lunes, 16 de septiembre de 2013

LA REALIDAD INTERNACIONAL DESMIENTE LAS TEORÍAS CONSPIRATIVAS Y EL PESIMISMO SOBRE LAS POSIBILIDADES DE INDEPENDENCIA



Un acuerdo que pone en relieve los límites cada vez mayores de EE.UU.


POR ANA BARON

“Señor Gorbachov, derribe este muro ya”, dijo en tono desafiante el presidente Ronald Reagan el 12 de junio de 1987 a pocos metros del muro de Berlín. “Nosotros pensamos que la libertad y la seguridad van juntas, que el progreso de la libertad humana sólo puede fortalecer la causa de la paz en el mundo”, agregó.

Veintiocho años después, el presidente ruso Vladimir Putin le envió a su colega Barack Obama, el jueves pasado, un mensaje tan duro como lo fue el de Reagan a Gorbachov.

“Señor Obama, termine con el excepcionalismo estadounidense. La idea de que ustedes son superiores con la que han justificado todas las guerras. Todos somos iguales ante Dios”, dijo –palabras más, palabras menos– en un artículo de opinión que que publicó el jueves en el diario The New York Times.

Las palabras de Reagan entonces, como las de Putin ahora, ilustran bien cómo ha cambiado el estado de las relaciones de fuerza en el mundo.

En 1987, Estados Unidos se sentía invencible. Daba por sentado que había ganado la Guerra Fría. Su poder militar y económico no eran cuestionados por nadie.

Después de dos guerras, en Afganistán y en Irak , y tras la crisis económica de 2008, la influencia de Estados Unidos en el mundo actualmente es muchísimo menor a la que tenía entonces.

El acuerdo firmado ayer en Ginebra entre el Secretario de Estado, John Kerry, y el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguei Levrov, es producto de esta nueva realidad. De hecho, sólo fue posible porque el presidente Obama no logró ni el apoyo internacional ni el apoyo doméstico que necesitaba para poder atacar Siria. El impulso de sus preparativos para lanzar el anunciado ataque fue frenado por el voto en el Parlamento británico que le negó al primer ministro del Reino Unido, David Cameron, la posibilidad de acompañar a Obama en una nueva aventura militar.

El “no” británico y el del muchísimos países más puso en evidencia la pérdida de influencia de Estados Unidos en el mundo. Y a eso se sumó la incapacidad de Obama para liderar y la falta de una política consistente con respecto a Siria.

En efecto, desde un principio Obama se mostró muy renuente a intervenir en ese país, aunque luego decidió mandar los buques al Mediterráneo afirmando que el ataque químico sirio no podía quedar impune. El “no” parlamentario británico lo hizo retroceder. Resolvió entonces pedirle el apoyo al Congreso estadounidense. Y cuando se dio cuenta que no lo lograba, aceptó rápidamente la propuesta diplomática soviética para eliminar todas las armas químicas sirias que, según se supo luego, ya habían discutido sin éxito.

En ese contexto, el acuerdo de ayer, sin duda, es el triunfo de la Realpolitik en un mundo globalizado cada vez más multipolar.

En efecto, el texto acordado no es un producto de una batalla ideológica ni de una convicción moral, como podría ser el excepcionalismo estadounidense. Es producto de que tanto el presidente Obama como su colega Putin vieron que el acuerdo les convenía de una forma muy pragmática y realista.

Obama logró evitar una eventual dura derrota en el Congreso, donde la mayoría de los legisladores estaban en contra del ataque. Putin, por su parte, demostró que Rusia ha recuperado su poder de influencia no sólo a nivel internacional sino también a nivel regional en el Oriente Medio.

Cada una de las partes hizo concesiones. Estados Unidos renunció a que la amenaza militar fuera incluida en la resolución de las Naciones Unidas que oficializará el acuerdo. Si Siria no cumple, habrá una nueva discusión en el Consejo de Seguridad.

Rusia, a su vez, tuvo que aceptar que Estados Unidos no sacará totalmente de la mesa la opción militar. “Si la diplomacia fracasa, Estados Unidos sigue preparado para actuar”, dijo el presidente Obama ayer en un mensaje sobre el tema. Por otra parte, Rusia también aceptó que el plan para desmantelar el arsenal sirio tuviera un calendario muy rígido y verificable, cosa que reclamaba la Casa Blanca.

A largo plazo, el ganador sin embargo es Rusia porque, si el acuerdo funciona, al fin y al cabo su aliado, el presidente sirio Bachar al Assad, permanecerá en el poder. En medio del desmantelamiento de las armas químicas, será ya muy difícil seguir armando y apoyando a los rebeldes.


Clarín, 15-9-13