jueves, 5 de diciembre de 2013

LAS RUTAS CALIENTES DEL CONTRABANDO VAN POR LA SELVA Y LAS UTILIZA EL NARCOTRÁFICO



El Tribuno, Salta, 5-12-13


Juan Sil es un comerciante de la localidad norteña de Aguaray que todos conocían como el “Gordo Juan”. Fue dejado sin vida por personal de Gendarmería Nacional en la morgue de Tartagal, el 21 de noviembre último. Según se supo, encabezaba una caravana de seis camiones que contrabandeaban granos a Bolivia por los pasos no habilitados de la zona de Campo Durán. El comerciante habría sufrido un paro cardíaco en ese sendero selvático cuando se topó con el operativo de las fuerzas de seguridad, según dijeron fuentes de Gendarmería. 

La muerte del “Gordo Juan” destapó la existencia de una verdadera autopista paralela que conduce ilegalmente a la vecina Bolivia. 
El mismo camino que eligen los contrabandistas, elige el narcotráfico para ingresar a Salta cerca del 90% de toda la cocaína que entra a la Argentina, país que desde 2013, según la ONU, se transformó en el tercer puerto proveedor de esa droga a nivel planetario.

El Tribuno viajó a la selva profunda del norte, donde se ocultan los pasos no habilitados de la frontera caliente, cerca de Salvador Mazza y la ciudad boliviana de Yacuiba. Ahí todos los días se respira miedo, nadie detiene su marcha en el camino ni saluda. Todos dicen lo mismo: “Tengan cuidado”. Durante los recorridos por caminos y sendas de la zona.

 El Tribuno no encontró ni un solo gendarme desde Campo Durán al límite con Bolivia, sobre el llamado Paso de Izpahuasu, que atraviesa el puesto El Pajial; tampoco sobre el paso que conduce directamente al barrio Sector 5, de Salvador Mazza, y ni sobre el trazado del gasoducto internacional Juana Azurduy, que en esta época del año no es la mejor opción para los traficantes, porque la bajada antes de Bolivia “se vuelve de poco fiar con las lluvias”. 

Sin embargo, por alguno de esos pasos no habilitados fue atrapado Juan Sil, que llevaba seis camiones con doble acoplado por la selva, camino a Bolivia. En la zona todos dicen que el allanamiento fue “por la Curva de Juan”, camino a Santa Victoria Este, “cerca de las fincas privadas”. También están los pasos de Madrejones y el que los vecinos señalan como el más peligroso: el paso que da al barrio El Sauzal, en Pocitos boliviano.

Sobre la ruta nacional 34, señalada como una de las principales arterias del macrotráfico de drogas, la selva se vuelve más nítida pasando Aguaray. Los primeros cerros de la izquierda, siguiendo el rumbo norte, esconden las huellas del paso de Acambuco, donde en 2012 fueron acribillados con ametralladoras tres jóvenes de Salvador Mazza. Por allí se cruza caminando hasta Bolivia, por la Quebrada de la Horqueta. 

No hay puesto fijo de Gendarmería Nacional en la zona. Las fuerzas que controlan la frontera prefieren el método ambulatorio del patrullaje. Por la misma ruta, pero a mano derecha, sale el camino a Campo Durán, que luego se junta con la ruta provincial 54 que corre paralela a la frontera hasta Santa Victoria Este. Ahí surgen decenas de ramificaciones y picadas que surcan la selva hasta Bolivia. Hay algunas que pasan por fincas privadas y otras siguen el trazado de gasoductos y cañerías de empresas petroleras. Pero todos sirven para el contrabando.

En Campo Durán el camino atraviesa las instalaciones de unas petroleras. Las refinerías hacen un ruido atroz y unas chimeneas despiden llamaradas de fuego. A unos metros el río Caraparí y, sobre él, un puente de fierro y madera suena musicalmente con el paso de los vehículos de todo porte y tamaño. Los cerros se muestran exuberantes. En el camino hay dos pavas del monte que levantan vuelo pesadamente. La selva, que tiene su propio sonido, se traga el ruido de las refinerías y a unos pocos kilómetros el silencio lo gana todo. Laureles, quebrachos, quinas, nogales, palos borrachos, ceibos, tipas blancas y coloradas, lapachos, moras, palo blanco, palo amarillo, urundeles y lianas. La pechera de cuero curtido para los caballos es más bien chaqueña, pero los gauchos del lugar también las usan para defender a sus animales de las temerarias espinas del garabato o el coronillo. Tierra del forzudo anta y de los pescadores osos mayuatos. Campo Durán, ahora también tierra de miedo, contrabando y narcotráfico.

Estaba nublado, pero la transpiración hacía pegar la ropa. Eran las 10 de la mañana y hacía 32 grados. Volviendo sobre el trazado del gasoducto Juana Azurduy El Tribuno se encontró con unos operarios de una empresa petrolera. Al principio pasaron de largo, pero al ver las señas de este cronista frenaron. “¿Cómo sé que son periodistas?”, preguntó desconfiado el chofer de la camioneta sin detener el motor y con la ventanilla apenas baja para poder hablar. “¿Tienen armas? Porque acá es muy peligroso”, dijo luego de revisar atentamente la identificación de prensa.

“Los contrabandistas andan armados. Nosotros seguimos derecho cuando los cruzamos. Es frecuente el robo de las camionetas a mano armada. Uno nunca sabe”, dijo. Los operarios afirman que es común ver caravanas de mulas cargadas, que cuando son descubiertas “se pierden para el monte”.
Antes de la entrada al gasoducto está la comunidad El Algarrobal. De ahí sale una verdadera autopista no habilitada por donde pasan tranquilamente dos vehículos a la vez.

Los códigos del contrabando
El “Gordo Juan”, como le decían al comerciante de Aguaray, Juan Sil, era uno de los tantos compradores y vendedores de granos de la zona. Compraba maíz o trigo a los productores locales. Decenas de personas hacen eso en el Norte. Pero el comerciante de Aguaray murió cuando lo sorprendió Gendarmería Nacional contrabandeando a Bolivia seis camiones con doble acoplado llenos de grano. Los que se juegan el pellejo en los pasos clandestinos saben que hay vueltas que se pierde y esa vuelta, Juan Sil perdió la vida. Apostó y perdió.
El contrabandista tiene que ser un poco metódico, pero audaz, como el personaje de “El Jugador”, que describe brillantemente Fiodor Dostoievski. Pero también tiene que tener los códigos del apostador que ilustra el cantante de música country norteamericana Kenny Rogers en la canción “The Gambler”. Este apostador le da consejos en un tren a un pasajero a cambio de un cigarrillo y un trago de whisky. “Si vas a jugar el juego, muchacho, debes aprender a jugarlo bien. Tienes que saber cuándo aguantar; saber cuándo doblar; saber cuándo hay que alejarse y saber cuándo hay que correr”, dice el viejo timbero.

El jugador, el que apuesta contra la ley, no tiene que levantar sospechas, como las víctimas del triple crimen de Acambuco, que festejaron sus botines en las cantinas de la zona. “Nunca cuentes tu dinero cuando estés sentado en la mesa. Ya habrá tiempo suficiente para contarlo cuando se haga el trato”, aconseja el apostador.
“Todo jugador conoce que el secreto para sobrevivir es saber lo que tiene que tirar y saber lo que hay que conservar, porque en cada mano hay un ganador y en cada mano hay un perdedor”. El contrabando es ilegal y un día te puede caer la ley.

¿Vendieron maíz de la emergencia?
En agosto el Gobierno de la Provincia compró maíz para asistir a los productores afectados por la sequía. Se había denunciado sobreprecio en la compra, que cotiza a $0,90 el kilo y que se pagó a $1,70.
Un puestero que estaba por la ruta provincial 54, a la altura de las fincas privadas, preguntó si El Tribuno estaba ahí para investigar la venta del maíz de la emergencia económica que llegó para los productores ganaderos de Santa Victoria Este, que por la sequía perdieron miles de cabezas de ganado. “El 11 de noviembre tres camiones que llevaban el maíz gratuito de la emergencia agropecuaria para los criollos de la zona volvieron de Santa Victoria Este y cruzaron a Bolivia. Se dice que era para vender el maíz de la emergencia, pero se suponía que era para la gente necesitada, por eso a uno le molesta. Hay un amigo que tomó nota de las patentes. Parece que dos camiones pasaron a Bolivia por ahí, cerca de la finca de los chilenos, y que el tercer camión descargó en Campo Durán”, dijo el criollo que pidió no ser identificado.

“Por acá está muy tranquilo si quiere andar contrabandeando”
“Convengamos que a lo largo de los 1.200 kilómetros hay solo siete pasos habilitados pero igualmente se puede cruzar por otros 60 lugares diferentes”, le dijo esta semana al diario La Nación Jorge Villada, presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de Salta, que tiene abiertas 25.000 causas penales de narcotráfico.

En la selva, algunos desvíos conducen derecho hasta Bolivia y uno de los más utilizados termina en el medio del Sector 5, en Salvador Mazza. En un tramo del Paso de Izpahuasu El Tribuno fue rodeado por integrantes de la Brigada de Investigaciones de la Policía de Salta. No estaban custodiando la frontera sino cumpliendo con horas adicionales, contratados por una de las petroleras de la zona. En pocos minutos, el equipo de investigación fue rodeado por tres hombres sin uniformes de la Brigada que portaban armas y de inmediato armaron un cerco humano, corriendo hacia ubicaciones estratégicas. Los operarios de la petrolera estaban visiblemente nerviosos y se aliviaron cuando se enteraron que se trataba de periodistas.

“Acá te meten bala. Ya pasó con algunos empleados que les robaron la camioneta de la empresa y a uno le metieron un tiro en la pierna. También sufrimos secuestros o nos muestran las armas. Por eso la empresa contrata a la Brigada. Es muy pesada la zona. Tengan cuidado”, dijo un empleado de rango y lo mismo afirmó uno de los oficiales que ocultaba su pistola en una cartera, como las yiscas de los aborígenes wichi que usan para recolectar lo que pescan en el Pilcomayo. “¿Qué hacen por acá si no están armados? Por una camioneta primero te matan y después te preguntan quién sos. Deberían irse. Es muy peligroso. Tengan cuidado”, comentó sin filtro el oficial que ya había sacado la mano de la cartera, aunque nunca abandonó su actitud desconfiada e inquisidora.

Pasando el puesto el Pajial, el camino baja de los cerros hacia un llano antes de cruzar a Bolivia, separada por un alambrado. La gente del lugar no anda de noche bajo ninguna circunstancia. Durante el día la regla es no frenar ni detenerse ante los vehículos no identificados. “Camiones, acoplados, camionetas, tractores, autos de lujo. Lo que quiera hermano. Por acá podría pasar un elefante. Pero nosotros no nos metemos. Ni miramos quién viene. Hay que hacerse el boludo. Es común que te pidan para pasar algo o guardar algún vehículo por un tiempo, pero nadie acepta nada porque es muy jodido. Son gente de armas”, dijo un vecino. Gendarmería no tiene un puesto fijo en el lugar. “Se los ve cuando patrullan. Será una vez por semana. A los que nunca vi por acá son a los de la Brigada”, agregó otra persona del lugar.

Pasando el camino que conduce al Pajial, unos kilómetros más adelante la huella se divide al llegar a un puesto campesino. A la derecha termina en un pozo de petróleo y a la izquierda se llega sin interrupciones, después de 6 kilómetros, al barrio de Salvador Mazza denominado Sector 5, que está a metros de la quebrada internacional. Ahí, un tiro rozó la aeronave no tripulada de este medio que sirve para filmar tomas aéreas. Minutos antes, un paisano boliviano que andaba en bicicleta contestó con una amplia sonrisa la pregunta de El Tribuno, que quería saber en dónde terminaba el camino de cornisa: “Sí, por acá está muy tranquilo si quiere andar contrabandeando señor. No hay control hasta Bolivia. Vaya tranquilo nomás”.

Mercadería, coca, granos, drogas y autos robados

El tráfico Norte-Sur, por los pasos no habilitados, está signado por el contrabando de mercadería, hojas de coca, divisas extranjeras, cocaína boliviana y marihuana paraguaya, entre otras cosas. En cambio el tráfico Sur-Norte, que es el contrabando que sale de la Argentina hacia Bolivia, transporta en su mayoría alimentos, granos, harina, autos y camionetas robadas y precursores químicos que se usan para la elaboración de la cocaína de alta calidad en Bolivia. 

Son comunes los contrabandos de lavandina, que es un remplazante “económico” de la acetona o el éter, los precursores químicos más demandados. Hace meses, fuentes de las fuerzas de seguridad en el lugar denunciaban, como publicó este medio, la entrada de municiones de alto calibre “porque hay una demanda de municiones para las armas automáticas como las que aparecieron en el triple crimen de Acambuco”. En septiembre de 2009, las Aduanas de Argentina y de Bolivia expresaron su preocupación por el ingreso de mercancías por pasos no habilitados.