lunes, 16 de diciembre de 2013

LOS DISIDENTES DEL ESTADO DE DERECHO



Las acciones terroristas nunca desaparecen, simplemente mutan su metodología. Con palabras sagradas como “paz”, “libertad” y “democracia”, a través de una tergiversación propia del gramscismo, los ideólogos marxistas, desde diferentes organizaciones y partidos, han extendido su praxis a todas las esferas de la sociedad.

Por Horacio Giusto Vaudagna

(libertadyresponsabilidad.org, 16-12-13)

Reza el preámbulo de nuestra Constitución Nacional: “… Asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino…”. El sistema jurídico argentino, en respeto a la naturaleza del hombre, ha intentado conservar la libertad como medio y fin para la convivencia social y el desarrollo humano. Las normas fundamentales que rigen la vida del pueblo, actualmente influido por corrientes marxistas intervencionistas, se esgrimieron con un claro propósito garantista de los derechos individuales.

A criterio personal, la definición más simple de lo que es el derecho consistiría básicamente en un sistema de abstenciones (no realizar determinados actos) y especulaciones (esperanza que un tercero no realice determinados actos). Desde un enfoque reduccionista, puede afirmarse que la Carta Magna cumple el sustrato fundamental de nuestro pacto social; siendo así, cada individuo reconoce en el espíritu de la Constitución una regla que determina en última instancia todas las demás reglas que se dicten en consecuencia. Estas normas básicas que hacen al desarrollo del sujeto y de la sociedad son aceptadas, ya sea de manera expresa (mediante la aplicación judicial) o tácita (la no realización de actos que intente subvertir el orden establecido).

En las antípodas de un Estado de Derecho se encuentran los regímenes totalitarios, propios de una era “maoista” o “stalinista”. Mientras un ciudadano libre busca el honor y el progreso por mérito propio, un ser incapaz de trabajar en respeto al derecho establecido, intentará obtener los recursos necesarios para el ascenso social mediante la fuerza y la coacción. Pero aún los sistemas más salvajes de convivencia requieren un mínimo de acuerdo y consenso para sostenerse, y de allí es que unos pocos intelectuales manipulen un discurso para obtener el favor de determinados sectores (piénsese en la clase política con discursos populistas y demagógicos que viven en las mayores opulencias).

El totalitarismo implica un quebranto al contrato social, donde ya no existen reglas claras y definidas, para que cada individuo pueda planificar libremente su propia vida. Al impedir que un determinado número de sujetos sostengan “X es nuestra norma fundamental”, la vida comunitaria en un régimen totalitario necesariamente dependerá de las decisiones discrecionales de un reducido grupo de burócratas y funcionarios que ostenten una autoridad circunstancial.
En general nadie ingresa a un espacio del que no puede salir, por ello siempre ha existido una resistencia natural al comunismo. Ante la afrenta que han sufrido los marxistas, desde épocas de antaño es que atentaron contra un gobierno constitucional mediante la violencia y el terror. Si bien económicamente resultó redituable para las cúpulas terroristas atentar contra una república (en principio, la organización E.R.P. obtuvo 14.250.000 dólares por el secuestro de un empresario petrolero estadounidense, y la organización montoneros recibieron 61.000.000 de dólares por dos empresarios argentinos), políticamente nunca logró legitimación alguna por parte del pueblo. Por ello debieron cambiar de discursos extremistas a discursos moderados, pero sin dar un salto cualitativo (la premisa congelada sigue siendo el poder desde el Estado para fines propios), es decir, para obtener legitimidad política, los intelectuales de izquierda abandonaron un discurso intervencionista propio de un marxismo ortodoxo para pasar a un modelo keynesiano.

Aquellos que tanto desearon ver perecer un Estado de libertad y soberanía, consiguieron captar mediante dádivas el voto popular requerido para perpetuarse en el poder. Ante las fallas de los ataques armados décadas anteriores, hoy el atentado al Estado de Derecho se realiza mediante el derecho mismo. El ser humano, único ser vivo capaz de elegir y planificar su propia vida, hoy ve en Argentina un Estado interventor, totalitario, persecutor. El sistema jurídico actual presenta intervenciones a la economía doméstica (inflación), el mercado bursátil (Comisión Nacional de Valores), el mercado financiero (Banco Central dela RepúblicaArgentina), la libertad de expresión (ley de medios), la libertad de circulación (cepo cambiario), la libertad de inversión (caída de las reservas federales), la libre iniciativa privada (presión tributaria).

El art. 14 de la C.N., protector de la libre prensa, asociación, comercio, es un ejemplo paradigmático de cómo un gobierno electo mediante el régimen legal previsto, puede violar las garantías más básicas con las que un habitante cuenta para desarrollarse. Es preciso y oportuno acompañar al análisis con la mención del art. 16 que establece la igualdad ante la ley (no así una igualdad forzada por ley); el art. 17 que tutela la propiedad privada, principal incentivo para el progreso y trabajo de cada individuo, y el art. 19., resguardado de la libertad de conciencia. Todas las prerrogativas mencionadas pretéritamente, son antagónicas a un sistema totalitario e intervencionista, donde los conceptos de “libertad de pensamiento”, “seguridad jurídica” o “propiedad privada” son peligrosos para el sostenimiento de un sector parasitario (porque consumen recursos sin producir, generando un déficit constante que culmina con una implosión social). En el momento que se establecen reglas de convivencia, es la habilidad y voluntad de cada sujeto lo que permite progresar socialmente; pero cuando un sujeto ansioso de poder, que no puede por sí mismo afrontar la vida, si bien puede solicitar un acto de solidaridad (hecho no repudiable), también puede intentar obtener su medio de vida por la coacción (una coerción que se puede respaldar en fuerzas armadas como lo fuera en la ex U.R.S.S., o por un estatismo que monopoliza el subsidio, manteniendo un voto cautivo).

En este contexto, donde un grupo de agentes que no pueden justificar sus patrimonios, deciden utilizar el aparato estatal desviando los fines que les son propios (redistribución, síntesis, protección, salubridad, educación), para ir generando constantemente nuevas reglas que sólo favorezcan un determinado sector. Los grupos que se ven perjudicados por el arbitrio, ante la falta de retirada del Estado (la economía es libre, porque si no lo es, a lo mucho serán decisiones de burócratas) tan solo les queda retirarse a sí mismo, generando un proceso de desinversión que afecta al P.B.I. y a la oferta agregada. Necesariamente, un gobierno que sólo promueve pérdidas del producto interno más endeudamiento en bonos de dudosos pagos, termina en un default técnico cuyas consecuencias han sido y serán nefastas para toda población, que no encontrará en un régimen asistencialista fondos para mantenerse en un status improductivo.

Ante la creciente ola de políticas que amenazan la seguridad jurídica, la transparencia gubernamental, los derechos adquiridos, la propiedad privada, el control del gasto público, los debidos procesos judiciales, la libre iniciativa, solo resta mencionar que el gobierno, más allá de ser electo de manera legal, es un verdadero disidente del Estado de Derecho.