lunes, 25 de marzo de 2013

LA IGLESIA SIEMPRE SE OCUPÓ DE LOS POBRES



La misericordia y la beneficencia son amigas de Dios


San Gregorio de Nisa (s. IV)

Ve un hombre a su prójimo que no tiene pan ni medios para procurarse el alimento indispensable y en vez de apresurarse a ofrecerle ayuda para rescatarlo de la miseria, lo observa como quien observa una planta verde que se está marchitando lastimosamente por  falta de agua.

Y sin embargo, ese hombre abunda en riquezas y podría ayudar a muchos con sus bienes. Lo mismo que el caudal de una sola fuente puede regar una vasta extensión de terreno, así la abundancia de un solo hogar puede librar de la miseria a un gran número de pobres, si no lo impiden la tacañería y la avaricia del hombre, como acontece con una roca que cae en el arroyo y desvía la corriente.
No vivamos únicamente según la carne: vivamos según Dios. La misericordia y la beneficencia son las amigas de Dios. Si se establecen en el corazón del hombre, lo divinizan y lo modelan a semejanza del soberano Bien, para que sea imagen de la esencia primera y simplísima que supera todo conocimiento.

Sed, pues, moderados en el uso de los bienes de esta vida. No os pertenece todo; al menos una parte de estos bienes debe quedar para los pobres, que son amados especialmente por Dios. Pues todo viene de Dios, que es Padre común de todos, y todos nosotros somos hermanos de raza. Lo ideal sería que los hermanos disfrutasen de una parte igual de la herencia. Pero si algunos se apropian la mayor parte de la herencia, que al menos los demás tengan también una parte. Y si alguno pretende poseer la herencia toda entera con exclusión de sus numerosos hermanos, éste es un tirano despiadado, un hombre sin corazón, un ser insasiable.

Usad, pues, de los bienes de la tierra, pero no abuséis de ellos.