lunes, 15 de octubre de 2012

LA CONFUSIÓN SEMÁNTICA DE LOS KIRCHNER




Daniel Gattás
(Docente de la UNC y de la UCC, miembro de Esperanza Federal)

Los Kirchner, primero Néstor y ahora Cristina, comenzaron desde hace varios años una cruzada contra el Grupo Clarín, particularmente sobre Héctor Magnetto, a quien eligieron como el gran enemigo. Lo transformaron en una especie de Osama bin Laden vernáculo a quien nadie conoce bien, pero al que responsabilizan de ser el promotor de la “cadena del desánimo” y de todo lo malo que ande dando vueltas por allí.

Buceando en las razones que motivaron esta obsesión, que se trasmitió verticalmente y sin discusión a todos los militantes K, era buscar un contrincante de fuste.
Es que no se justificaba castigar a una oposición dividida y diluida que se autodestruye día a día por la impericia de sus dirigentes, incapaces de incorporar cuanto menos un tema en la agenda nacional.
Desde una visión maquiavélica del poder, hubiera sido darle entidad y reconocer a la oposición como una alternativa de gobierno.

En cambio, el grupo empresarial aparecía como una buena opción, ya que no se disciplinaba en transmitir los “grandes logros” tal como al Gobierno nacional le hubiera gustado, ya que su visión autoritaria no admite que el modo de informar sea diferente al que ellos imaginan.
Además, era la justificación ideal para crear y solventar medios afines con recursos públicos.

La técnica utilizada fue llamarlo “monopolio”, muletilla pegadiza y fácil de repetir para los defensores del “modelo”.
Sin embargo, en esta confusión semántica, olvidaron decir que monopolio supone la existencia de un solo oferente –en este caso, del servicio informativo– que no tiene sustitutos próximos, cosa que obviamente no sucede en el caso de Clarín, ya que siempre ha existido una gran variedad de alternativas de información en nuestro país.
Para ser aun más claro, un uso monopólico es lo que hace el Gobierno nacional cuando utiliza como propios a los canales 7, 9 y Encuentro, entre otros, que se dedican casi con exclusividad a hacer propaganda política, a defenestrar a quienes piensan diferente y a castigar sin piedad a aquellos que tengan la osadía de presentarse como una alternativa viable.

Contradicciones. 
Es importante que se cumpla la ley de medios, pero lo que resulta inadmisible es que mientras los medios privados se ven obligados a desinvertir, el Estado invierta cifras siderales para difundir publicidad a favor del Gobierno.
Dicho en otros términos, es malo cuando lo hacen otros, es bueno cuando lo hago yo.
Como no han logrado en este tiempo manejar la conducta y la mente de quienes piensan distinto, utilizan todos los medios posibles para destruirlos.
Por ejemplo: tratan de incorporar jueces de manera prepotente, afectando a una institución como el Consejo de la Magistratura, que fue creada con el espíritu de darle independencia a la Justicia.

¿Y en Córdoba, qué? ¿Qué nos queda para nuestra Cadena 3, que escuchamos con orgullo a lo largo y a lo ancho del territorio nacional; que es un ejemplo de cómo se puede crecer a través del esfuerzo y la sana administración; que es un bastión del federalismo; que es una muestra cabal de independencia y sensatez?

Sin dudas, su futuro es preocupante y todos los cordobeses tendríamos que estar preocupados, pues algunos fundamentalistas que rinden culto al poder central ya hablan del “monopolio cordobés”, sobre el que hay que actuar, con lo cual en la práctica también descalifican a otras emisoras de gran nivel que luchan a brazo partido para conseguir anunciantes que les permitan mantenerse en el aire garantizando la pluralidad.
Dos monedas. Siguiendo con la confusión semántica, la Presidenta sostuvo en su visita a Harvard que “cepo cambiario” es un título mediático, obviamente creado por La Nación y Clarín.

Es posible que la expresión “cepo”, que supone un instrumento que sirve para inmovilizar y amarrar, no sea la más acertada. Quizá habría que llamar a la medida “restricción” o como más les guste a Cristina; pero lo que le queda claro al ciudadano común es que nadie puede acceder al mercado oficial a comprar moneda extranjera para ahorrar o realizar operaciones según más le conveng a.
El argumento es que la gente atesora, es decir que saca el dinero fuera del sistema, sea que lo tenga en su casa o en cajas de seguridad.

Es claro que el atesoramiento es muy dañino para la economía, pero ¿no sería mejor preguntarse por qué los argentinos tienen estas conductas? ¿No sería más adecuado revisar nuestra historia para comprender mejor el problema? ¿No sería mejor luchar contra la inflación, para que la gente vea como positivo ahorrar en pesos? Es negar en la práctica la histórica y acertada Ley de Gresham, que data del siglo XVI, la cual afirma que, cuando en una economía circulan simultáneamente dos monedas y una de ellas es considerada por el público como “buena” y la otra como “mala”, esta última siempre expulsa de la circulación a la buena, porque los agentes económicos utilizan como medio de pago la “moneda mala” y atesoran la buena.
¿Hasta cuándo se van a seguir enojando con el cartero por el contenido de la carta? ¿Cuándo se mirarán un poquito para adentro?

La Voz del Interior, 15-10-12