martes, 19 de noviembre de 2013

LOS NARCOS LLEGARON PARA QUEDARSE


Por Sebastián García Díaz *


Finalmente, la opinión pública parece haber tomado real conciencia del problema que estamos incubando. Será difícil, entonces, que un gobernante, un ministro, un juez, un fiscal o un jefe de Policía puedan mirar para otro lado como lo hacían hasta ahora. Pero preocupa el nivel de diagnóstico y, por lo tanto, de propuestas que se escuchan, porque son superficiales y parciales.

Hablemos claro: el narcotráfico en Argentina está hoy en condiciones –con su enorme capacidad de financiamiento ya consolidada– de colocar para el 2015 a los próximos intendentes de ciudades medianas y grandes, incluso algún gobernador, y seguramente aspira a tener una incidencia decisiva en el financiamiento de la campaña política del próximo presidente.

Así lograrán el objetivo de “institucionalizar” su poder y garantizar su cobertura e impunidad. En otros sectores también van a avanzar comprando medios de comunicación y clubes de fútbol, así como ya han incursionado en explotaciones agropecuarias, emprendimientos inmobiliarios y turísticos, casinos, etcétera.

Estas redes internacionales han venido a la Argentina para quedarse. Ya operan en tierras mejicanas, colombianas, peruanas, bolivianas, brasileñas e italianas, con nexos en África, y por supuesto en el resto de Europa y en Estados Unidos.
Y han elegido Argentina como centro estratégico de operaciones, desple­gando aquí su poder y tácticas ya usadas en aquellos países para consolidarse y crecer en las próximas décadas.

Insisto en este concepto porque cambia por completo la perspectiva: no estamos hablando de esos marginales que aparecen en algunas cámaras ocultas (esos son simples peones). Son empresarios, titulares de verdaderas “multinacionales del delito” de enverga­dura muy superior a las más grandes empresas nacionales, que se han radicado –incluso han traído aquí sus familias– y van a seguir haciendo sus negocios ilegales con cómplices locales, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.

¿Cuál será nues­tra respuesta? ¿Radares? ¿Ley de derribo? Efectivamente, la inacción del nivel federal es tan grosera que habría que meter presos a los que demoran su implementación. Con esos avances, condicionaríamos el ingreso de esta mercadería de la muerte. Pero el paso del tiempo ha hecho que el desafío sea ahora mucho más complejo. Porque tenemos que extirpar la inserción de estas redes en la matriz social y cultural y en su vinculación con el poder político, con la policía, con la Justicia y con el Estado.

Un desafío muy complejo
Hay tres aspectos que confirman la complejidad de la tarea. Primero, los recursos económicos que consiguen estas redes en nuestro país y que podríamos estimar en unos 5.000 millones de dólares al año, lo que los convierte en uno de los inversores más importantes y en un factor influyente de financiamiento de la actividad política, social y empresaria.

Lo segundo es el dominio territorial que han logrado y que ya supera incluso a las propias estructuras políticas y del Estado en las villas miserias y barrios marginales del Gran Buenos Aires, Gran Rosario, Gran Córdoba y parajes del Noroeste y del Noreste argentino.

No en vano los punteros se están volviendo también narcos. Reflexionemos por un momento sobre la impresionante consolidación de la red de logística de venta de drogas, que llega a cubrir casi todas las ciudades y pueblos grandes, medianos y pequeños de la República Argentina.

El dato más reciente es el modo en que las redes de narcotráfico han llegado a dominar toda la gama de delitos y enrolar a los que antes operaban sueltos. Este verdadero ejército que se está conformando, de delincuentes armados diseminados por nuestras ciudades, es un enemigo de temer.

No se puede subestimar a una organización que trafica personas desde otros países y lleva autos robados de Córdoba a Bolivia o Perú.

Para hacer un parangón de la complejidad a la que nos enfrentamos: esto es tan difícil como combatir a las guerrillas urbanas y rurales de la década de 1970.
Si aquella vez lo hicimos tan mal y en forma tan vergonzosa, no deberíamos subestimar el desafío al que nos enfrentamos ahora. La actitud de nuestros gobernantes tiene que cambiar, entonces.

La Presidenta, los gobernadores y los intendentes deberían estar asumiendo la cuestión con una ­seriedad acorde a la envergadura del problema.

Hay medidas urgentes por tomar para romper la influencia de los narcos en las barriadas, cortar sus canales de lavado de dinero y, sobre todo, neutralizar su influencia y su oferta tentadora en la juventud ­desprevenida, que cree que la ma­rihuana, la cocaína y las pastillas, así como el consumo de alcohol, no son tan graves.

No perdamos el tiempo en chicanas políticas e instrumentemos de inmediato esas acciones.

*Miembro de Civilitas, Esperanza Federal.


La Voz del Interior, 19-11-13