martes, 23 de julio de 2013

LA PEOR COSA QUE PUEDE SUCEDER ES QUE LA GENTE ACEPTE LA NEGACIÓN DE LA POLÍTICA



                                  Luis Inacio Lula Da Silva

“Incluso cuando se está desanimado
con todo y con todos, no desista
de la política. ¡Participe! Si no encuentra
en otros al político que busca, podrá
encontrarlo en sí mismo”.

El ex presidente brasileño Luis Inacio Lula Da Silva expresó en distintos medios de comunicación su apoyo a las manifestaciones contra la corrupción en su país, y llamó al Partido de los Trabajadores y de la presidenta Dilma Rousseff, a una "renovación profunda. Creo que las manifestaciones son el reflejo de éxitos sociales, económicos y políticos", escribió Lula en un artículo, publicado en The International Herald Tribune, edición internacional de The New York Times y otras publicaciones.

También Lula aprovecho su intervención al cerrar la Conferencia Nacional “2003-2013: Una nueva política externa”, organizado por la universidad en Sao Bernardo do Campo, para pronunciarse sobre los últimos acontecimientos políticos de su país. De protesta en protesta, se construye el tejado”, dijo Lula comparando las manifestaciones que vive su país en las últimas semanas reclamando mejoras sociales y el fin de la corrupción, con su propia trayectoria política.

“De protesta en protesta, un día ustedes pueden llegar a la Presidencia de la República", aseguró, además de afirmar que "en Europa, las protestas son para no perder lo que conquistaron. En Brasil, las protestas son para conquistar más”.

Lula pidió a los jóvenes que no le den la espalda a la política, pese a los incontables casos de corrupción que hay.

“Cuando ustedes estén cabreados con la vida, que no confíen en nadie, no me gusta Lula, no me gusta Dilma (Rousseff), no me gusta (Luiz) Marinho (actual alcalde de Sao Bernardo do Campo y ministro durante el Gobierno de Lula), no me gusta quien sea, aún así, no nieguen la política. Y mucho menos nieguen los partidos políticos. Ustedes pueden hacer otros”, dijo.

“La peor cosa que puede suceder en el mundo es que la gente acepte la negación de la política. No existe ninguna experiencia en el mundo en que la negación de la política tuviera un resultado mejor que el de la putrefacción de la política”, aseguró Lula durante su discurso.

Nuevas voces
“La juventud, conectada a las redes sociales y con los dedos ágiles en sus celulares, ha salido a las calles para protestar en diversas regiones del mundo.

Parecía más fácil explicar las razones de tales protestas cuando acontecían en países sin democracia, como Egipto y Tunez en 2011, o donde la crisis económica llevó el desempleo juvenil a niveles aterradores, como en España o en Grecia, por ejemplo. Pero la llegada de esa ola a países con gobiernos democráticos y populares, como Brasil, cuando tenemos las menores tasas de desempleo de nuestra historia y una inédita expansión de derechos económicos y sociales, exige de todos nosotros, líderes políticos, una reflexión más profunda.

Muchos creen que esos movimientos significan la negación de la política. Yo creo justamente que es todo lo contrario: ellos indican la necesidad de ampliar aún más la democracia y la participación ciudadana. De renovar la política, aproximándola a las personas y a sus aspiraciones cotidianas.

Yo solo puedo hablar con propiedad sobre Brasil. Hay una nueva generación ávida en mi país, y creo que los movimientos recientes son, en gran medida, resultado de conquistas sociales, económicas y políticas obtenidas en los últimos años. Brasil consiguió en la última década más que duplicar el número de estudiantes universitarios, muchos de ellos que venían de familias pobres. Redujimos fuertemente la pobreza y la desigualdad. Son grandes hechos, pero también es absolutamente natural que los jóvenes, especialmente aquellos que están obteniendo lo que sus padres nunca tuvieron, deseen más.

Estos jóvenes tenían 8, 10, 12 años cuando el partido que yo ayudé a crear, el PT, junto con sus aliados, llegó al poder. No vivieron la represión de la dictadura en los años 60 y 70. No vivieron la inflación de los años 80, cuando lo primero que hacíamos al recibir el salario era correr a un supermercado y comprar todo lo que fuese posible antes que los precios subiesen al día siguiente. También tienen pocos recuerdos de los años 90, cuando se estancaba la economía y el desempleo deprimían nuestro país. Ellos quieren más. Y es comprensible que sea así. Tuvieron acceso a la enseñanza superior, y ahora quieren empleos calificados, donde puedan aplicar lo que aprendieron en las universidades. Pasaron a contar con servicios públicos de los que antes no disponían, y ahora quieren mejorar su calidad. Millones de brasileros, inclusive de las clases populares, pudieron comprar su primer auto y hoy también viajan en avión. La contrapartida, en tanto, debe ser un transporte público eficiente y digno, que facilite la movilidad urbana, haciendo menos penosa y estresante la vida en las grandes ciudades.

Las ansias de los jóvenes, por otro lado, no son apenas materiales. También quieren mayor acceso al place y la cultura. Y, sobretodo, reclaman instituciones políticas más transparentes y limpias, sin las distorsiones del anacrónico sistema partidario y electoral brasilero, que hasta hoy no se consiguió reformar. Es imposible negar la legitimidad de tales demandas, así no sea viable atenderlas a todas de inmediato. Es preciso encontrar fuentes de financiamiento, establecer metas y planear como ellas serán gradualmente alcanzadas.

La democracia no es un pacto de silencio. Es la sociedad en movimiento, discutiendo y definiendo sus prioridades y desafíos, anhelando siempre nuevas conquistas. Y mi fe es que solamente en democracia, con mucho diálogo y construcción colectiva, esos objetivos pueden ser alcanzados. Solo en democracia un indio podría ser electo Presidente de Bolivia, y un negro Presidente de los Estados Unidos. Solo en democracia un operario y una mujer podrían tornarse Presidentes de Brasil.

La historia muestra que, siempre que se negó a la política y los partidos, y se buscó una solución de fuerza, los resultados fueron desastrosos: guerras, dictaduras y persecución de minorías. Todos sabemos que, sin partidos, no puede haber verdadera democracia. Pero cada vez se hace más evidente que nuestra población no quiere sólo votar cada cuatro años, delegando su destino a los gobernantes. Quieren interactuar en el día a día con los gobiernos, tanto locales como nacionales, participando de la definición de las políticas públicas, opinando sobre las principales decisiones que les afectan.

En suma: no quieren apenas votar, quieren ser escuchados. Y eso constituye un tremendo desafío para los partidos y los líderes políticos. Supone ampliar las formas de escucha y de consulta, y los partidos precisan dialogar permanentemente con la sociedad, en las redes y las calles, en los lugares de trabajo y de estudio, reforzando su interlocución con las organizaciones de los trabajadores, las entidades civiles, los intelectuales y los dirigentes comunitarios, pero también con los sectores llamados desorganizados, que no por eso tienen necesidades y deseos menos respetables.

Y no solo en períodos electorales. Ya se dice, y con razón, que la sociedad entró en la era digital y la política permanece analógica. Si las instituciones democráticas supieran utilizar creativamente las nuevas tecnologías de comunicación, como instrumentos de diálogo y participación, y no de mera propaganda, podrían oxigenar -y mucho- su funcionamiento, sintonizándose de modo más efectivo con la juventud y todos los sectores sociales.

En el caso del PT, que tanto contribuyó para modernizar y democratizar la política brasilera y que hace diez años gobierna mi país, estoy convencido de que el también precisa renovarse profundamente, recuperando su vínculo cotidiano con los movimientos sociales. Dando respuestas nuevas a problemas nuevos. Y sin tratar a los jóvenes con paternalismo.

La buena noticia es que los jóvenes no son conformistas, apáticos, indiferentes a la vida pública. También aquellos que hoy creen que odian la política, están comenzando a hacer política mucho antes de lo que yo comencé. A la edad de ellos, no imaginaba convertirme en un militante político. Y terminamos creando un partido, cuando descubrimos que en el Congreso Nacional prácticamente no había representantes de los trabajadores. Inicialmente no pensaba en candidatearme a nada. Y terminé siendo Presidente de la República. Conseguimos, por la política, reconquistar la democracia, consolidar la estabilidad económica, recuperar el crecimiento, crear millones e nuevos empleos y reducir la desigualdad en mi país. Pero claro aún hay mucho por hacer. Y qué bueno que los jóvenes quieran luchar para que el cambio social continúe y a un ritmo más intenso.

Otra buena noticia es que la Presidenta Dilma Rousseff supo escuchar la voz de las calles y dio respuestas corajudas e innovadoras a sus preocupaciones. Propuso, antes que nada, una convocatoria a un plebiscito popular para hacer la tan necesaria reforma política. Y lanzó un pacto nacional por la educación, la salud y el transporte público, en el cual el gobierno federal dará gran apoyo financiero y técnico a los estados y municipios.

Cuando hablo con la juventud brasilera y de otros países, acostumbro decir a cada joven: así estés irritado con la situación de tu ciudad, de tu estado, de tu país, desanimado de todo y de todos, no niegues la política. Al contrario ¡participá! Porque el político que deseas, sino está en los otros, puede estar dentro tuyo.



LA ONDA® DIGITAL, 23/30-7-13