lunes, 24 de marzo de 2014

PUTIN REFORMULA LA GEOPOLÍTICA MUNDIAL


POR JORGE CASTRO

La anexión de Crimea por Rusia reformula el mapa geopolítico mundial surgido de 1991, cuando el colapso de la Unión Soviética convirtió a EE.UU. en la potencia hegemónica de la estructura unipolar de poder que duraría 17 años. Este vuelco estratégico transforma al episodio ucraniano en la expresión de una nueva estructura del poder mundial, en la que EE.UU. no ejerce más la unipolaridad hegemónica que había asumido en 1991. Ahora comparte las decisiones estratégicas de gobernabilidad del sistema con un grupo de países emergentes, entre ellos China y Rusia.

No hay “nostalgia imperial” en la crisis ucraniana, o un ansia obsesiva por renovar la “Guerra Fría”, sino una revisión de la relación de fuerzas mundiales realizada en el corazón de Europa, sobre la premisa de que la política internacional es ajena al pasado y al futuro y sólo fiel al “eterno presente”.

Rusia, como sistema de poder, es inseparable del colapso geopolítico de 1991, cuando se derrumbó el régimen soviético y al mismo tiempo -y esto es lo más importante- se desintegró el Estado ruso fundado por los Romanov en 1613.

Así cayó el sistema político/militar cuatro veces centenario que ganó bajo su encarnación soviética la Segunda Guerra Mundial, al imponerse al Tercer Reich en la batalla de Stalingrado (1942-1943); y que luego disputó, en una muestra sin par de energía política, durante 40 años la hegemonía mundial con EE.UU. No se comprende a Rusia hoy sin advertir que la Unión Soviética cayó en 1991 mientras mantenía intacta su estructura de defensa, incluso el arsenal misilístico de cabeza nuclear con el que disputaba la primacía estratégica con EE.UU. La importancia de Vladimir Putin en la historia rusa es porque ha reconstruido el Estado en los últimos 15 años. Lo hizo mediante una cultura estratégica forjada en 1500 años de historia, fundada en las nociones de hegemonía, poder e imperio, luego universalizadas en la etapa soviética por las figuras de Lenin y Stalin.

Es lo que Raymond Aron denomina el “hecho ruso”.

Putin carece de un plan estratégico integral en la crisis ucraniana. Actúa sobre la premisa de que, en caso de conflicto, “(…)primero combato, y después veo”, que fue lo que hizo tras el derrocamiento del presidente Victor Yanukovich en Kiev. Ahora, tras anexar Crimea, Putin ha propuesto un acuerdo político, cuyos rasgos esenciales son los siguientes: neutralidad de Ucrania, lo que implica el rechazo a toda posible adscripción a la OTAN; estructura federal y parlamentaria, desechando el sistema presidencialista y centralizado actual; y ratificación de que el ruso es la segunda lengua oficial.

Por eso sugiere crear un “grupo de apoyo internacional” (Rusia, UE, EE.UU.), que garantice la “soberanía, integridad territorial y neutralidad de Ucrania”, y del que participen todas sus fuerzas políticas y regionales.

Esta oferta caracteriza el conflicto como la obra de una “profunda crisis del Estado ucraniano”, que ha provocado una aguda polarización y un drástico agravamiento de los antagonismos domésticos.

Está descartado el uso de la fuerza militar por Occidente.

Así, Putin domina el espacio y tiene el tiempo a su favor. Significa que se encuentra en situación de fuerza y lleva las de ganar. George F. Kennan señaló que la política exterior rusa, incluyendo la fase soviética, muestra dos rasgos permanentes: su afirmación como gran potencia, con independencia del encuadre internacional; y el reclamo constante de hegemonía en su cinturón exterior.

La preocupación rusa por su status internacional -agrega Kennan- está en relación inversa con su honda inseguridad doméstica; resultado de invasiones letales y de profunda vulnerabilidad social y económica. La ausencia de Rusia de la historia mundial como gran potencia es una rareza histórica propia de las últimas dos décadas. Ahora, gracias a la nueva estructura del poder global, esa rareza histórica se ha corregido.


Clarín, 23-3-14