. Había que reaccionar, urgentemente, y más allá de la ucronía absolutista. Los hechos debían ser concretos, plausibles. Se habían prohibido los rezos públicos y las procesiones religiosas, eliminado los capellanes militares, secularizado los cementerios, obligado a seminaristas a servir militarmente, y destruidos numerosos signos religiosos en las calles. Pero la autoridad vaticana había marcado ya el fin de un camino, la vía legitimista, y anunciado la necesidad de acuerdo con la realidad republicana, a modo de pacto de supervivencia[15].

La realidad republicana, el pactismo de la Iglesia y la creciente desigualdad social obligaban a una nueva estrategia. Con la encíclica Rerum Novarum como guía de actuación, y ante las empobrecidas, numerosas y movilizadas clases obreras, De Mun encontró otra oportunidad, otra vía para hacer realidad su objetivo recristianizador.



La Reforma. El impacto de la Cuestión social.
El obrero y su capacidad de movilización anunciaban un escenario político-social diferente. De Mun encontró en el emergente catolicismo social esa explicación racional clara y esa propuesta moral concreta ante el derrumbe político-social abierto tras los acontecimientos de la Comuna y la sangrienta represión posterior. De la Reacción transitaba a la Reforma.

La Cuestión social, en su impacto industrial y humano, obligaba a De Mun a cambiar la praxis política. Comenzó a comprender que Francia y Europa no volverían a ser las mismas; habían cambiado, posiblemente de manera irremediable, las instituciones y las mentes. Por ello, recuperar un orden social de naturaleza cristiana, significaba actuar en el mundo republicano y modernizado, recuperando el viejo principio de la “justicia social” como fundamento rector de la convivencia nacional. Atisbó los efectos políticos disgregadores que la Revolución social y el nuevo mundo industrial conllevaban: una profunda desigualdad y un inmenso pauperismo al que el magisterio católico podía y debía dar respuesta, tal como demostró, desde la ciencia social, Frédéric Le Play [1806-1882] [16].

En esta segunda etapa, la acción social de De Mun pretendió trasladar el viejo orden gremial, a juicio de un no tan antiguo legitimista, siempre justo y estable, hacia el modelo de ordenación social corporativa, ante unas naciones ampliamente industrializadas y gravemente secularizadas. Su primer referente fue la obra de Keller L'Encyclique du 8 décembre et les Principes de 1789, donde retomaba las líneas maestras antiliberales y corporativas de la Syllabus. La decadencia de Francia provenía, para Keller, de las realizaciones de la misma Revolución, al remover la preeminencia de los principios morales de Iglesia, Monarquía y Familia, por los ideales abstractos e individualistas de“Liberté, egalité e Franternité”; y que se concretaban, en el campo político-social, en la destrucción del equilibrado y tradicional sistema gremial y su principio de solidaridad, que llevaba al nacimiento de la Cuestión social del siglo XIX, el “problema obrero”, que ponía frente a frente a las clases sociales con inusitada violencia[17].

Pero había que ir, a juicio de De Mun, más allá. Ante un tradicionalismo exhausto tras décadas de opresión, y frente al abstencionismo de las primeras Revoluciones políticas liberales, que legitimaban la extensión de la pobreza en los nuevos nudos urbanos e industriales, De Mun fundó los Cercles Catholiques d'Ouvriers junto a La Tour du Pin, Félix-de Roquefeuil Cahuzac [1833-1893] y Maurice Maignen [1822–1890]; este último responsable de los Círculos de Jóvenes Obreros de San Vicente de Paul (Congrégation des Frères de Saint Vincent de Paul), que inspiraron en gran medida este proyecto, al impactarle la forma de trabajar con los obreros más pobres de manera directa y cercana, y abrirle los ojos a una realidad desconocida para un aristócrata como él[18].

Dichos círculos nacían con el propósito de la recristianización de los obreros, los empresarios y sus familias, protegiendo su bienestar material y su identidad moral, mediante la organización corporativa de las relaciones laborales. Con ello recuperaban, de manera actualizada, los principios de ese corporativismo cristiano que actualizaba los principios de solidaridad y armonía comunitaria propios de la vieja sociedad gremial del Antiguo Régimen. Su éxito fue notable, llegando a 375 círculos, 37.500 trabajadores y 7.600 miembros de las clases patronales en 1878 [19].

Tras la muerte del pretendiente legitimista, el conde de Chambord (agosto de 1883), y ante la disolución de la causa de la Restauración, De Mun dio por finalizada una época. Así proyectó, sin éxito, un partido político social-católico, y colaboró en el desarrollo de la Unión de Friburgo, institución fundada en 1884 y que reunía a los diferentes católicos sociales de Europa[20].

En este periodo reformulará su propuesta corporativa durante los debates sobre la Ley Waldeck-Rousseau (1884), separado ya de las tesis restauracionistas de su antiguo compañero doctrinal La Tour du Pin. Elaborará al respecto un modelo de organización político-social basada en la creación de “sindicatos mixtos”, desde la colaboración institucional de empresarios y trabajadores para conciliar capital y trabajo, como mediación entre el socialismo de Estado y el liberalismo del laissez-faire (frente a la tesis de Georges Clemenceau [1841-1929])[21]. Así, el 25 de enero de 1884 defendió en el Parlamento una auténtica Reforma social desde la perspectiva católico-social, aunando la crítica contra la competencia liberal y "degradación” de la mercantilización del trabajo, con la denuncia contra el estatismo intervencionista y laicista: reforma centrada en la propuesta concreta de un sistema de relaciones laborales corporativo como base de la “unidad social”[22].

Este reformismo social, ligado a la emergente doctrina católica sobre la cuestión obrera[23] y al conservadurismo político, en busca de dicha “unidad” partía  de los siguientes principios, centrados en dos presupuestos;: primero, el análisis sociológico de Francia y Europa, y segundo, actuación político-social ente los problemas detectados[24]:

-          La Cuestión social suponía una “enfermedad crónica” que agotaba a las sociedades modernas, y ante la que era preciso intervenir con decisión.

-          El “exceso de la competencia” en un mercado poco regulado permitía la explotación sistemática del trabajador, causa de esta Cuestión, siendo la reforma económica el primer objetivo del orden político y de la atención de los estadistas.

-          Las “teorías idílicas” habían destruido el desarrollo y la unidad social al proponer, de manera falsa, el aumento indefinido de la riqueza como la meta suprema de la ambición humana, teniendo en cuenta sólo del valor de cambio de las cosas; con ello, habían comprendido erróneamente la naturaleza del trabajo, mediante la degradación del nivel de una mercancía que se compraba y se vendía al precio más bajo.

-          En este mundo, el hombre, el ser viviente con su alma y su cuerpo, se convertía en otro producto para hacer y deshacer, sin dignidad y protección.

-          Los vínculos sociales naturales se habían roto, y los deberes recíprocos fueron abolidos. El propio interés nacional se encontraba sujeto a los intereses cosmopolitas de la competencia despiadada, casi salvaje, de un éxito económico sin piedad que lanzaba a todos los hombres a la “lucha por la vida”, al mismo darwinismo social [25].

Ante ese estado de cosas, ampliamente comprendido por los socialismos diversos (científico, utópico, libertario) y los primeros científicos sociales, De Mun definió los rasgos de su nueva apuesta corporativa, finalmente siguiendo las tesis de Léon Harmel [1829-1915]. Si bien la aprobada Ley Waldeck-Rousseau había permitido uniones mixtas de trabajadores y empresarios, no recogió la propuesta de De Mun sobre el derecho de las mismas a recibir donaciones y legados, así como su capacidad para organizar sociedades sindicales corporativas contra el desempleo, la pobreza, la enfermedad y la vejez. Pese a este revés siguió con su acción social en varios campos[26]:

-          En 1887 defendió, también sin éxito, dos proyectos de ley destinados a proteger a los agricultores sobre la indivisibilidad de las fincas en la herencia (permitiendo el ahorro familiar); ahora bien, dicha propuesta sería aceptada finalmente en julio de 1909, con la ley sobre la propiedad de la familia.

-          En 1886, fundó la Asociación Católica de la juventud francesa (ACJF), pasando de 1500 miembros en su primer congreso en Angers en 1887 a 140.000 miembros en 1914.

-          En 1888 presentó un proyecto de reglamento de trabajo de las mujeres y el descanso dominical; en 1890 consiguió la aprobación de una enmienda que prohibió el trabajo infantil por debajo de 13 años; asimismo apoyó la regulación de la legislación laboral sobre los accidentes profesionales eliminado la responsabilidad extracontractual[27].



El Pacto. La necesidad del Ralliement político.
Ya no había alternativa a la République. Ante la “ruina de la Iglesia” en el país[28], solo cabía una decisión. Siguiendo las pautas de la Encíclica de León XIII Inter Sollicitudines (1892), asumió plenamente la legitimidad del régimen republicano, siempre bajo el principio de respeto a la religión católica (siendo elogiado públicamente por el Papa).  Alejado de sus viejos compañeros antirrepublicanos, el 23 de mayo de 1892 en Grenelle, en el Congreso de la ACJF, se sumó al ralliement: “J'entends placer mon action politique sur le terrain constitutionnel pour me conformer aux décisions du souverain pontife”[29].

La conclusión era clara: no era viable ni realista la defensa de un sistema político en concreto (en Francia, la monarquía). Ahora lo importante era proteger la actividad de los católicos en las instituciones republicanas. De Mun, su colaborador Jacques Piou [1838-1932] y el príncipe D`Arenberg apostaron por esta línea, frente a los restos legitimistas, agrupados posteriormente por Jacques Bainville [1879-1936] y Charles Maurras [1868-1952], y ante el naciente catolicismo liberal del Partido Democrático Cristiano [30].

De nuevo en el Parlamento, como representante de Morlaix (desde 1894 hasta 1914), se dedicó a promover una profunda Reforma social en el sistema republicano. Se convirtió en figura popular en el contexto de construcción del Estado social francés, siempre desde los principios de la doctrina social católica (DSI) ya claramente marcados por León XIII en Rerum novarum (1891). Portavoz de la justicia social en época de crisis y desigualdad creciente, De Mun siguió defendiendo la necesidad del ascendiente moral de la Iglesia en una cada vez más secularizada sociedad francesa[31].

En 1897 fue nombrado miembro de la Academia francesa, siendo muy aclamado por sus breves pero elocuentes discursos. En ellos denunció los primeros proyectos de Ley de separación Iglesia-Estado en Francia, apostó por el rearme nacional tras la aplastante derrota en la Guerra Franco-prusiana, y defendió la viabilidad del cristianismo social frente a las críticas del socialismo radical de Jean Jaurès[1859-1914][32].

Ante el laicismo estatal, especialmente visible tras el triunfo electoral del bloque izquierdista en 1902, creó, con otros antiguos monárquicos como el católico liberal Piou, el partido Action libérale populaire [1901-1919], cuyo lema fue “Liberté pour tous; égalité devant la loi; amélioration du sort des travailleurs”[33]. Desde esta plataforma se volcó en la labor crítica contra los gobiernos de Pierre Waldeck-Rousseau (de 1899 a 1902) y de Émile Combes (de 1902 a1905), y a la finalmente promulgada Ley de separación de la Iglesia y Estado de 1905[34].  Pese a su marcada posición política, se opuso a la línea de acción de la naciente y contrarrevolucionaria Action française, a la que criticó en su artículo “Descendons dans la rue”, publicado en L'Univers en 1909.

Finalmente quedó la herencia. Mientras su amplia labor parlamentaria y legislativa, sus “combates”, fueron reconocidos en los anales republicanos[35], su obra doctrinal fue limitada. Siempre había que estar en la calle, proclamó sin descanso De Mun. La política diaria, parlamentaria superó su reflexión doctrinal; así destacaron sus artículos siempre críticos en Le Figaro o La Croix[36], y su testamento intelectual Ma sociale vocación (1909).

La pluma se limitó, ante esa “vocación social” práctica y directa[37], siempre fiel a una nación a la que pretendió redimir; y que, incluso, en los últimos meses de su vida, cuando comenzaba la Gran Guerra, le hizo movilizar todos sus recursos para difundir entre los católicos postergados la defensa de la nación francesa[38].

Acusado en los últimos años de su vida como defensor de empresas perdidas (la vuelta de la Monarquía, la Francia católica, el nacionalismo imperial, incluso la justicia social), su muerte le otorgó, ante la tragedia nacional que se avecinaba en la línea Maginot (1915), el reconocimiento de una labor siempre al servicio del Bien común. En su funeral en Burdeos, el mismo presidente Raymond Poincaire [1860-1934] le otorgó honores de Estado, y Paul Deschanel, presidente de la Asamblea, le definió como “el honor inmortal de Francia”. Para su colaborador y amigo Piou, en su vida “defendió causas impopulares pero en su muerte fue el hombre más popular”[39].


[1] Abbé M. Lissorgues, Albert de Mun. Paris, Spes, 1928.
[2] Sobre la experiencia católico-social española, a modo de comparativa muy ilustrativa, véase Manuel J. Peláez, “Democracia cristiana, catolicismo social y Confederación de Obreros Católicos: relaciones entre los intelectuales y líderes sindicales en 1921: Maximiliano Arboleya, Emérico Puigferrat, Santiago Leoz y Ángel Ossorio y Gallardo (en torno a unas misivas)”. En Contribuciones a las Ciencias Sociales, diciembre de 2009, en http://www.eumed.net/rev/cccss/06/mjp3.htm
[3] Antoine Murat, La Tour du Pin en son temps. Versailles, Via romana, 2008, pp. 25-26.
[4] Gerard Cholvy, Christianisme et société en France au XIXe siècle, 1790-1914. Paris, Points Histoire, 2001.
[5] Philippe Leivillain, Albert de Mun. Catholicisme français et catholicisme romain, du Syllabus au Ralliement. Rome, École française de Rome, 1983, pp. 25 sq.
[6] Albert Flory, Albert de Mun. Paris, La bonne presse, 1941.
[7] Raimondo Spiazzi, Enciclopedia del pensiero sociale cristiano. Bolonia, Edizioni Studio Domenicano, 1992.
[8] Antoine Murat, op.cit., pp. 30 sq..
[9] Roberto Garric, Alberto de Mun. Buenos aires, Difusión, 1943, pp. 11 sq.
[10] Philippe Leivillain, op.cit., pp. 31 sq.
[11] Jacques Piou, Le Comte Albert de Mun. Paris, Editions Spes, 1919, pp. 50 sq.
[12] Albert de Mun,  Dieu et le Roi. Discours prononcé à Vannes par le Comte Albert de Mun, le 8 Mars 1881. Montbrisson, Le Passe-Temps, 1881.
[13] Antoine Murat, op.cit.  pp. 30 sq.
[14] Albert de Mun, Ma vocation sociale, pp. 35-38.
[15] Jacques Piou, Le ralliement, son histoire. Paris, Spes, 1928.
[16] Sergio Fernández Riquelme, “La Reforma social de Frédéric Le Play. Presupuestos de una sociología conservadora”. En La Razón histórica, nº 21, pp. 127-150.
[17] Albert de Mun, Ma vocation sociale: souvenirs de la fondation de l'Œuvre des cercles catholiques d'ouvriers, 1871-1875. Paris, Lethielleux, pp. 33-35.
[18] Ídem, pp. 38-40.
[19] Charles Molette, Albert de Mun, 1872-1890: exigence doctrinale et préoccupations sociales chez un laïc catholique, d'après des documents inédits. Editions Beauchesne, 1970, p. 35.
[20] Charles Brossier, La pensée sociale de Albert de Mun: d'après ses discours et ses écrits. Paris, Publiroc, 1929.
[21] Albert de Mun, La loi des suspects. París, Plon, 1900, pp. 14 sq.
[22] Albert de Mun, Ma vocation, pp. 56-57.
[23] Mario Cayota, “Els orígens de la Democràcia Cristiana”. En Diàlegs: revista d'estudis polítics i socials, Vol. 7, Nº. 26, 2004, pp. 25-56
[24] Benjamin F. Martin, Albert de Mun: Paladin of the Third Republic. NC, Chapel Hill, 1978.
[25] Albert de Mun, Ma vocation sociale, pp. 52-58.
[26] Henri Fontanille, L'Oeuvre Sociale d'Albert de Mun. Lettre-Préface de S.G. Monseigneur Julien. París, Éditions Spes, 1926.
[27] Jacques Piou, Le Comte Albert de Mun, pp. 260 sq.
[28] Albert de Mun, La conquête du Peuple. Paris, Lethielleux, 1908, pp. 12-13.
[29] Sobre el mismo véase Albert De Mun, La Loi des suspects: lettres adressées à M. Waldeck-Rousseau, président du conseil des ministre. Lyon, Centre d'études Economie et Humanisme, 1900.
[30] Jacques Piou, Le Comte Albert de Mun, pp. 330 sq.
[31] Maurice Ligot, Le Comte Albert de Mun (1841-1914). Dijon, Lumière, 1928.
[32] Albert de Mun, Les Dernières heures du drapeau blanc. Paris, Lethielleux, 1910.
[33] Roberto Garric, op.cit., pp. 135-137.
[34] Albert de Mun, Contre la séparation. París, Librairie, 1905.
[35] Albert de Mun, Combats d'hier et d'aujourd'hui En deux volumes. Paris, Lethielleux, 1908.
[36] Comte Albert De Mun, Discours et écrits divers tome quatrième 1888-1891. París, Poussielgue, 1895
[37] Albert de Mun, Ma vocation sociale, p. 21.
[38] Albert de Mun, Derniers articles d´Albert de Mun (28 juillet-5 octobre 1914). Paris, l'Echo de Paris, 1914.
[39] Jacques Piou, Le Comte Albert de Mun, pp. 360-362.



SOBRE EL DESALIENTO DE LOS BUENOS



Con motivo de estar circulando nuevamente por Internet una carta pública, que en su momento comentamos en este blog, consideramos oportuno reproducir nuestra opinión.
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Foro Azul y Blanco, 29-1-2010

En este comentario me refiero a una carta pública –“Me arrepentí”- de un distinguido oficial retirado del Ejército Argentino. El Teniente Coronel Emilio Guillermo Nani, veterano de guerra condecorado, realizó duras manifestaciones que, para mi sorpresa, no provocaron polémica.

[texto completo, en:

Reproduzco algunos párrafos:

“El amor a la Patria me impulsó a seguir la carrera militar, a combatir al terrorismo subversivo y a participar en la recuperación de las Islas Malvinas.
En ambas guerras fui gravemente herido…
Me arrepiento de todo lo que he hecho en defensa de mi Patria.
Me arrepiento de haber contribuido a que los argentinos hoy disfruten de una libertad que no se merecen…
Con muchísima tristeza he llegado a la conclusión que esta sociedad no se merece una sola gota de la sangre derramada para conquistar esta libertad”.

Otro militar retirado, el Tcnl. Roberto Miguel Oliver, se hizo solidario con estas expresiones, pero aclarando:

La única diferencia en sus sentimientos con respecto a los míos es que yo no me arrepiento de haber combatido, sino me arrepiento de por quien lo hice y de haber nacido argentino (Política y Desarrollo, 6-1-10).

La descripción de la realidad que efectúa Nani en la carta citada, es correcta, y se comprende la tristeza de quien arriesgó su vida y contempla hoy una aparente indiferencia de la sociedad ante lo que ocurre. Digo aparente, pues la mayoría de la población es consciente de lo que sucede, y le desagrada. Baste mencionar que las encuestas están indicando que la imagen positiva de la Presidente se reduce al 15,5 %.
Entonces, lo más grave es la generalizada apatía cívica, la falta de interés en la vida pública. En ese sentido, es cierto que existe, en muchos, parte de responsabilidad en la decadencia argentina, por lo que llama Bidart Campos participación por omisión.

Creo, sin embargo, que debe distinguirse entre esa apatía cívica, y la presunta ausencia de valores en la sociedad argentina, que no carece de defectos, pero anida aún muchas cualidades. La autodenigración de muchos compatriotas, es el resultado de varios factores que han incidido en el último siglo y medio, y han conducido a ese pesimismo paralizante. Se ha dicho bien que:
Sin patriotismo, no el tonto y declamatorio, sino el orgullo silencioso de pertenecer a una comunidad, no hay progreso posible y es esa ausencia una de las cosas que tiene a la Argentina a la deriva.
No es la Argentina lo que modela nuestra interpretación de ella, sino que es nuestra interpretación lo que modela a la Argentina (Enrique Valiente Noailles, La Nación, 1-11-09).

Me parece que la carta puede contribuir a estimular una reflexíón profunda sobre la función de los políticos en una comunidad, y su relación con los ciudadanos a los que deben representar. Nunca puede un político seleccionar a qué tipo de hombres quiere conducir; tendrá que hacerlo con los que existen en la realidad.
Sobre esto explicó Aristóteles, hace dos mil años, que así como no es propio del arte textil fabricar la lana, sino servirse de ella y saber cuál es buena y útil y cuál mala e inútil; del mismo modo, la política no hace a los hombres sino que los toma de la naturaleza y se sirve de ellos (Política, Libro I, 10).

Un especialista argentino, don Ernesto Palacio[1], nos ayuda a entender:
Los pueblos buscan dirigentes, como los dirigentes buscan pueblo. De tal modo que, cuando se forma una categoría dirigente auténtica (es decir, con fuerza suficiente para imponerse y perdurar), necesariamente encuentra la materia maleable y dócil sobre la cual ha de cumplir su destino histórico. De modo que cuando la mayoría de los ciudadanos no sigue a los buenos dirigentes, es que tales dirigentes sencillamente faltan.
El sufragio es la ratificación de una autoridad previa, obtenida por los medios habituales de ganar autoridad, por la persuasión, por el prestigio. Los dirigentes salen del pueblo, son una emanación del pueblo. Pero para obtener el sufragio tienen que existir ya antes como tales dirigentes.

En conclusión, si los mejores ciudadanos desprecian la actividad política y sienten vergüenza de pertenecer al pueblo argentino, será difícil que ese mismo pueblo confíe en ellos para conducirlos, y que pueda superarse la decadencia actual.

Mario Meneghini

Córdoba, 29-1-10.-

[1] Palacio, Ernesto. “Teoría del Estado”; Buenos Aires, Eudeba, 1973, pp. 78 y 109.


domingo, 22 de febrero de 2015

TOSHIRO SHIVA: EL VECINO JAPONÉS DE NISMAN


Guillermo Cherashny

Informador Público, 21-2-15

Apenas tres días después de la muerte violenta de Alberto Nisman, se habló de un vecino chino de su mismo piso que podía pasar a su departamento a través del conducto del aire acondicionado. Pero en realidad su vecino no era chino sino japonés; se llama Toshiro Shiva y es directivo de la empresa NEC, que se dedica a la tecnología de comunicaciones. El sábado anterior a la muerte de Nisman, cuando éste despachó a su custodia policial, Shiva fue a llevar al aeropuerto de Ezeiza a su mujer, que viajó por un tiempo a Tokio, su tierra natal. 

Cuando fue llamado a declarar, no tuvo ningún inconveniente en hacerlo pero resulta muy raro que la fiscalía a cargo de Viviana Fein nunca informara sobre el vecino del fiscal y da la casualidad que el directivo de NEC declaró que su esposa, antes de irse a Japón el martes anterior al domingo fatal, vio a dos hombres que trabajaban en el conducto del aire acondicionado que une a los dos departamentos y por el que se puede acceder a uno u otro en forma indistinta.

El agente iraní
Esta declaración demuestra que pudieron ingresar al departamento del fiscal en forma silenciosa, darle un golpe que lo desmayara y luego ejecutarlo con un tiro a dos centímetros de la oreja. Como ya dijimos en otra nota, la fiscal Fein está empecinada en archivar la causa caratulándola como suicidio, tal como le piden Alejandra Gils Carbó y Sergio Berni. Especialmente este último, ya que los hombres bajo su comando entraron al departamento del fiscal después de las 23 horas del domingo y Fein recién llegó a la 1.48 hs. del lunes. O sea, más de dos horas en las cuales los dirigidos por Berni ensuciaron la escena y la pisotearon, sin usar zapatos de plástico para no borrar huellas. Como si fuera que lo hicieron a propósito para ocultar los rastros del asesinato del fiscal.


Dekba, un sitio de la inteligencia militar israelí, publicó que Nisman fue asesinado por un falso desertor iraní que le vendió que otro funcionario de la inteligencia persa había desertado y tenía información vital que darle. Habrían combinado entonces que el encuentro fuera el sábado a la noche, cuando no estaba la custodia, y que golpearía tres veces la puerta como contraseña para que Nisman le abriera. De este modo, el sicario iraní habría entrado, primero lo golpeó y luego lo ejecutó. Ese mismo artículo dice que el gobierno argentino estaba al tanto del falso desertor iraní y que liberó la zona y el edificio para que Nisman fuera ejecutado y que el asunto venía de antes, porque el régimen de los ayatolas había dictado una fatwa contra Nisman. 

Sea cierta esta información o no, está claro que alguien pudo ingresar por el aire acondicionado o golpeando tres veces con una clave para una reunión secreta. Son versiones ambas que tienden a descalificar la teoría pericial de que no intervino otra persona y que la fiscal Fein “compró” en paquete con moño. También existe la posibilidad de que Nisman le abriera la puerta a una amante y que atrás de ella entraran dos sicarios que días más tarde también habrían matado a la mujer que apareció carbonizada y cuyo cuerpo nadie reclama. Es que podría ser, como dice CFK, “una mujer que no se gana la vida decentemente”.

LA FILIACIÓN DE SAN MARTÍN


En ocasión de un nuevo aniversario del nacimiento del Padre de la Patria, es oportuno recordar el pronunciamiento categórico de la Academia Sanmartiniana, sobre la pretensión de un grupo de personas que realizaron  gestiones ante diversos organismos oficiales con la solicitud de que se efectuara un estudio genético al General José Francisco de San Martín y Matorras. El argumento esgrimido fue que no sería hijo de Gregoria Matorras y del Capitán Juan de San Martín, sino de Diego de Alvear y Ponce de León y de la indígena guaraní Rosa Guarú.
Dicha teoría tiene su origen aproximadamente en el año 2000 (GARCÍA HAMILTON, J.I. Don José. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2000., CHUMBITA, H. El origen de San Martín y su proyecto Americano. Desmemoria Revista de Historia, año 7 (26) (2do Cuatrimestre): 8-27, 2000., y CHUMBITA, H. El secreto de Yapeyú. Editorial Emecé, Buenos Aires, 2001.).

* La tesis de Chumbita –difudida por García Hamilton- que fue rechazada por el Congreso Sanmartiniano de Agosto de 2000, sostiene que San Martín fue hijo de Don Diego de Alvear (padre de Carlos de Alvear) y de Rosa Guarú, una india guaraní. El Capitán Juan de San Martín, para evitar el escándalo de su camarada, habría anotado como hijo suyo a José.

Ofrecemos un resumen de la Declaración de la Academia Sanmartiniana

* La tesis mencionada se funda en una presunta prueba testimonial escrita por María Joaquina de Alvear y Sáenz de Quintanilla, ó Joaquina de Alvear y Quintanilla ó Joaquina de Alvear y Arrotea, pues se había casado en 1848 con Agustín Arrotea., que tiene las siguientes características:

* El testimonio, no es de primera mano, pues no se trata de un testigo directo.

* Los investigadores no han podido tener acceso a los numerosísimos escritos producidos por María Joaquina de Alvear, de los que hay constancia que los realizó en la pericia médica que le hicieron los doctores Luis Vila y Domingo Capdevilla, los que darían contexto a la declaración que se esgrime.

*  No se encuentra probada la correcta salud mental de quien se dice lo ha confeccionado, ni se conoce la forma en que obtuvo la información.

* En octubre de 1877, Agustín Arrotea, esposo de Joaquina de Alvear, solicitó se lo nombre tutor y curador de su esposa en atención a su estado de incapacidad. Corrido el correspondiente traslado al Defensor General, el juez nombró tutor especial para ser oída en juicio a Lisandro Paganini, pariente de la señora. Este solicitó la realización de un reconocimiento médico, petición aceptada por el Defensor General y por el mismo esposo. Un facultativo oficial – el médico de policía, doctor Luis Vila – y otro propuesto por Paganini – doctor Domingo Capdevila – practicaron un exámen médico a doña Joaquina a fin de “determinar si sus facultades intelectuales gozan de su integridad normal”, según disposición del juez de la causa (1877. DON AGUSTÍN ARROTEA SOBRE NOMBRAMIENTO DE TUTOR DE SU ESPOSA. Expediente Judicial Nº 84 caratulado. Tramitado por ante el Juzgado Civil de Rosario, cuyo titular fue el juez Nicasio Marín. Archivo del Museo Histórico Provincial de Rosario “Doctor Julio Marc”. Documento descubierto en el año 2000 por el historiador rosarino Víctor Nardiello).

* Practicado el examen, los facultativos emitieron un contundente informe, de los cuales reproducimos algunos detalles:

* “Hay en ella una afición desmedida a la literatura; cada día ofrece algún nuevo trabajo que con el nombre de ‘Cuadros Vivos’ dedica a personas que le están ligadas por el parentesco, pero especialmente a las que ocupan una posición expectable: el Papa, Thiers, etc. En todos estos escritos se puede notar que hay una exaltación de la imaginación que llega hasta constituir un estado morboso.”

*  “Hemos averiguado que en algunas ocasiones se han producido alucinaciones de la vista y el oído. Cree haber oído voces extrañas que la invitaban a estar tranquila y en otras ocasiones ha tenido apariciones que la exhortaban a lo mismo. Todas éstas no son sino ilusiones sensoriales que revelan la exaltación de un cerebro enfermo.”

* Llegando finalmente a sus conclusiones, los expertos expresan: “En resumen, creemos en vista de los datos que preceden y por la observación detenida a que la hemos sometido que el estado mental de esta señora no está en su integridad normal y que se halla bajo la influencia de lo que Esquirol y otros autores han designado con el nombre de erotomanía. Al clasificar de esta manera la enfermedad, hemos tenido en cuenta que esta monomanía la consideran los autores como una forma de locura idiopática en que la imaginación es la única alterada y que se traduce por un afecto excesivo hacia un objeto real o imaginario.”

* En una resolución fechada en Rosario, el 5 de diciembre de 1877, el juez Marín designó tutor legítimo a su esposo don Agustín Arrotea “resultando del informe facultativo de fs. 10 que doña Joaquina Alvear de Arrotea se encuentra en estado de demencia…”

* Cabe hacer notar que la presunta memoria de Joaquina de Alvear que sirve de fundamento a quienes sostienen que el General José de San Martín no sería hijo de Gregoria Matorras y el Capitán Juan de San Martín, estaría fechada el mismo año en que la autora fue declarada jurídicamente demente.

* Sus afecciones fueron tan graves que en 1884 la encontramos internada en una casa de sanidad – como antes se llamaban los hospitales psiquiátricos – “desde hace unos cuantos años, por haber perdido la razón.” (SARCONA, D. I. Argumentos y refutaciones sobre el origen de José de San Martín. Anales del Instituto Nacional Sanmartiniano 18: 137-158, 2005). Ello surge de las actuaciones labradas por la Comisión de Guerra y Marina del Congreso de la Nación ante la solicitud de una pensión graciable efectuada por el nuevo curador de la señora, ya viuda. La aprobación del proyecto se discutió en comisión (Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados del 13 de junio de 1884), y finalmente fue beneficiada con una pensión equivalente al sueldo íntegro correspondiente a la clase de su padre, el general Carlos María de Alvear.

* Es mucho lo que la psiquiatría ha progresado en los más de 125 años transcurridos desde que se realizó la pericia y el diagnóstico psiquiátrico de María Joaquina de Alvear, en 1877, hasta nuestros días, lo que justifica una revisión de la pericia mencionada.

* La erotomanía, diagnóstico que se le realizó en su momento a María Joaquina de Alvear, es un trastorno psiquiátrico que se caracteriza por la convicción delirante y persistente en la cual el paciente tiene la idea infundada y obsesiva de ser amado por otra persona. En las formas más comunes de esta patología, el paciente es del sexo femenino y cree recibir mensajes y señales del objeto amoroso, que suele ser un hombre famoso o de nivel socioeconómico más elevado. Esta variante se denomina sindrome de de Clerambault en honor al psquiatra francés Gaëtan Gatian de Clerambault (1872–1934) que en el año 1921 publicó un tratado sobre la afección “Les psychoses passionelles”. Desde entonces ambas denominaciones: erotomanía o síndrome de de Clerambault se utilizan indistintamente..

Aspectos históricos testimoniales producidos por Diego de Alvear y Ponce de León

* Don Diego de Alvear y Ponce de León, a quien los autores de la nueva teoría filiatoria del general José de San Martín atribuyen la paternidad de éste último, produjo un informe en el que relata pormenorizadamente todas las actividades realizadas por él durante las acciones de la comisión demarcadora de límites, que debía demarcar las posesiones portuguesas y españolas.  La comisión mixta demarcadora de límites fue creada como consecuencia de lo establecido en el artículo XV del Tratado Suscripto por España y Portugal en San Ildefonso el 1º de octubre de 1777. La misma tenía a su cargo el establecimiento de la línea divisoria entre los dominios de las coronas de España y Portugal en América, entendimiento propiciado por los Pactos de Familia que unían a ambos monarcas.

* La fecha del nacimiento del General José de San Martín fue el 25 de febrero de 1778, por lo tanto tuvo que haber sido engendrado antes de julio de 1777.
Si la comisión mixta demarcadora de límites fue creada en España el 1 de octubre de 1777, es obvio que José de San Martín nunca pudo haber sido engendrado por Don Diego de Alvear antes de julio de 1777. Hecho de suma importancia que nunca debió ser soslayado por quienes postulan la hipótesis de que el Libertador es hijo de Don Diego de Alvear.

* Luego de una trabajosa y encomiable labor que se extendió hasta 1804, don Diego de Alvear y Ponce de León entregó un detallado informe de sus observaciones durante su actividad en la comisión demarcadora de límites. Existen varias copias manuscritas del informe. Una copia perteneció al General Agustín P. Justo, otra existe en la Biblioteca Nacional, otra en el British Museum en Londres, otra en el Archivo de la Academia Nacional de Historia de España, otra en el Archivo de la familia Alvear en Montilla, España (SARCONA, D. I. Argumentos y refutaciones sobre el origen de José de San Martín. Anales del Instituto Nacional Sanmartiniano 18: 137-158, 2005).

* De las portadas del Diario de Viaje (que es la primera de las tres partes que constituyen el informe), en tres de sus versiones escritas de puño y letra por el propio Diego de Alvear y Ponce de León (la copia del British Museum, la que perteneciera a Agustín P. Justo y la existente en la Biblioteca Nacional) se advierte que fue sólo a partir de diciembre de 1783 que don Diego de Alvear y Ponce de León partía desde Buenos Aires para efectuar su comisión de demarcación de los ríos Paraná y Uruguay, de manera que fue a posteriori de esta fecha que éste pudo hallarse en las zonas aledañas a las misiones guaraníticas.

* A la luz del testimonio directo del protagonista, Don Diego de Alvear y Ponce de León, de que la expedición demarcadora de límites, que posteriormente lo haría pasar por Yapeyú,  se inició el 25 de diciembre de 1783, se hace evidente que nunca pudo haber estado en Yapeyú a mediados de 1777. Al momento de iniciar su viaje don Diego, San Martín ya tenía cinco (5) años.


Fuente oral

* El argumento de que la madre de San Martín sería Rosa Guarú, está apoyado según mencionan los autores de ésa teoría sólo en una supuesta “tradición oral”, que en rigor debe ser considerada como “fuewnte oral”, que tiene las siguientes características que demuestran su endeblez:

* La utilización de la fuente oral en historia, sólo se acepta como un aporte secundario que puede contribuir a reforzar hipótesis construidas sobre fuentes histórico documentales. El uso de la fuente oral como sustento exclusivo de determinada hipótesis biográfica quita seriedad y rigor científico a la proposición.

 * El presbítero Eduardo J. Maldonado recogió testimonios de vecinos y antiguos pobladores de Yapeyú en una investigación destinada a dar certeza del lugar exacto donde nació San Martín. Allí, en el año 1915, Maldonado tomó contacto con más de cuarenta ancianos entre aborígenes, castellanos y franceses que repoblaron ese pueblo en 1862: “quienes declaran haber conocido y tratado íntimamente (como que muchos son sus hijos) a considerable número de ancianos fallecidos cincuenta o más años atrás, que declaraban haber conocido personalmente al teniente gobernador don Juan de San Martín, a su esposa doña Gregoria Matorras y también al niño José de San Martín, en su propia casa…”. De entre los ancianos de donde tomaron directa fuente los pobladores, Maldonado cita a Pedro Marcos Chañahï o Chañahá y a Rosa Guarú. Los pobladores que conocieron a esta última – que habría tenido 11 o 12 años de edad cuando nació San Martín – afirman que siendo anciana declaraba sólo haber sido criada de la casa del teniente gobernador y niñera de José Francisco. (MALDONADO, E.J. La cuna del héroe, 1920)
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* Por las circunstancias documentales y testimoniales, que dan extrema endeblez a la hipótesis de quienes peticionan el estudio genético del General José de San Martín, a lo que se debe agregar las consideraciones de carácter historiográfico, científico y deontológico expuestas, el Instituto Nacional Sanmartiniano y la Academia Sanmartiniana son de opinión y recomiendan que no se considere esa pretensiosa solicitud. Dejemos, pues, que nuestro Libertador descanse en paz.

Buenos Aires, abril de 2008.-

Dr RODOLFO ARGAÑARAZ ALCORTA
Vicepresidente
Instituto Nacional Sanmartiniano

Dr ISIDORO RUIZ MORENO
Secretario
Academia Sanmartiniana

Grl (R) VGM DIEGO ALEJANDRO SORIA
Presidente
Academia Sanmartiniana

El texto completo de la Declaración en: