martes, 22 de julio de 2014

¿Y SI LE DAMOS UNA OPORTUNIDAD A LA CENTRODERECHA?



Por Sebastián García Díaz
Miembro de Civilitas-Esperanza Federal

La pregunta invoca para muchos los peores fantasmas. Pero sirve para forzar debates que en el mundo son normales, aunque aquí no.

Nuestra última década ha sido dominada por ideas que podríamos catalogar de centroizquierda. No sólo en lo simbólico, como idealizar a los que combatieron en las temibles guerrillas de la década de 1970 o declararnos “liberados” del Fondo Monetario Internacional o del imperialismo de los Estados Unidos de la mano de Hugo Chávez. En lo profundo, también lo fue.

A nivel político, se extendió la intervención del Estado en todos los órdenes, proceso que fue acompañado por un aumento indiscriminado de la presión impositiva y por una incorporación masiva de empleados públicos.

El poder político se centralizó, fórmula que los progresistas justifican impunemente como única forma de confrontar con el poder del mercado. El proceso de achicamiento del Estado y de desregulación de la economía se revirtió, con íconos como la estatización de YPF, las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP) o Aerolíneas Argentinas.

En lo social, se aplicaron las ­clásicas recetas de la centroizquierda: “distribuir la riqueza” a través de entregas masivas de subsidios, planes y dádivas; priorizar el de­recho a ver el futbol gratis y comprarse un LED, un celular o un buen par de zapatillas –calentando la casa con gas barato– aunque no se pudiera garantizar una educación básica de calidad, salud, justicia o seguridad.

También se buscó, desde el Estado, dirigir un cambio cultural –el relato– avanzando sobre ciertas usinas (la universidad, el cine, etcétera) y potenciando viejas antinomias con sectores presentados como enemigos: la Iglesia Católica, los militares, el campo, los medios, la Justicia.

Por sobre otras urgencias, se impusieron debates como la despenalización del aborto, el matrimonio homosexual o la despenalización del consumo de drogas, y se intentó reescribir la historia y los contenidos de la educación básica.

Presiones

La embestida cultural llegó a tener ribetes totalitarios más propios de la izquierda extrema, puesto que todos los que pensaban diferente fueron menospreciados y los fondos del Estado se direccionaron a los partidarios, en forma arbitraria.

Pero fue en lo económico donde las recetas se volvieron más recalcitrantes. A través de Guillermo Moreno, el mercado, los precios y la inflación se manejaron a punta de pistola. A los empresarios, se los mantuvo atemorizados y sumisos, las fronteras fueron cerradas a la importación y la exportación intentó ser forzada.

La prioridad fue presionar para que los productos de nuestro sector más competitivo –el campo– quedaran para el consumo interno (para seguir comiendo asado baratito). Y la inversión extranjera, en lugar de ser seducida, fue mirada con desconfianza o incluso combatida.

Me pregunto si para la próxima década sólo necesitamos un cambio en las formas –un presidente que dialogue más, que no exaspere con cadenas nacionales ni con peleas continuas– o incluso uno que lleve estas mismas políticas pero en forma más moderada y dosificada en el tiempo. O, por el contrario, si no ha llegado la hora de producir un giro hacia las políticas que en el mundo están resultando exitosas, consideradas en nuestro país como de centroderecha.

Tal vez sea el camino para volver a poner al Estado en su lugar. Para que nos cobren los impuestos que nos corresponden y nos den las obras que merecemos. Una administración que se comprometa con los criterios de eficiencia y transparencia y se ponga al servicio de los contribuyentes.

¿No sería bueno volver a apostar por el fortalecimiento de la familia como la institución fundamental del cambio social, en lugar de seguir insistiendo en su disolución? ¿Y recuperar la educación como único canal eficaz para garantizar la verdadera igualdad?

Argentina necesita volver a hablar de la responsabilidad individual; de premios y castigos; del valor del trabajo y del esfuerzo; del cumplimiento de las reglas y de cómo garantizar que el que las haga, las pague. Un aplauso para el candidato que nos diga: “Voy a cortar con el Fútbol para Todos, porque es inconcebible que no usemos ese dinero para otras urgencias”

Tal vez la centroderecha esté mejor preparada para reintegrarnos al mundo y que nuestra economía se abra a comprar y vender sin más trampas. Volver a ser amigos de los países desarrollados y no de proyectos desopilantes como la llamada “revolución bolivariana”. La que nos permita limitar el poder político, federalizarlo y acercarlo a la gente. La que se anime a enfrentar el desquiciado poder de sindicalistas corruptos...

¡Hay que darle una oportunidad a la Argentina de volver a confiar en la libertad de su gente! Llegó
el momento que los dirigentes
con estas ideas salgan de las catacumbas.



La Voz del Interior, 22-7-14