lunes, 10 de junio de 2013

LA REALIDAD DE LOS PUEBLOS ORGINARIOS

Sin el enfoque romántico y sensiblero de la ideología indigenista, se advierte como aplican los derechos humanos.

Fuenteovejuna en el Altiplano

POR GUSTAVO SIERRA

Como en Fuenteovejuna, aquí no hay culpables. Apenas si aparecen justicieros y defensores de la autoridad comunitaria. La justicia federal y la constitución nacional no tienen cabida en el altiplano boliviano. Si alguien delinque se lo pasa por las duras manos de la justicia aimara. Esta semana fueron cuatro los muertos. Todos justificados por las creencias y costumbres de hace miles de años y que aún persisten en forma tozuda a 4.000 metros de altura, en las comunidades rurales de la Bolivia de Evo Morales.

En los pueblos de Colquechaca y Tres Cruces, de unos 5.000 habitantes, en la provincia de Potosí, aplicaron la ley comunitaria y enterraron vivo a un presunto violador y prendieron fuego a dos supuestos asaltantes. Unos días antes había sido en el Chapare, en Cochabamba. Los líderes aimaras locales atraparon a seis ladrones que se hacían pasar por una patrulla policial antidrogas y también los quemaron vivos.

Recuerdo haber llegado a Ayo-Ayo, a tres horas de La Paz, cuando aún humeaban las cenizas del alcalde del pueblo, Benjamín Altamirano, que había sido quemado al pie de la estatua del máximo héroe aimara el Tupac Kafari. Lo acusaban de haberse quedado con dinero del pueblo. “Esta desgracia viene de la impotencia”, me dijo entonces Augusto Mejía, un hombre de piel de cobre oscuro, gordo, con chambergo negro y unos anteojos enormes, que oficiaba de vocero pero no aceptaba la responsabilidad de lo ocurrido. “No hubo más remedio. Existía mucha corrupción con el finado Altamirano. El pueblo ha sido muy tolerante, hemos esperado la justicia sin pasar la legalidad, hemos estado en la fiscalía, en el ministerio, y nunca hubo respuesta. Finalmente ocurrió lo que tenía que ocurrir”.

Es lo mismo que le pasó a Santos Ramos, un chico de 17 años de Colquechaca al que acusaron de haber violado y asesinado a otro indígena quechua como él, de 35 años. Fue detenido, golpeado y enterrado vivo boca abajo para que su “ajayu” o espíritu no salga a vengarse, y le colocaron encima el ataúd de la supuesta víctima.

En el altiplano boliviano se aplica la ley de hace mil años porque no hay ninguna más moderna que haya llegado allí. Evo Morales se encamina a una nueva reelección que lo mantendrá en el poder hasta el 2020 gracias a la constitución del 2009 que reconoce la legalidad de la ley comunitaria pero no la ejecución de las víctimas. Evo se beneficia de una ley que no llega a las comunidades más relegadas y pobres de su país.


Clarín, 9-6-13