viernes, 25 de marzo de 2011

UNA DISCUSIÓN SERIA SOBRE EL MEDIO AMBIENTE


Luis Vanella*

Demasiado tiempo se dejó pasar sin interesarnos de las consecuencias negativas que se verificaban en el mundo. Los diferentes ecosistemas están siendo alterados en forma irreversible; el daño es inmenso. En este contexto, se discute empujados por intereses, apoyándose en una gran superficialidad a partir de las ideologías y no de la realidad.

Esta modalidad infantil de posicionarse ante los problemas es un obstáculo para encontrar soluciones, porque atenta contra la posibilidad de implementar en lo inmediato políticas y estrategias concretas que no sólo pongan freno a la degradación del ambiente, sino que, además, nos permitan poner en marcha estrategias de remediación. La cuestión no es menor, ya que estamos hablando del rediseño de una parte importante de la matriz productiva nacional.

¿Evidencia científica?. Para el ciudadano común, la ciencia siempre resultó una fuente de conocimiento que ofrecía certezas, a partir de las cuales se puede construir positivamente todo un andamiaje de alto impacto en el hombre, su calidad de vida, los sistemas productivos y la relación que establece con el medio ambiente.

Hoy, ya no es así. La diversidad de hipótesis, teorías y conclusiones, sumada a los importantes intereses económicos en juego, ha desprovisto a la ciencia de la necesaria contundencia, del indispensable peso específico para contribuir a fijar rumbos o líneas de trabajo indiscutibles.

Meses atrás, en una mesa de debate en la Legislatura de la provincia de Córdoba, con motivo de una posible modificación a la reglamentación de la Ley de Agroquímicos, la mayoría de los panelistas, por no decir todos, suscribía y adhería de manera ferviente a los resultados de la investigación llevada a cabo por un grupo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), liderado por la doctora Alejandra Paganelli, según la cual el herbicida más usado en la Argentina –el glifosato– puede ser relacionado con malformaciones y abortos espontáneos en mujeres expuestas al producto durante el embarazo.

Datos refutados. No salí de mi asombro cuando, posteriormente, el actual director del Centro de Toxicología de la Universidad de Guelph, Canadá, y profesor emérito de la Facultad de Ciencias Ambientales de esa universidad, doctor Keith Solomon, sostuvo: “En la comunidad científica internacional, el glifosato no es motivo de discusión sobre su toxicidad ni es un tema que genere preocupación por sus efectos en la salud humana y el ambiente”.

Para mayor sorpresa, Solomon señaló: “La investigación de Paganelli y su grupo de trabajo no fue un buen trabajo de evaluación toxicológica; en él se utilizó una dosis que fue entre 9 y 15 veces superior a la concentración normal. Además, al realizar la experiencia en condiciones in vitro, en placas de Petri, no hay forma de que se lave el producto como ocurre en el medio ambiente. Son condiciones totalmente irreales. Y el hecho de que se haya inyectado directamente el glifosato en embriones de anfibios, para trasladar sus efectos a los humanos, es totalmente estúpido, como el que decide tomarse un trago de plaguicida”.

Los resultados de la investigación de Paganelli no sólo fueron descalificados por Solomon; en sentido similar se expresó el científico Jim Seanborn, investigador de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, quien concluyó que “ese trabajo serviría para mostrar a los estudiantes todo lo que no hay que hacer en un trabajo científico”.

Pero mi capacidad de asombro se vio totalmente superada cuando accedí a un informe de una Comisión Científica Interdisciplinaria del propio Conicet conformada “especialmente para evaluar la información científica vinculada a la incidencia del glifosato sobre la salud humana y el ambiente”.

Cito en forma textual la conclusión expuesta en el abstract (resumen) del informe: “Con base en la información relevada a la fecha del presente estudio, cabe concluir que bajo condiciones de uso responsable –entendiendo por ello la aplicación de dosis recomendadas y de acuerdo con buenas prácticas agrícolas– el glifosato y sus formulados implicarían un bajo riesgo para la salud humana o el ambiente”.

Un problema de todos. Es indispensable que la sociedad tome conciencia sobre la cuestión ambiental, fijando puntos de acuerdo que pongan freno a la degradación del ambiente y apunten a su recuperación. Sin el compromiso social, es impensable el establecimiento de políticas de Estado serias.

La primera consecuencia del compromiso social debe ser el establecimiento de acuerdos suprapartidarios que posibiliten fijar políticas de Estado.

El deterioro de las condiciones medioambientales se mide en decenios y en centurias, no importa quién gobierne, no importa cuántas elecciones haya de por medio.

Las políticas ambientales, lejos del facilismo demagógico, deben tener la necesaria seriedad, madurez y continuidad que la cuestión requiere.

*Movimiento A Puertas Abiertas.

La Voz del Interior, 25-3-
11

lunes, 21 de marzo de 2011

EL FÁRMACO QUE CURA DEL TODO NO ES RENTABLE


El Premio Nobel de Medicina de 1993 Richard Roberts, en una entrevista publicada en el diario La Vanguardia, denuncia que las farmacéuticas se dedican a desarrollar medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad.

- ¿Qué modelo de investigación le parece más eficaz, el estadounidense o el europeo?
- Es obvio que el estadounidense, en el que toma parte activa el capital privado, es mucho más eficiente. Tómese por ejemplo el espectacular avance de la industria informática, donde es el dinero privado el que financia la investigación básica y aplicada, pero respecto a la industria de la salud... Tengo mis reservas.

- Le escucho.
- La investigación en la salud humana no puede depender tan sólo de su rentabilidad económica. Lo que es bueno para los dividendos de las empresas no siempre es bueno para las personas.

- Explíquese.
- La industria farmacéutica quiere servir a los mercados de capital...

- Como cualquier otra industria.
- Es que no es cualquier otra industria: estamos hablando de nuestra salud y nuestras vidas y las de nuestros hijos y millones de seres humanos.

- Pero si son rentables, investigarán mejor.
- Si sólo piensas en los beneficios, dejas de preocuparte por servir a los seres humanos.

- Por ejemplo...
- He comprobado como en algunos casos los investigadores dependientes de fondos privados hubieran descubierto medicinas muy eficaces que hubieran acabado por completo con una enfermedad...

- ¿Y por qué dejan de investigar?
- Porque las farmacéuticas a menudo no están tan interesadas en curarle a usted como en sacarle dinero, así que esa investigación, de repente, es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad y le hacen experimentar una mejoría que desaparece cuando deja de tomar el medicamento.

- Es una grave acusación.
- Pues es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación no para curar sino sólo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo y de una vez para siempre. Y no tiene más que seguir el análisis financiero de la industria farmacológica y comprobará lo que digo.

- Hay dividendos que matan.
- Por eso le decía que la salud no puede ser un mercado más ni puede entenderse tan sólo como un medio para ganar dinero. Y por eso creo que el modelo europeo mixto de capital público y privado es menos fácil que propicie ese tipo de abusos.

- ¿Un ejemplo de esos abusos?
- Se han dejado de investigar antibióticos porque son demasiado efectivos y curaban del todo. Como no se han desarrollado nuevos antibióticos, los microorganismos infecciosos se han vuelto resistentes y hoy la tuberculosis, que en mi niñez había sido derrotada, está resurgiendo y ha matado este año pasado a un millón de personas.

- ¿No me habla usted del Tercer Mundo?
- Ése es otro triste capítulo: apenas se investigan las enfermedades tercermundistas, porque los medicamentos que las combatirían no serían rentables. Pero yo le estoy hablando de nuestro Primer Mundo: la medicina que cura del todo no es rentable y por eso no investigan en ella.

- ¿Los políticos no intervienen?
- No se haga ilusiones: en nuestro sistema, los políticos son meros empleados de los grandes capitales, que invierten lo necesario para que salgan elegidos sus chicos, y si no salen, compran a los que son elegidos.

- De todo habrá.
- Al capital sólo le interesa multiplicarse. Casi todos los políticos – y sé de lo que hablo- dependen descaradamente de esas multinacionales farmacéuticas que financian sus campañas. Lo demás son palabras...

diario7.com.ar/ marzo 21, 2011

EL INDEC Y OTROS ORGANISMOS PUBLICAN INFORMACIÓN SENSIBLE CON MUCHO RETRASO



Por Matías Longoni

La tarea de los expertos que pretenden realizar un análisis de l a realidad económica, social, previsional o laboral actualmente se ve dificultada o trabada por las conocidas sospechas y manipulaciones que pesan sobre el índice de precios al consumidor (IPC) que elabora y difunde el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). Pero a esto se suma que, a partir de la “intervención” política del secretario Guillermo Moreno a fines de 2006, el organismo dejó de difundir una serie de estadísticas. El panorama se completa con otra gran cantidad de información estadística a cargo de diferentes organismos del Estado que también dejaron de publicarse o están desactualizadas .

Uno de los sectores que sufre el mayor atraso estadístico es la Seguridad Social . El último informe sectorial que fue publicado por la ANSeS corresponde al cuarto trimestre de 2008. Se trata de un Boletín que suministra, entre otras cifras, el número de beneficiarios de la seguridad social, cantidad de aportantes, los pagos de las ex cajas provinciales y la ejecución de la caja del organismo.

Algunos de esos datos estaban siendo publicados también en el Boletín Estadístico de la Seguridad Social, que elabora la respectiva Secretaría que depende del Ministerio de Trabajo. Pero sucede que la última publicación es del primer trimestre de 2010. Son datos con un atraso de un año .

También se difunden con atraso varios datos laborales , como el número de beneficiarios de las prestaciones de desempleo o de los planes de empleo.

Por el lado del INDEC, además de dejar de elaborar el IPC Nacional, el organismo eliminó de sus trabajos el informe sobre la variación de los precios según quintiles de ingreso. Esa información permitía medir el impacto de la inflación según los distintos estratos sociales.

También suprimió la difusión de l os precios promedio de una lista de cincuenta alimentos y bebidas que servía como referencia de los valores relevados por los encuestadores. Y otra serie de estadísticas quedó bajo sospecha por la adulteración del índice de precios, como la evolución del PBI, el valor de la canasta básica, la pobreza e indigencia o tipo de cambio real. Además, de estos indicadores se desprenden conclusiones divergentes según se descuente la inflación oficial o las mediciones de los Institutos provinciales.

A su vez, los números desagregados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) sólo están disponibles hasta el segundo trimestre de 2010. Este atraso impide evaluar la evolución más reciente de otras variables, como la calidad del empleo.

El ocultamiento de información por la vía de la no actualización de los informes también alcanza al Ministerio de Economía: el último Boletín Fiscal publicado es del segundo trimestre de 2010. Allí suele haber datos importantes, como la evolución de la cantidad de empleados en el Gobierno Nacional. También está desactualizada -alcanza hasta 2008- la información sobre el “gasto público consolidado”, que permite tener una idea de cómo se gastan los recursos públicos en el conjunto Nación, Provincias y Municipios.

Esta situación alentó la “privatización” de las estadísticas, ya que ante el descrédito oficial, muchas consultoras privadas –sobre las que pesan intimaciones y multas-se lanzaron a cubrir esos baches. Pero lo hacen de manera parcial o incompleta ya que no disponen de las fuentes de información que sí tiene el Gobierno; o no cuentan con todas las estructuras para encarar esas tareas.

Clarín, 21-3-11

sábado, 19 de marzo de 2011

FUKUSHIMA


Fukushima ¿Catástrofe real o campaña mediática?


Vistas las serias contradicciones entre las muy alarmistas campañas mediáticas emprendidas casi al unísono por diversos medios, y el tono mesurado de los pocos informes oficiales del Japón, de las pocas voces de argentinos residentes allá, y de las muy cautas expresiones de los pocos –muy pocos- científicos que fueron entrevistados al respecto, cabe al menos abrigar serias dudas acerca del “Apocalipsis nuclear”; el que más parece un montaje mediático que una expresión de la realidad.

Objetivamente, las centrales nucleares soportaron muy bien los embates del descomunal terremoto, el cual alcanzó una altísima graduación - 9 en la Escala de Ritcher - por cierto muy poco frecuente.

Tal como estaba previsto ante contingencias excepcionales, los reactores se detuvieron inmediatamente, soportando tanto el primer gran movimiento sísmico como los posteriores. Los inconvenientes surgidos aproximadamente una hora después del sismo, fueron consecuencia directa del “tsunami” (expresión japonesa, adoptada por los anglosajones, e impuesta hoy por la prensa, siendo “maremoto” la correcta palabra castellana).

Hasta donde fue posible leer, coincidentemente con las consultas a especialistas del Sector Nuclear, los problemas comenzaron al inundarse la llamada en la jerga usina “Diesel de emergencia” que suministra, valga la redundancia, energía eléctrica en situaciones imprevistas para hacer funcionar las bombas del circuito de refrigeración de emergencia del núcleo frente a eventos de falta de suministro de energía de red (situación surgida del tremendo terremoto afectando todas las poblaciones aledañas).

Ese incidente y la ausencia de otras alternativas de enfriamiento, ante el colapso eléctrico generalizado, causaron el recalentamiento del reactor, el cual produjo la oxidación del zirconio y la consecuente liberación de hidrógeno que al combinarse con el oxígeno provocó las explosiones que se vieron por TV.

Los incendios posteriores fueron de tipo químico (incendios corrientes), NO nucleares, ocurrieron en el edificio del reactor, pero no dañaron las protecciones especiales denominadas Estructuras de Contención.

La proverbial organización y la disciplina japonesas, (constatables en la página del Nuclear Industry Safety Agency NISA) como MEDIDAS PREVENTIVAS hicieron evacuar los alrededores de la planta atómica afectada, en un radio de 30 kilómetros a la redonda.

No pudieron comprobar más que esporádicas emanaciones de niveles de relativo riesgo de emisiones radioactivas; esto según informes emitidos por el Jefe de Gabinete nipón Yukio Edano.

Cabe señalar que buscando trabajosamente entre la maraña de informes periodísticos meramente anecdóticos, frases impactantes de escaso contenido y embrollos informativos que mezclaban con manifiesta mala fe los muertos y desaparecidos por el maremoto y el terremoto, con fragmentarias y apocalípticas “informaciones” de las centrales nucleares, poco y nada en limpio y confiable puede obtenerse; teniendo en cambio todas las características de esos operativos mediáticos a escala planetaria, manipulados como maniobras de desinformación.

En Fukushima el final está aún abierto, pero todo permite suponer una paulatina solución exenta de catástrofes.

Por otra parte, son muy dudosas las “preocupaciones” de Alemania y Francia ante “similares” problemas que los registrados en Japón, pues esos países no sufren terremotos ni maremotos…pero claro, están en plena campaña preelectoral…y “lo verde” “compra votos”.

Además Alemania está gobernada por una coalición verde, muy deseosa de seguir con las costosas subvenciones a las “energías alternativas” (eólica y solar básicamente), cuyas ineficiencias las paga el erario germano; y los irracionales ataques a la generación nuclear en Alemania, provocaron su reemplazo por generación en base a carbón (¿ecología?), a electricidad importada (mucha de ella de origen nuclear), y la masiva importación de gas natural ruso, aún a costa de construir un carísimo gasoducto en el Mar Báltico. O sea que la irracionalidad ecolátrica también es alemana.

Algunos hechos importantes omitidos son:

Se incendiaron plantas de almacenaje de gas, presumiblemente con víctimas (sin datos divulgados).
Con seguridad deben haberse dañado y/o incendiado algunas plantas de almacenaje o refinación de petróleo.
Todo indicaría que las muchas presas hidroeléctricas que tiene Japón soportaron muy bien los embates sísmicos (tal como sucedió en Turquía y otros países afectados por terremotos, en los que las hidroeléctricas no colapsaron, según expresiones del experto Ing. Juan Carmona).
Las contramedidas de emergencia y prevención provocaron un muerto a causa de un accidente convencional en la central 4. No por radiación.
En cambio, hasta el momento no hubo población directamente afectada por los daños que sufrieron las centrales nucleares, las medidas tomadas tienen carácter precautorio, se tomaron en general con el tiempo suficiente, y las pocas fugas de gases con componentes radioactivos fueron de bajos niveles, no comprometiendo la salud de la gente.

Para tener una idea comparativa, según las autorizadas opiniones de varios expertos del Sector Nuclear, las radiaciones a las que podría (solo potencialmente) verse expuesta parte de la población, es equivalente a la causada por un par de radiografías, e igual o menor que la que reciben del sol los pilotos comerciales al volar a grandes altitudes.

Evidentemente detrás de la gigantesca campaña mediática en pleno montaje, está la intención de volver a frenar a la actividad nuclear. Los beneficiarios de ese eventual nuevo “parate” nuclear, serían las grandes petroleras transnacionales, y los que lucran con los muy fuertes subsidios en base a los cuales se están instalando pequeñas e ineficientes centrales solares, y las costosas y problemáticas centrales eólicas, que son complementarias pero no sustitutivas de las usinas de base.

Al efecto, es útil recordar que las únicas tecnologías aptas para funcionar como bases de los sistemas eléctricos son tres: la termoeléctrica (quemando combustibles fósiles y contaminando mucho), la hidroeléctrica y la nuclear.

Los países desarrollados ya utilizan todos sus potenciales hidroeléctricos, ergo: no pueden construir nuevas represas. Si se les cancela la alternativa nuclear, se deja “el campo libre” a más usinas basadas en petróleo, gas o carbón. Eso además de los “placebos” (falsas soluciones) de las eólicas, solares, hidrógeno y demás “nuevas fuentes”.

Las transnacionales de la ecología, como “fuerzas de choque” de las petroleras, eólicas y similares, echan leña al fuego para demonizar a la generación nuclear. Todo el “montaje mediático” cierra a la medida.

Mientras tanto, las Potencias Emergentes (China, Brasil, India y otras) que necesitan crecientes provisiones de energía, guardan prudentes silencios…y evidentemente no dejarán la opción nuclear, porque es segura y porque estratégicamente la necesitan.

Cabe finalmente aclarar que un incidente como el de Japón no podría ocurrir en Argentina, por los muy bajos riesgos sísmicos, por los altos índices de seguridad de la tecnología nuclear argentina, y porque las costas del Atlántico no son proclives a maremotos.

¡Argentina de ningún modo debe cancelar ni retardar nuestro resurgimiento nuclear!

Por: C.P.N.Carlos A. Ortiz

viernes, 18 de marzo de 2011

NUEVOS DOCUMENTOS DE UNA REBELIÓN EN LA ARQUIDIÓCESIS (Córdoba)

Descubrir lo encubierto. Cuando las piedras gritan.

Por Pbro. Nicolas Alessio
Fecha marzo 17th, 2011

“Para el poder, el secreto no pertenece al orden del abuso; es indispensable para su funcionamiento”

Michel Foucault, Historia de la Sexualidad, 1. La Voluntad del Saber, ed. Siglo veintiuno editores, 2005


El pronunciamiento del Grupo Angelelli a favor del Matrimonio Igualitario, entendiendo que la homosexualidad no es ni enfermedad, ni delito, ni pecado, quitó el velo al pretendido “pensamiento único” del magisterio vaticano en general y del episcopado argentino en particular.

Quitar este velo, haciendo pública nuestra posición, fue considerado un delito, por eso la “pena” aplicada se justifica afirmando: “Ha divulgado por escrito y de palabra por los medios de comunicación en contra del magisterio eclesiástico” (Proceso Penal Ordinario Prot. 22/2010).

Desnudar ante la opinión pública, que en el mundo católico existen diversas, plurales y a veces contrapuestas opiniones, reflexiones y sentires merece el juicio y la sanción. Los obispos argentinos saben absolutamente que existen estas posiciones disímiles en el seno del pensamiento cristiano y católico. Lo que desato el “proceso penal” es que estas posiciones fueran “divulgadas”. Si se mantenían ocultas, subterráneas, silenciadas, no se hubiera iniciado el juicio canónico. Para esta jerarquía eclesial, mantener en “secreto” estas voces distintas, “es indispensable para su funcionamiento” .

Es cierto, en la medida que quieren seguir siendo poder en el peor de los sentidos del término poder. Algo similar en aquella escena del domingo de ramos, cuando los jerarcas judíos le pidieron a Jesús que hiciera callar a sus seguidores, la respuesta fue contundente: “…si estos callan, gritaran las piedras”. Las piedras están gritando y no dejarán de hacerlo.
----------------------------
Más documentos en:

¿DECRECIMIENTO O BARBARIE?



Resumen de la charla pronunciada por Serge Latouche, ayer, 10 de febrero de 2011 a las 8 de la tarde, en el Colegio Mayor Larraona, en Pamplona-Irunea, organizada por el COLECTIVO DALE VUELTA – BIRA BESTE ALDERA (MOVIMIENTO POR EL DECRECIMIENTO)

Comienza la charla con la anécdota de su comida en Bilbao, en el transcurso de las Jornadas sobre Decrecimiento, “Decrecimiento y Buen Vivie”, en las que acaba de participar. En el restaurante había grabados de Marx, Groucho, no Karl, lo que le trajo a la memoria las palabras pronunciadas por ese humorista:

“¿Por qué nos tenemos que preocupar por el futuro? ¿Acaso el futuro se preocupa por nosotros?

Para quienes compartan esa frase, poco les importa el “decrecimiento o la barbarie”.

¿Qué es la barbarie?

La barbarie la estamos experimentando ya, incluso en nuestros países, en los países más desarrollados y ricos del planeta. Especialmente en los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, España). La política de corte neoliberal y reaccionario aplicada, por ejemplo, en España y Grecia, por gobernantes socialistas, en cuyos programas electorales y en sus políticas de partido, estaban contempladas medidas absolutamente contradictorias con las que se están aplicando, van en la dirección de sumir a grandes masas de la población de esos países en la más absoluta miseria.

Estamos ya caminando hacia la barbarie.

Pero, ¿cómo evitarla?

Para ello, lo primero es identificar la naturaleza de la actual crisis.

La crisis actual no es sólo una crisis económica, sino una crisis de civilización.

La actual civilización, la civilización occidental capitalista, que prácticamente se ha extendido por todo el mundo, se basa fundamentalmente en el crecimiento.

Justamente, el decrecimiento es la vía para evitar esa crisis global, el colapso de la sociedad a la que nos dirigimos inexorablemente, a causa de ese crecimiento exponencial que está agotando los recursos limitados de nuestro planeta.

¿Qué es el decrecimiento?

“Decrecimiento” es una palabra de uso habitual relativamente reciente. Antes de 2002 dicha palabra no se utilizaba con la cotidianeidad con la que se utiliza actualmente.

Es una palabra provocadora, que pretende lanzar un misil a la línea de flotación del actual sistema capitalista cuya “religión” neoliberal tiene un Dios: el crecimiento por el crecimiento para maximizar los beneficios del capital.

La palabra “decrecimiento” es, y eso se pretendió al utilizarla, una bomba semántica.

Surge como una respuesta al slogan del “crecimiento sostenible” lanzado por las minorías dirigentes mundiales.

Este concepto fue acuñado por El Club Mundial del Desarrollo Sostenible, que está apoyado por los mayores criminales ecológicos del planeta (Monsanto, Nestlé,…)

Y la sociedad ha caído en esa trampa semántica, la del desarrollo sostenible, la del crecimiento sostenible (términos contradictorios en sí mismos, habida cuenta del carácter limitado de los recursos de los que podemos disponer la humanidad en un planeta finito como es la Tierra).

Fruto de la colaboración (de Latouche), con un grupo de pensadores-activistas sudamericanos, constataron, que el desarrollo del hemisferio Norte era posible gracias a la destrucción del hemisferio Sur.

Después de la caída del muro de Berlín, el primer mundo, el bloque occidental, y el segundo mundo, el bloque socialista, se unificaron, y de hecho se convirtió en un solo mundo dirigido por el pensamiento y las políticas neoliberales.

Pero ese necesario decrecimiento no hay que extenderlo a todas las categorías de la realidad.

Hay que crecer en la calidad del agua en el mundo.

Hay que crecer en la calidad del aire que respiramos. (Alusión a lo que está pasando ahora mismo en Madrid, Barcelona, y otras ciudades españolas)

Hay que crecer en calidad de vida, en la alegría, en la felicidad.

Hay que crecer en la producción de trigo en el mundo, no para alimentar a los cerdos, a los animales, sino para alimentar a los humanos.

Hay que decir NO, al crecimiento por el crecimiento.

La sociedad occidental del crecimiento ha sido fagocitada por la economía, por el sistema capitalista.

El crecimiento es absolutamente imprescindible para aumentar los beneficios de los capitalistas. El proceso de acumulación del capital, descrito hace casi más de 150 años por Karl Marx, no Groucho, para el cual es imprescindible el crecimiento, sin importar si ese crecimiento es beneficioso o no para los seres humanos individuales o para la humanidad en su conjunto, es el motor del sistema capitalista.

Desde la II GUERRA MUNDIAL, un poco más tarde en el caso español debido al franquismo, se implantó en el mundo occidental la sociedad de consumo de masas.

Tres son los pilares de la sociedad de consumo en la que vivimos:

• LA PUBLICIDAD, que crea necesidades, en la mayoría de las veces falsas necesidades, que al no poder ser cubiertas por la inmensa mayoría de la población, se convierten en frustraciones. La gente feliz no necesita consumir. La gente frustrada, necesita consumir para conseguir una falsa felicidad. “No es más feliz quien más tiene, quien más consume, sino quien menos necesita”, o como dice un amigo suyo, “es preferible conseguir un nuevo amigo, que un nuevo coche”.

• LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA, esto es producir productos que van a durar un tiempo determinado, para que necesitemos renovarlos, y seguir consumiendo. (Ejemplo de las impresoras, que están programadas para averiarse aparentemente, y que cuando pretendes arreglarlas, resulta que es más barato comprar una nueva, con el consiguiente despilfarro energético y de materias primas, que reparar la que tienes.)

• EL CRÉDITO, proporcionado por esas instituciones filantrópicas, llamadas bancos, que “generosamente” nos facilitan el dinero que no tenemos (y que quizás nunca seamos capaces de tener) para poder comprar una multitud de bienes o cachivaches que no nos hacen ninguna falta. Como se ha podido comprobar los bancos prestan dinero hasta a los NINJAS (NO INCOMES, NO JOBS, NO ASSETS = NO INGRESOS, NO TRABAJO, NO BIENES (PROPIEDADES/GARANTÍAS)
Esos créditos a los NINJAS, o más conocidos como SUBPRIMES, créditos tóxicos, incobrables, son los que han sido el detonante de la crisis financiera, al ser mezclados indiscriminadamente con otros activos contaminando a toda la banca mundial, provocando la caída de Lehman Brothers, y poniendo al borde de la bancarrota a toda la banca mundial que ha debido ser saneada mediante la inyección de ingentes cantidades de dinero. Según estimaciones, la suma necesaria para el saneamiento completo del sistema financiero mundial se requerirán unos fondos equivalentes a entre 10 y 15 veces el PIB mundial.

A partir de la caída del muro de Berlín este modelo de sociedad se mundializa, se globaliza: TODO SE CONVIERTE EN MERCANCÍA.

El decrecimiento es un movimiento que pretende que la sociedad salga de esa “religión”, de la religión del crecimiento por el crecimiento, del crecimiento sostenido, que no sostenible.

Aunque tal vez sería mejor hablar de a-crecimiento, deberíamos convertirnos en agnósticos, o ateos, de la “religión” del crecimiento.

Debemos ser capaces de poner en marcha un proyecto alternativo, de construir otro paradigma.

Esto se hará de forma diferente en cada lugar, en cada país. Cada uno debe encontrar y construir su propia vía, su propia alternativa.

En realidad ese movimiento hacia una sociedad alternativa se inicia ya en la década de los 70: la SOCIEDAD AUTÓNOMA.

En dicha sociedad son los hombres los que forjan su propio futuro, y no dejan, que como ha sucedido en el actual sistema, el proyecto de la modernidad sea traicionado por la economía.

Eso es lo que ha pasado en Grecia, y está pasando en España: son los mercados los que dictan las decisiones neoliberales que deben asumir, o sí o sí, por los gobiernos socialistas, en contra de su propio programa, y lo que es más grave, en contra de la voluntad y los intereses mayoritarios de sus pueblos.

En el pasado, cuando los Reyes o los gobernantes ponían en marcha políticas que sumían en la miseria y la hambruna a sus pueblos, la solución era, relativamente, fácil: el pueblo se
rebelaba y enviaba a la guillotina a los sátrapas.

Pero ahora, ¿cómo guillotinamos a los mercados? ¿Cómo aplicamos la antigua ley de cortar la mano a los ladrones, y cortamos la “mano invisible” del mercado?

Frente a la actual situación, y para hacer frente al colapso que se avecina, no tenemos otra alternativa, para no sumir a la humanidad en la barbarie, que crear una sociedad de “abundancia frugal”, para que el mundo, que es limitado, lo pueda soportar.

Es importante que seamos capaces de crear una abundancia relativa de los bienes indispensables para la subsistencia y felicidad de todos los humanos dentro de un paradigma de frugalidad, de mesura y contención voluntaria y responsable.

¿Por qué es necesario ese cambio?

Porque el actual modelo de sociedad no es sostenible.

Y porque en esa sociedad, a pesar, o mejor, gracias a la frugalidad, viviríamos mejor.

Para entender porque no es posible el actual modelo de sociedad debemos explicar en qué consiste la “huella ecológica” y cuál es su actual dimensión a nivel mundial y a nivel de las distintas regiones y países.

¿Qué es la huella ecológica?

El hombre, las sociedades humanas, los países, la humanidad en su conjunto para vivir, para desarrollar sus actividades vitales, necesita espacio, tierra.

Necesita espacio para cultivar sus alimentos, para construir sus habitáculos, sus ciudades, sus vías de comunicación, necesita bosques y masas verdes para regenerar el anhídrido carbónico y transformarlo en oxígeno,...

Y la tierra, esa gran bola que flota en el espacio, aunque su superficie nos pueda parecer inmensa, es limitada.

En la actualidad cada persona está ocupando un promedio de 2,2 Has, lo que viene a suponer un 40% más de la superficie total disponible (descontando los océanos, las altas cumbres, los desiertos,…). Es decir que estamos ocupando y utilizando más superficie de la que disponemos, y eso es posible porque se la estamos robando (por la sobreexplotación de los recursos – combustibles fósiles y minerales – y el aumento de la contaminación de nuestros deshechos) a las generaciones futuras, a nuestros hijos y nietos.

Pero si vemos cual es la distribución entre los distintos países, vemos que los españoles estamos ocupando 3 tierras, que los estadounidenses ocupan 10 planetas, mientras que todos los países africanos ocupan mucho menos espacio de la Tierra del que les correspondería por su volumen de población; pero a pesar de su “generoso regalo”, en su conjunto los países desarrollados ocupan tanta superficie por encima de sus posibilidades, que en el conjunto, la humanidad necesitaría, en estos momentos, de tener disponible casi otra media Tierra adicional.

Pero veamos con más detalle lo que ocurre con los recursos energéticos.

El principal recurso energético que ha posibilitado el desarrollo de la sociedad actual, ha sido el petróleo. Y el petróleo está alcanzando su pico, su cénit, su máximo de producción, de acuerdo con la curva de Hubbert, geólogo norteamericano experto en extracción de petróleo, que predijo con increíble exactitud la fecha en la que se iba a producir el máximo de producción y posterior declive de los pozos norteamericanos.

Y es una realidad, que ya hemos alcanzado (2005), según unos, o estamos muy próximos, según otros (2012-2015) el pico del petróleo, el “peak-oil”.

La actual producción que se sitúa ligeramente por debajo de los 88 millones de barriles día, va a ser poco probable que se supere, y a partir de ahí es más que probable que empiece a disminuir, a pesar de la demanda creciente de petróleo.

La consecuencia inmediata de ese crecimiento exponencial es que estamos destruyendo, erosionando el suelo, los bosques tropicales en los que se concentra la mayor biodiversidad del planeta.

Según algunos científicos, estamos asistiendo a la SEXTA EXTINCIÓN. La QUINTA fue la de los brontosaurios…

El principal problema es que la velocidad de extinción de especies es en el actual proceso de extinción muchísimo más rápida: se están extinguiendo entre 50 y 100 especies al día.

Y además, este proceso está siendo provocado por el hombre.

Desde otro punto de vista, esta sociedad no es deseable: la desigualdad en el mundo avanza a pasos cada vez más acelerados. Las tres mayores fortunas del mundo equivalen al PIB total de África.

Y lo que es peor, incluso en las sociedades más ricas, más privilegiadas las personas no son felices, hay cada vez más infelicidad, más suicidios, hasta de niños…

Según la nef (new economics foundation, http://www.neweconomics.org), que ha creado y elabora el Índice de Felicidad (http://www.happyplanetindex.org), en el que se tienen en cuenta la esperanza de vida, la huella ecológica y el bienestar de la gente (satisfacción subjetiva en la vida), los países con mayor PIB per cápita, no son los que tienen mayor Índice de Felicidad: por ejemplo, EEUU ocupa el lugar 150, por debajo de China (31), Italia (66), Irán (67), Luxemburgo (74), Bélgica (78), Alemania (81), España (87), India (90), Japón (95), Reino Unido (108), Suecia (119), Francia (129), Grecia (133), Portugal (136).

Mientras que el pequeño archipiélago de Vanuatu, en el sur del Océano Pacífico, 1000 millas al este del norte de Australia, ocupa la primera posición, seguido por un sorprendente segundo puesto de Colombia, y una retahíla de países de Centro América y el Caribe (Costa Rica, Dominica, Panamá, Cuba, Honduras, Guatemala, El Salvador, Saint Vincent y Las Granadinas, Santa Lucía).

No es de extrañar que el puesto 13 lo ocupe un pequeño y no especialmente rico ni desarrollado país, Buthan, cuyo rey Jigme Singye Wangchuk, en 1972, introdujo ese concepto como eje director de la política que debía regir a su país, introduciendo importantes reformas que democratizaron el país que pasó a ser gobernado por un Consejo de Ministros y en el que recientemente se han realizado las primera elecciones para elegir democráticamente a la Asamblea Nacional.

Y el final de la lista lo componen países como Rusia (172), Estonia (173), Ucrania (174), República Democrática del Congo (175), Burundi (176), Suazilandia (177), y Zimbawe (178).

Podemos constatar que la sociedad del crecimiento, incluso en aquellos países que han tenido crecimiento, no es una sociedad feliz.

Pero lo pero, es que a partir de la reciente crisis, la sociedad occidental se ha convertido en una, de manera patente.

Aunque es cierto que este fenómeno, sociedad-del-crecimiento sin crecimiento, ya venía ocurriendo esto, pero de forma oculta, no tan evidente. Uno de los principales artífices de esta falsa sensación de crecimiento ilusorio de las últimas décadas, ha sido Alan Greespan, aunque el tema venga de los años 70, en las que se introdujeron las políticas neoliberales por parte de Reagan y la Tatcher. La fórmula empleada ha sido una reducción impositiva a las rentas más altas y a las rentas del capital, acompañada con una política monetaria expansiva, con unos tipos de interés muy bajos, que han favorecido un alto nivel de especulación.

Pero si hacemos un análisis más detallado de la evolución del PIB mundial de los últimos años, y deducimos del PIB TOTAL, los gastos de reparación, para compensar la destrucción provocada por la actividad económica (incremento de los gastos de sanidad como consecuencia del incremento de enfermedades provocadas por el deterioro del medio ambiente, gastos para la mejora del medio ambiente, o mejor para el menor deterioro del mismo, gastos en armamento para tratar de conservar las fuentes de energía, como el gas y el petróleo,…, actividades todas éstas que se incluyen como sumatorios en el cálculo del PIB tradicional), observamos que a partir de 1970 el PIB REAL, ha ido decreciendo.

Es decir que el decrecimiento real de la economía ya es un hecho que se viene produciendo desde la década de los años 70, aunque se haya mantenido la ficción, la ilusión, de que seguíamos creciendo. De hecho los beneficios de las clases dominantes seguían creciendo vertiginosamente y la concentración de la riqueza en menos manos se ha acelerado.

Aunque la sociedad en conjunto no experimentase en realidad ninguna mejora, hasta la reciente crisis teníamos la falsa “ilusión” de que seguíamos creciendo.

A partir de la presente crisis ya no tenemos ni esa falsa “ilusión” de crecimiento. (Aunque el proceso de progresivo enriquecimiento y concentración de la riqueza en cada vez menos manos se siga produciendo, pero ahora por el trasvase de riqueza de los más débiles de esos poderosos a los más fuertes – véase como Botín sigue haciéndose con el “botín” de muchos bancos extranjeros, y como pronto, y eso es de mi cosecha, le serviremos en bandeja, después de haberlas “acicalado” adecuadamente para la ocasión con el escaso dinero de todos los contribuyentes españoles, la parte más golosa de nuestras Cajas de Ahorro, último reducto de la banca social en nuestro país, aunque en estos últimos tiempos hayan sido objeto del pillaje y bandería de nuestra impresentable clase política).

Y ahora nos encontramos con la peor, la mayor, la más cruel, la más atroz, y la más maquiavélica de las paradojas (que ni Unamuno, genio de las paradojas, hubiese sido capaz de imaginar):

UNA SOCIEDAD DE CRECIMIENTO SIN CRECIMIENTO,

UNA SOCIEDAD DE CONSUMO SIN CONSUMO.

Y este decrecimiento forzoso e imprevisto, no es lo mismo que el decrecimiento voluntario y planificado.

LA AUSTERIDAD IMPUESTA NO ES LO MISMO QUE LA FRUGALIDAD ELEGIDA.

No hay nada pero que una sociedad del crecimiento sin crecimiento, ya que significa un incremento significativo del paro, y de que existan menos recursos disponibles para la sanidad, para la enseñanza, para la mejora del medio ambiente, para la lucha contra la contaminación,…

Estamos en una sociedad controlada por la oligarquía, por “los mercados”. Sege Latouche cuenta que en su reciente visita por Bilbao, le chocó la cantidad de cámaras de vigilancia que había por las calles, vigilándonos a todos, controlándonos a todos.

Eso no es más que una muestra de un fenómeno que se está extendiendo por toda Europa, el INCREMENTO DE LA REPRESIÓN.

Por todas esas razones hay que optar por una sociedad en decrecimiento.

Hay que activar el CIRCULO VIRTUOSO:

RE-EVALUAR
RE-VALUAR
RE-CONCEPTUALIZAR
RE-DISTRIBUIR
RE-UTILIZAR
RE-LOCALIZAR
RE-ESTRUCTURAR
RE-CICLAR

¿Cómo?

Cada país, cada región, cada localidad es diferente, y las vías tienen que ser y serán diferentes: no es lo mismo Texas que Chiapas.

Es necesaria una Revolución Cultural: lo primero que tenemos que cambiar es el propio paradigma de cada uno de nosotros.

Tenemos que cambiar nuestros conceptos tanto en lo relativo al consumo como a la producción de lo que necesitamos para vivir.

Y hay que actuar colectivamente, políticamente.

Este es un esquema del PROGRAMA REFORMISTA que se presentó en las últimas elecciones francesas:

• Conseguir que nuestra Huella Ecológica sea soportable: consumir mejor, relocalizar, evitando consumos energéticos innecesarios en el transporte

• Reducir el transporte internacional incrementando los costes del mismo con ecotasas apropiadas (anécdota del choque en Francia de un camión que transporta tomates españoles al Norte de Europa y de un camión que transporta tomates holandeses a España: resultado del choque, una inmensa salsa de tomate europea)

• Relocalizar las actividades

• Restaurar la agricultura tradicional campesina

• Reasignar los incrementos de productividad, reduciendo el tiempo de trabajo e incrementando el empleo

• Relanzar la producción de bienes “relacionales” que no consumen recursos

• Reducir el consumo energético por 4 (¿Por qué por 4? Simplemente tomaron la cifra de una organización de técnicos francesa NEGA WATT que calculó esa cifra, y que según ellos con esa reducción se podrían mantener prácticamente iguales los actuales estándares de vida)

• Restringir fuertemente la publicidad

• Reorientar el I+D: democratizar sus objetivos

• Reapropiarse el dinero:
- creación de monedas paralelas (locales, regionales)
- que el ahorro local se invierta en proyectos locales

En síntesis se preconiza una vuelta al estoicismo, del que Séneca fue un gran exponente español.


Navarra, 11 de febrero de 2002






jueves, 17 de marzo de 2011

INSTRUCCIÓN PASTORAL


Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias

por Conferencia Episcopal Española

Introducción

Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado (Ga 5, 1)

1 . Proclamar el Evangelio a todos los pueblos, sin distinción de lengua, raza o nación (cf. Ap 5, 9), y llevar a todos los hombres y mujeres al encuentro con Cristo, Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6), es la misión de la Iglesia en el mundo. Los cristianos, que saben que en Cristo está la vida y que la vida es la luz de los hombres (cf. Jn 1, 4), sienten como propios los gozos y los sufrimientos de toda persona humana. «Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» [1] . Por eso, cuando la dignidad de la persona queda ultrajada porque se atenta contra su vida, contra su libertad o contra su capacidad para conocer la verdad, los cristianos no pueden callar. Los obispos, como sucesores de los apóstoles, tenemos de modo singular la responsabilidad de ofrecer a todos los hombres, creyentes o no, la luz del Evangelio, anunciando que para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado (Ga 5, 1). Liberados por Él del pecado, que divide a los hombres, todos podemos encontrarnos en una convivencia verdadera: Jesucristo es nuestra paz (Ef 2, 14). Desde Él discernimos y enjuiciamos los caminos de la auténtica paz a la vez que la violencia e injusticia que la hacen imposible.

2. En España, el terrorismo de ETA se ha convertido desde hace años en la más grave amenaza contra la paz porque atenta cruelmente contra la vida humana, coarta la libertad de las personas y ciega el conocimiento de la verdad, de los hechos y de nuestra historia. Sobre tan doloroso tema, esta Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, en comunión con el Santo Padre, Juan Pablo II [2] , y en continuidad con las anteriores intervenciones de la propia Conferencia y de diversos miembros del episcopado español [3] , ofrece la presente Instrucción Pastoral a los católicos y a todos los que deseen prestarle atención. Damos así cumplimiento a una de las acciones previstas en el Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española para el cuatrienio 2002-2005 [4] y animamos a todos a trabajar sinceramente, según las posibilidades de cada cual, para eliminar la lacra social del terrorismo y consolidar la convivencia en la libertad y el respeto de los derechos humanos [5] .

3. El profeta Isaías advierte del peligro del oscurecimiento de la conciencia en su capacidad de discernir el bien: ¡Ay de los que al mal llaman bien, y al bien llaman mal; que de la luz hacen tinieblas, y de las tinieblas luz! (Is 5, 20). El mismo Jesucristo avisa: si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad! (Mt 6, 23).

Ante un dilema moral, adoptar intencionadamente una actitud ambigua cierra el camino a la determinación de la bondad o de la maldad de una realidad o de una conducta. La Iglesia considera una de sus obligaciones básicas iluminar las conciencias, como maestra y testigo del Evangelio, para que puedan alcanzar con seguridad y sin error la verdad moral capaz de guiar la vida [6] .

Al proceder ahora al análisis moral del terrorismo, en particular del de ETA, deseamos prestar este servicio a la Iglesia primero y a la vez a la sociedad. A pesar de las reiteradas condenas que la inmensa mayoría de personas y grupos sociales hacen de la violencia terrorista, a veces se observan ambigüedades que ocultan el enjuiciamiento moral coherente de la asociación terrorista.

4. Presentamos una valoración moral del terrorismo de ETA que va más allá de la condena de los actos terroristas, tratando de descubrir sus causas profundas. Nos lo exige nuestro ministerio pastoral, una de cuyas principales tareas es ayudar a la formación de la conciencia de los cristianos y de todas las personas que buscan en la Iglesia una luz para la vida. Lo esperan con razón quienes se sienten angustiados e indefensos ante el problema más grave de nuestra sociedad.

Analizamos el terrorismo de ETA a la luz de la Revelación y de la Doctrina de la Iglesia, y lo calificamos como una realidad intrínsecamente perversa, nunca justificable, y como un hecho que, por la forma ya consolidada en que se presenta a sí mismo, resulta una estructura de pecado. Emitimos un juicio moral sobre el nacionalismo totalitario que se halla en el trasfondo del terrorismo de ETA, porque no se puede entender el uno sin el otro.

I. El terrorismo, forma específica de violencia armada

5. Entendemos por terrorismo el propósito de matar y destruir indistintamente hombres y bienes, mediante el uso sistemático del terror con una intención ideológica totalitaria. Al hablar de terror nos referimos a la violencia criminal indiscriminada que procura un efecto mucho mayor que el mal directamente causado, mediante una amenaza dirigida a toda la sociedad. Las acciones terroristas no se refieren sólo a un acto o a algunas acciones aisladas, sino a toda una compleja estrategia puesta al servicio de un fin ideológico. Juan Pablo II ha señalado que:

«No se pueden cerrar los ojos a otra dolorosa plaga del mundo actual: el fenómeno del terrorismo, entendido como propósito de matar y destruir indistintamente hombres y bienes, y crear precisamente un clima de terror y de inseguridad, a menudo incluso con la captura de rehenes. Aun cuando se aduce como motivación de esta acción inhumana cualquier ideología o la creación de una sociedad mejor, los actos del terrorismo nunca son justificables» [7] .

Esta aproximación nos permite captar que la maldad del terrorismo es más profunda que la de sus actos criminales, ya de por sí horrendos. Existe una intención inscrita en esos actos que busca un efecto mayor con el fin de aterrorizar a una sociedad y hoy, incluso, al mundo entero. El terrorismo busca una «utilidad» más allá de sus crímenes; intenta que un grupo muy reducido de personas mantenga en tensión a toda la sociedad, obteniendo una amplia repercusión política, potenciada por la publicidad que obtienen sus nefandas acciones. Los terroristas cuentan con que su actividad criminal es «rentable» en términos políticos y, por eso, la justifican como «necesaria» en virtud de sus propios objetivos. No pueden ocultar la naturaleza lamentable de sus acciones, pero tratan de darles un «sentido» político que las haría, en su opinión, legítimas.

El recurso al terror, junto con el intento de su justificación política ante la sociedad a la que se aterroriza es lo que da un carácter específico a la violencia terrorista que la distingue de otros tipos de violencia.

6. La naturaleza del terrorismo es, por tanto, diversa de la guerra o de la guerrilla. Esta diferencia ha sido reconocida por diversos organismos internacionales que entienden que incluso en la guerra deben ser perseguidos los actos terroristas [8] . Si las acciones de guerra, nunca deseables, pueden ser reconocidas en algún caso como respuesta legítima, cuando sea proporcionada frente a la agresión injusta, el terrorismo nunca podrá ser considerado como una forma de legítima defensa, precisamente porque no es una respuesta proporcionada, sino el ejercicio indiscriminado de la violencia contra toda clase de personas. Es, por principio, una amenaza para todos, pues todos son, de hecho, considerados como «culpables», y podrían ser sacrificados en aras de objetivos políticos «superiores». De ahí que no se pueda aceptar de ningún modo la equiparación del terrorismo a la acción de guerra. Tal equiparación no corresponde a la realidad y no es justa.

7. El terrorismo es, también, diverso de la simple delincuencia organizada. Las organizaciones terroristas suelen mantener contactos con diversas agrupaciones delictivas. Pero, mientras otros grupos de delincuentes sólo tienen como fin el propio lucro, el terrorismo tiene fundamentalmente una finalidad política que presenta como justificativa de sus acciones, a las que trata de dar la mayor publicidad posible, a diferencia de lo que hace la delincuencia ordinaria.

8. Dentro de la ideología marxista-revolucionaria, a la que se adscriben muchos terrorismos, entre ellos el de ETA, es normal querer justificar sus acciones violentas como la respuesta necesaria a una supuesta violencia estructural anterior a la suya, ejercida por el Estado. A su juicio, la violencia de Estado sería la violencia originaria, verdadera culpable de la situación conflictiva, en la medida en que es anterior a todas las demás y puede ser ejercida con más medios. Hay que denunciar sin ambages esta concepción inicua, contraria a la moral cristiana, que pretende equiparar la violencia terrorista con el ejercicio legítimo del poder coactivo que la autoridad ejerce en el desempeño de sus funciones. A la vez se debe manifestar también la inmoralidad de un posible uso de la fuerza por parte del Estado, al margen de la ley moral y sin las garantías legales exigidas por los derechos de las personas.

II. El objeto del juicio moral: terror criminal ideológico

9. Una vez definido el fenómeno del terrorismo, podemos constatar en qué consiste su maldad específica y última, a saber: en atentar contra la vida, la seguridad y la libertad de las personas, de forma alevosa e indiscriminada, con el fin de llegar a imponer su proyecto político, presentando sus actos criminales - el terror - como justificables por su interpretación ideológica de la realidad. El terrorismo no niega que sus actividades sean violentas y que están cargadas de consecuencias lamentables, pero las justifica como necesarias en virtud de la supuesta grandeza del fin perseguido. Es una explicación ideológica de la violencia criminal en el peor sentido de la palabra «ideológica», es decir, encubridora de algo injustificable [9] .

El terrorismo persigue la extensión del terror para producir una situación de debilidad del orden político legítimo, que le permita imponer sus criterios por la fuerza, a costa del atropello de los derechos humanos más elementales, como son el derecho a la vida y a la libertad. Este fin no puede ser compartido jamás.

10. Por todo ello, es muy importante calificar con precisión a una organización como terrorista. A causa de la relevancia de la ideología presente en toda asociación terrorista, estas agrupaciones se encaminan a hacer plausible una argumentación ideológica mediante la deformación del lenguaje, usando un discurso que, al ser difundido sistemáticamente, dificulta en gran medida el análisis sereno de la realidad del terrorismo y el reconocimiento del objeto moral en cuestión. Es necesario «dar a cada cosa su propio nombre» [10] y hablar con claridad y precisión del terrorismo, como de un problema específico irreductible. Hay que tener una idea clara de lo que el terrorismo es para poder hacerse un juicio adecuado sobre la moralidad del mismo.

III. Juicio moral sobre el terrorismo

11. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano? (Gn 4, 9). Con esta frase Caín se niega a aceptar la responsabilidad de la suerte de Abel y esconde la tragedia de un asesinato que quiere ocultar. Si Adán buscó esconderse de Dios después de haber pecado, Caín busca escapar de la responsabilidad ante su crimen. Un elemento fundamental de la actividad terrorista es tratar de eludir el juicio moral de sus acciones justificándolas ideológicamente. Esto se hace, en particular, mediante el método que se denomina de la transferencia de la culpa, que consiste en culpabilizar a quienes se oponen al terrorismo de ser los causantes de la violencia que los terroristas mismos ejercen.

La Doctrina de la Iglesia nos da luz en este punto y nos permite calificar netamente al terrorismo como una realidad perversa en sí misma, que no admite justificación alguna apelando a otros males sociales, reales o supuestos. Es más, hace posible que apreciemos hasta qué punto el terrorismo es una estructura de pecado generadora ella misma de nuevos y graves males [11] .



a) El terrorismo es intrínsecamente perverso, nunca justificable

12. El Magisterio de la Iglesia es unánime al declarar que el terrorismo, tal como lo hemos definido anteriormente, es intrínsecamente malo, y que, por tanto, no puede ser nunca justificado por ninguna circunstancia ni por ningún resultado [12] . En este sentido, volvemos a repetir la condena que hicimos en 1986, en la Instrucción Pastoral Constructores de la paz:

«El terrorismo es intrínsecamente perverso, porque dispone arbitrariamente de la vida de las personas, atropella los derechos de la población y tiende a imponer violentamente el amedrentamiento, el sometimiento del adversario y, en definitiva, la privación de la libertad social» [13] .

El terrorismo merece la misma calificación moral absolutamente negativa que la eliminación directa y voluntaria de un ser humano inocente, prohibida por la ley natural y por el quinto mandamiento del Decálogo: no matarás (Ex 20, 13). Los católicos saben que no pueden negar, o pasar por alto, este juicio sin contradecir su conciencia cristiana y, en consecuencia, sin ir contra la lógica de la comunión de la Iglesia [14] .

Denunciar la inmoralidad del terrorismo forma parte de la misión de la Iglesia como un modo de defender la dignidad de la persona en un asunto de la máxima repercusión social. No se puede aceptar en el caso del terrorismo la posibilidad reconocida por la Doctrina social de la Iglesia de la legitimidad de una revolución violenta cuando se la considera el único medio de defensa ante una injusta opresión sistemática y prolongada [15] .

13. La calificación moral del terrorismo, absolutamente negativa, se extiende, en la debida proporción, a las acciones u omisiones de todos aquellos que, sin intervenir directamente en la comisión de atentados los hacen posibles, como quienes forman parte de los comandos informativos o de su organización, encubren a los terroristas o colaboran con ellos; quienes justifican teóricamente sus acciones o verbalmente las aprueban. Debe quedar muy claro que todas estas acciones son objetivamente un pecado gravísimo que clama al cielo (Gn 4, 10) [16] .

El llamado «terrorismo de baja intensidad» o «kale borroka» merece igualmente este juicio moral negativo. En primer lugar, porque sus agentes actúan movidos por las mismas intenciones totalitarias del terrorismo propiamente dicho. En segundo lugar, porque las actuaciones de este terrorismo de baja intensidad están frecuentemente coordinadas con las del terrorismo de ETA, ya que en la lucha callejera se preparan sus futuros agentes, como demuestra la experiencia, y con ella se destruye abusivamente el patrimonio común, se perturba la paz de los ciudadanos y se amenaza su seguridad y libertad. Ninguna consideración puede justificar esta forma de violencia, mantenida artificialmente, con el fin de sostener la influencia del terrorismo y extender socialmente sus ideas.

14. La presencia de razones políticas en las raíces y en la argumentación del terrorismo no puede hacer olvidar a nadie la dimensión moral del problema. Es ésta la que debe guiar e iluminar a la razón política al afrontar el problema del terrorismo. El olvido de la dimensión moral es causa de un grave desorden que tiene consecuencias devastadoras para la vida social. Siempre existirán pretendidas o reales razones políticas que resulten capaces de seducir el juicio de algunos presentando como comprensible e incluso plausible el recurso al terrorismo. Pero lo que es necesario aclarar es que nunca puede existir razón moral alguna para el terrorismo. Quien, rechazando la actuación terrorista, quisiera servirse del fenómeno del terrorismo para sus intereses políticos cometería una gravísima inmoralidad. Esto supondría aceptar una vez más el principio inmoral: «El fin justifica cualquier medio» [17] (cf. Rm 3, 8).

15. Tampoco es admisible el silencio sistemático ante el terrorismo. Esto obliga a todos a expresar responsablemente el rechazo y la condena del terrorismo y de cualquier forma de colaboración con quienes lo ejercitan o lo justifican, particularmente a quienes tienen alguna representación pública o ejercen alguna responsabilidad en la sociedad. No se puede ser «neutral» ante el terrorismo. Querer serlo resulta un modo de aceptación del mismo y un escándalo público. La necesidad moral de las condenas no se mide por su efectividad a corto ni largo plazo, sino por la obligación moral de conservar la propia dignidad personal y la de una sociedad agredida y humillada.



b) El terrorismo es una estructura de pecado

16. Al emitir el juicio de moralidad sobre el terrorismo, es necesario precisar – como hemos hecho - que se trata de un acto intrínsecamente perverso. Pero con esta afirmación no está aún suficientemente explicitada la maldad moral del terrorismo.

La multiplicación y continuidad de acciones criminales, el intento de justificarlas mediante la propaganda política y la transferencia de la culpa, que pretende presentar tales acciones como respuesta a una violencia originaria, dan lugar a una estructura de violencia moralmente perversa. Esta conjunción entre el terror y la ideología va más allá de las acciones criminales concretas que los terroristas perpetran. Además, persigue y, desgraciadamente, consigue con frecuencia, una perversión sistemática de las conciencias. Por tanto, al hablar del terrorismo debemos entenderlo como una estructura de pecado. «Las estructuras de pecado son expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal. En un sentido analógico constituyen un pecado socia» [18] . Siguiendo la doctrina de Juan Pablo II, una estructura de pecado es el resultado de una efectiva intención de alcance social que se dirige no sólo a la comisión de actos intrínsecamente malos, sino que busca la deformación generalizada de las conciencias para la extensión de su maldad de modo estable. O, en palabras del propio Papa, estructura de pecado es:

«la suma de factores negativos, que actúan contrariamente a una verdadera conciencia del bien común universal y de la exigencia de favorecerlo, y parece crear, en las personas e instituciones, un obstáculo difícil de superar»[19].

17. Más en concreto, se pueden aplicar al terrorismo las siguientes afirmaciones de Juan Pablo II, referidas a la «cultura de la muerte», reiteradamente denunciada por él. La maldad del terrorismo no se circunscribe sólo a los actos que realiza,

«también se cuestiona, en cierto sentido, la “conciencia moral” de la sociedad. Ésta es de algún modo responsable, no sólo porque tolera o favorece comportamientos contrarios a la vida, sino también porque alimenta la “cultura de la muerte”, llegando a crear y consolidar verdaderas y auténticas “estructuras de pecado” contra la vida. La conciencia moral, tanto individual como social, está hoy sometida, a causa también del fuerte influjo de muchos medios de comunicación social, a un peligro gravísimo y mortal, el de la confusión entre el bien y el mal en relación con el mismo derecho fundamental a la vida» [20] .

La presencia del terrorismo difunde en torno suyo una verdadera «cultura de la muerte» en la medida en que desprecia la vida humana, rompe el respeto sagrado a la vida de las personas, cuenta con la muerte injusta y violenta de personas inocentes como un medio provechoso para conseguir unos fines determinados e impulsar de este modo un falso desarrollo de la sociedad. La vida humana queda así degradada a un mero objeto, cuyo valor se calcula en relación con otros bienes supuestamente superiores [21] .

En definitiva, el terrorismo es un rostro cruel de la «cultura de la muerte» que desprecia la vida humana por pretender el poder «a cualquier precio» [22] , y que coloniza las conciencias instalándose en ellas como si se tratara de un modo normal y humano de ver las cosas.



c) La extensión del mal: odio y miedo sistemáticos

18. El terrorismo busca dos efectos directos y negativos en la sociedad: el miedo y el odio. El miedo debilita a las personas. Obliga a muchos a abdicar de sus responsabilidades, al convertirse en objeto de posibles acciones violentas. No nos referimos sólo a los asesinatos, sino también a las amenazas, insultos y actos violentos que hacen imposible en la vida cotidiana la convivencia en paz y libertad, hasta el extremo de comprometer la propia legitimidad de los procedimientos democráticos. No pocos son víctimas de una espiral de terror o de extorsión económica, soportadas dolorosamente. Ceder al chantaje de la violencia, por temor, lleva a la sociedad (individuos, grupos, instituciones, partidos políticos) a no enfrentarse con suficiente claridad al terrorismo y a su entorno, de forma que los terroristas monopolizan, con frecuencia, el dinamismo de la vida social y el significado político de algunos acontecimientos. Además, se llega a aceptar como inevitables violencias menores que extienden el clima de crispación y confrontación.

19. El miedo favorece el silencio. En una sociedad en la que la violencia y su presencia cercana acumulan la tensión, determinados asuntos no pueden abordarse en público por miedo a graves consecuencias. Esto se nota sobre todo en el uso tergiversado del lenguaje. El peor de los silencios es el que se guarda ante la mentira [23] , pues tiene un enorme poder de disolver la estructura social. Un cristiano no puede callar ante manipulaciones manifiestas. La cesión permanente ante la mentira comporta la deformación progresiva de las conciencias.

20. Junto con el miedo, el terrorismo busca intencionadamente provocar y hacer crecer el odio para alimentar una espiral de violencia que facilite sus propósitos [24] . En primer lugar, atiza el odio en su propio entorno, presentando a los oponentes como enemigos peligrosos. Fomenta con insistencia el recuerdo de los agravios sufridos y exagera las posibles injusticias padecidas. Ya se sabe que presentar un enemigo a quien odiar es un medio eficaz para unir fuerzas, por un sentido grupal de defensa en común.

En este contexto, la legítima represión de los actos de terrorismo por parte del Estado es interpretada como una opresión insufrible de un poder violento o de una potencia extranjera. Por el contrario, la verdad que debemos recordar es que la autoridad legítima debe emplear todos los medios justos y adecuados para la defensa de la convivencia pacífica frente al terrorismo.

21. Más allá de su propio entorno, los terroristas tratan también de provocar el odio de quienes consideran sus enemigos, con el fin de desencadenar en ellos una reacción inmoderada que les sirva de autojustificación y les permita continuar con su estrategia de extensión del terror y de transferencia de la culpa.

La espiral del odio y del terror se manifiesta, en particular, en sensibilidades exacerbadas a las que les es difícil hacer un análisis de la realidad. Genera así un clima de crispación en el que cualquier detalle hace surgir una respuesta violenta, también la violencia verbal. La implantación del odio y de la tensión en la vida social es, evidentemente, un triunfo notable del terrorismo. Reaccionar con odio indiscriminado frente a los crímenes de ETA, en la medida en que divide a la sociedad en bandos enfrentados e irreconciliables es favorecer los fines de los terroristas, aceptar sus tesis del conflicto irremediable, preparar y facilitar la aceptación y el reconocimiento de las pretensiones rupturistas.

22. Otra consecuencia perniciosa de la espiral del odio y del miedo que el terrorismo genera es la «politización» perversa de la vida social, es decir, la consideración de la vida social únicamente en función de intereses de poder. De este modo la tensión se extiende a los hechos más nimios de la vida cotidiana: todo resulta relevante para la descalificación de aquéllos cuya opción política no coincida con los planteamientos auspiciados por los terroristas. Esta presión del día a día juega un papel decisivo en la deformación de las conciencias que conduce a relativizar el juicio moral que el terrorismo merece.

Un aspecto especialmente importante en el que se evidencia esta perversa «politización» es el olvido que, con frecuencia, sufren las víctimas del terrorismo y su drama humano. Atender a las personas golpeadas por la violencia es un ejercicio de justicia y caridad social y un camino necesario para la paz. Tampoco los presos por terrorismo dejan de ser objeto de una «politización» ideológica que oscurece su problema humano. La Iglesia reconoce sin ambages la legitimidad de las penas justas que se les imponen por sus crímenes, a la vez que defiende, con no menos fuerza, el respeto debido a su dignidad personal inamisible.

23. El terrorismo se muestra como una estructura de pecado, y es una cultura, un modo de pensar, de sentir y de actuar, aun en los aspectos más corrientes del vivir diario, incapaz de valorar al hombre como imagen de Dios (cf. Gn 1, 27; 2, 7). Y cuando esa cultura arraiga en un pueblo, todo parece posible, aun lo más abyecto, porque nada será sagrado para la conciencia.

Al pronunciar nuestro juicio moral queremos mostrar que es posible una valoración neta y definitiva del terrorismo, por encima de las circunstancias coyunturales de un momento histórico.

IV. A ETA hay que enjuiciarla moralmente como «terrorismo»

24. Una primera aproximación a ETA muestra la complejidad del fenómeno. El grupo denominado ETA es una asociación terrorista, de ideología marxista revolucionaria, inserta en el ámbito político-cultural de un determinado nacionalismo totalitario que persigue la independencia del País Vasco por todos los medios. Si se desea acertar en la valoración moral de ETA, será necesario tener en cuenta esta realidad en su totalidad.

25. ETA manifiesta una hiriente crueldad en toda su actividad. En la memoria de todos están los casos de secuestros y de asesinatos a sangre fría y a plazo marcado, así como agresiones y crímenes contra personas de toda índole y condición. No se trata de «errores de cálculo» ni de casos que se les hayan «ido de las manos». Tampoco podemos admitir que la diversificación de las víctimas suponga que algunas de ellas fueran «justos objetivos militares», mientras que otras serían tan sólo efectos colaterales indeseados.

La crueldad de ETA sirve siempre a la estrategia terrorista que hemos descrito y calificado más arriba: la implantación del terror al servicio de una ideología en toda la sociedad y la creación de una espiral de muerte, de odio y de miedo reactivo y adormecedor de las conciencias.

Aplicando a ETA y a otras organizaciones con similares características ideológicas el calificativo moral de «terrorista», afirmamos que son intrínsecamente perversas en cuanto organización, ya que su modo de juzgar la realidad, la dirección de sus acciones y su estructura interna, están orientados a la provocación y difusión del terror.

V. El nacionalismo totalitario, matriz del terrorismo de ETA 26. La presente Instrucción Pastoral no pretende ofrecer un juicio de valor sobre el nacionalismo en general. Nos ceñimos al juicio moral del nacionalismo totalitario, en la medida en que constituye el transfondo del terrorismo de ETA. No es posible desenmascarar, en efecto, la malicia de ETA sin ofrecer una clarificación moral sobre el transfondo político-cultural del terrorismo etarra y su incidencia en la convivencia entre los pueblos de España.

27. «La nación – dice Juan Pablo II - es la gran comunidad de los hombres que están unidos por diversos vínculos, pero sobre todo, precisamente, por la cultura» [25] . Ahora bien, las culturas no son nunca de por sí compartimentos estancos, y deben ser capaces de abrirse unas a otras. Están constituidas ya de antemano a base del rico intercambio del diálogo histórico entre ellas. Todas necesitan dejarse impregnar por el Evangelio [26] .

28. Las naciones, en cuanto ámbitos culturales del desarrollo de las personas, están dotadas de una «soberanía» espiritual propia y, por tanto, no se les puede impedir el ejercicio y cultivo de los valores que conforman su identidad [27] . Esta «soberanía» espiritual de las naciones puede expresarse también en la soberanía política, pero ésta no es una implicación necesaria. Cuando determinadas naciones o realidades nacionales se hallan legítimamente vinculadas por lazos históricos, familiares, religiosos, culturales y políticos a otras naciones dentro de un mismo Estado no puede decirse que dichas naciones gocen necesariamente de un derecho a la soberanía política [28] .

29. Las naciones, aisladamente consideradas, no gozan de un derecho absoluto a decidir sobre su propio destino. Esta concepción significaría, en el caso de las personas, un individualismo insolidario. De modo análogo, resulta moralmente inaceptable que las naciones pretendan unilateralmente una configuración política de la propia realidad y, en concreto, la reclamación de la independencia en virtud de su sola voluntad. La «virtud» política de la solidaridad, o, si se quiere, la caridad social, exige a los pueblos la atención al bien común de la comunidad cultural y política de la que forman parte. La Doctrina Social de la Iglesia reconoce un derecho real y originario de autodeterminación política en el caso de una colonización o de una invasión injusta, pero no en el de una secesión.

30. En consecuencia, no es moral cualquier modo de propugnar la independencia de cualquier grupo y la creación de un nuevo Estado, y en esto la Iglesia siente la obligación de pronunciarse ante los fieles cristianos y los hombres de buena voluntad [29] . Cuando la voluntad de independencia se convierte en principio absoluto de la acción política y es impuesta a toda costa y por cualquier medio, es equiparable a una idolatría de la propia nación que pervierte gravemente el orden moral y la vida social [30] . Tal forma inmoderada de «culto» a la nación es un riesgo especialmente grave cuando se pierde el sentido cristiano de la vida y se alimenta una concepción nihilista de la sociedad y de su articulación política. Dicha forma de «culto» está en relación directa con el nacionalismo totalitario y se encuentra en el transfondo del terrorismo de ETA.

31. Por nacionalismo se entiende una determinada opción política que hace de la defensa y del desarrollo de la identidad de una nación el eje de sus actividades. La Iglesia, madre y maestra de todos los pueblos [31] , acepta las opciones políticas de tipo nacionalista que se ajusten a la norma moral y a las exigencias del bien común. Se trata de una opción que, en ocasiones, puede mostrarse especialmente conveniente. El amor a la propia nación o a la patria, que es necesario cultivar, puede manifestarse como una opción política nacionalista.

La opción nacionalista, sin embargo, como cualquier opción política, no puede ser absoluta. Para ser legítima debe mantenerse en los límites de la moral y de la justicia, y debe evitar un doble peligro: el primero, considerarse a sí misma como la única forma coherente de proponer el amor a la nación; el segundo, defender los propios valores nacionales excluyendo y menospreciando los de otras realidades nacionales o estatales.

Los nacionalismos, al igual que las demás opciones políticas, deben estar ordenados al bien común de todos los ciudadanos, apoyándose en argumentos verdaderos y teniendo en cuenta los derechos de los demás y los valores nacidos de la convivencia.

32. Cuando las condiciones señaladas no se respetan, el nacionalismo degenera en una ideología y un proyecto político excluyente, incapaz de reconocer y proteger los derechos de los ciudadanos, tentado de las aspiraciones totalitarias que afectan a cualquier opción política que absolutiza sus propios objetivos. De la naturaleza perniciosa de este nacionalismo ha advertido el Magisterio de la Iglesia en numerosas ocasiones [32] .

El nacionalismo en que se fundamenta la asociación terrorista ETA no cumple las condiciones requeridas para su legitimidad moral, puesto que necesita absolutizar sus objetivos para justificar sus acciones terroristas; pretende imponer por la fuerza sus propias convicciones políticas atropellando la libertad de los ciudadanos; y llega a eliminar a los que tienen otras legítimas opciones políticas. Por todo ello, el nacionalismo de ETA es un nacionalismo totalitario e idolátrico.

El nacionalismo totalitario de ETA considera un valor absoluto el valor «pueblo independiente, socialista y lingüísticamente euskaldún», todo ello además interpretado ideológicamente en clave marxista, ideología a la cual ETA somete todos los demás valores humanos, individuales y colectivos, menospreciando la voluntad reiteradamente manifestada por la inmensa mayoría de la población.

33. La organización terrorista ETA enarbola la causa de la libertad y de los derechos del País Vasco, al que presenta como una nación sojuzgada y anexionada a la fuerza por poderes extranjeros de los que sería preciso liberarla. Ésta es la causa que considera como supuestamente justificadora del terror que practica. Sin embargo, el nacionalismo de ETA y de sus colaboradores ignora que todo proyecto político, para merecer un juicio moral positivo, ha de ponerse al servicio de las personas y no a la inversa. Es decir, que la justa ordenación de las naciones y de los Estados nunca puede constreñir ni vulnerar los derechos humanos fundamentales, sino que los tutela y los promueve. De modo que no es moralmente aceptable ninguna concepción para la cual la nación, el Estado o las relaciones entre ambos se pongan por encima del ejercicio integral de los derechos básicos de las personas.

La pretensión de que a toda nación, por el hecho de serlo, le corresponda el derecho de constituirse en Estado, ignorando las múltiples relaciones históricamente establecidas entre los pueblos y sometiendo los derechos de las personas a proyectos nacionales o estatales impuestos de una u otra manera por la fuerza, dan lugar a un nacionalismo totalitario, que es incompatible con la doctrina católica.

34. Por ser la nación un hecho, en primer lugar, cultural, el Magisterio de la Iglesia lo ha distinguido cuidadosamente del Estado [33] . A diferencia de la nación, el Estado es una realidad primariamente política; pero puede coincidir con una sola nación o bien albergar en su seno varias naciones o entidades nacionales. La configuración propia de cada Estado es normalmente el fruto de largos y complejos procesos históricos. Estos procesos no pueden ser ignorados ni, menos aún, distorsionados o falsificados al servicio de intereses particulares.

35. España es el fruto de uno de estos complejos procesos históricos. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar las graves consecuencias que esta negación podría acarrear no sería prudente ni moralmente aceptable.

La Constitución es hoy el marco jurídico ineludible de referencia para la convivencia. Recientemente, los obispos españoles afirmábamos: «La Constitución de 1978 no es perfecta, como toda obra humana, pero la vemos como el fruto maduro de una voluntad sincera de entendimiento y como instrumento y primicia de un futuro de convivencia armónica entre todos» [34] . Se trata, por tanto, de una norma modificable, pero todo proceso de cambio debe hacerse según lo previsto en el ordenamiento jurídico.

Pretender unilateralmente alterar este ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder, local o de cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria.

Conclusión
La esperanza no defrauda (Rm 5, 5)

36. Hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 4,19). Con esta libertad hablaban los primeros cristianos ante los jueces que les imponían silencio. Actuaban como personas realmente liberadas por Cristo del pecado, y por eso no se sentían atemorizados por nadie ni por nada: ni por los poderosos, ni siquiera por la muerte. Hemos querido escribir esta Instrucción con esa misma libertad. Deseamos animar así a todos los cristianos a ejercer la libertad para la que Cristo nos ha liberado (cf . Ga 5, 1).

37. En el mundo tendréis tribulaciones. Pero, ¡ánimo!, yo he vencido al mundo (Jn 16,33). Las dificultades para acabar con el terrorismo y construir la paz son grandes. Los poderes que se hallan implicados en este grave problema, así como los sentimientos de rencor y confrontación que siguen provocando hacen de la solución del mismo un asunto tan arduo como urgente. Ante los signos persistentes de tensión social y de dificultad de convivencia, la Iglesia propone una verdad moral insoslayable. No será fácilmente comprendida por algunos. Pero sin la verdad no será posible la paz. Además, es necesario que todos nos comprometamos en la construcción de la paz. Construir la paz es tarea de todos y de cada uno [35] . Hacemos un llamamiento especial a los educadores (padres, catequistas, profesores y maestros) para que pongan todo su empeño en la noble tarea de formar a las generaciones más jóvenes, advirtiéndoles de la maldad del terrorismo y animándoles a construir una sociedad donde se vivan los principios morales que garanticen el respeto sagrado a la persona.

38. La primera responsabilidad de la Iglesia es anunciar que sólo en Jesucristo encuentra el hombre la salvación plena. Educar para la paz que nace del encuentro con el Señor y con la Iglesia es una tarea urgente, especialmente entre los más jóvenes. Así como donde anida la semilla de la ideología terrorista se esteriliza la vida cristiana, donde, en cambio, crece y madura la pertenencia a la Iglesia de Jesucristo prevalece el amor a los demás, el deseo sincero de paz y de reconciliación. La pertenencia a la Iglesia y la educación en la fe no son maduras mientras no se expresen en un discernimiento moral acertado de situaciones tan graves como la del terrorismo. Este discernimiento es una muestra del vigor y coherencia de la fe profesada.

39. Ante el terrorismo de ETA la Iglesia proclama de nuevo la necesidad de la conversión de los corazones como el único camino para la verdadera paz [36] . La valoración moral que hemos propuesto se ha de comprender dentro de esta llamada explícita a la conversión, que es sólo posible una vez reconocida la maldad intrínseca del terrorismo y una vez gestada la voluntad expresa de reparar los perniciosos efectos que causa su actividad.

40. Ante cualquier problema entre personas o grupos humanos, la Iglesia subraya el valor del diálogo respetuoso, leal y libre como la forma más digna y recomendable, para superar las dificultades surgidas en la convivencia. Al hablar del diálogo no nos referimos a ETA, que no puede ser considerada como interlocutor político de un Estado legítimo, ni representa políticamente a nadie, sino al necesario diálogo y colaboración entre las diferentes instituciones sociales y políticas para eliminar la presencia del terrorismo, garantizar firmemente los legítimos derechos de los ciudadanos y perfeccionar, en lo que sea necesario, las formas de organizar la convivencia en libertad y justicia.

41. La Iglesia en España, reconociendo y agradeciendo el esfuerzo de todos los que trabajan por una mejor convivencia, ofrece su contribución a esta tarea llevando a cabo las acciones específicas de su misión pastoral. En cuanto depositaria y administradora de los bienes de la salvación, que ha recibido de su Señor, corresponde a la Iglesia sanar las enfermedades morales que provoca el fenómeno terrorista. En el sacramento de la Eucaristía, de modo especial, los cristianos se encuentran con Cristo, quien los introduce en su comunión, escuela de caridad sin fronteras, de paz inquebrantable y de reconciliación de los hombres entre sí y con Dios. Las comunidades cristianas, encontrando su fuerza en la Eucaristía, deben ofrecerse como centros de comunión de las personas, donde se rechace sin equívocos el terrorismo, y donde se comparta la fe capaz de abrir a quienes la profesan a la fraternidad entre los hombres y entre los pueblos, con una cercanía, ayuda y solidaridad especial con las víctimas del terrorismo.

42. Entre las primeras obligaciones de los cristianos y de sus comunidades se encuentra este acompañamiento y atención pastoral de las víctimas del terrorismo. Es una exigencia de justicia y de caridad estar a su lado y atender las necesidades y justas reclamaciones de las personas y de las familias que han sufrido el zarpazo del terrorismo. Sentimos como propia la preocupación de los que viven en un estado constante de amenaza o de presión violenta, conscientes de que ignorar la realidad de las ofensas padecidas es pretender un proceso ilusorio, incapaz de construir una convivencia en paz.

43. La Iglesia, además, guiada por el Espíritu de Jesucristo, se sabe necesitada siempre de la gracia, y acude constantemente a la fuente de la misericordia y del perdón, que es Dios. Al mismo tiempo, invita continuamente a ofrecer y recibir el perdón, consciente de que «no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón» [37] . El perdón no se contrapone a la justicia, porque no consiste en inhibirse ante las legítimas exigencias de reparación del orden violado. Por el contrario, el perdón conduce a la plenitud de una justicia que pretende la curación de la heridas abiertas [38] . El perdón que puede alcanzar la paz verdadera es un don de Dios, por eso se ha de pedir en la oración:

«La oración por la paz no es un elemento que “viene después” del compromiso por la paz. Al contrario, está en el corazón mismo del esfuerzo por la edificación de una paz en el orden, en la justicia y en la libertad. Orar por la paz significa abrir el corazón humano a la irrupción del poder renovador de Dios» [39] .

No puede haber una pastoral de la paz sin momentos fuertes de oración, personales y comunitarios.

44. La esperanza no defrauda (Rom 5,5). Ésta es la convicción que mueve a la Iglesia. Nuestra esperanza descansa en la misericordia de Dios, único capaz de tocar el corazón de los hombres, infundiéndoles sentimientos de paz. «La esperanza que sostiene a la Iglesia es que el mundo, donde el poder del mal parece predominar, se transforme realmente, con la gracia de Dios en un mundo en el que puedan colmarse las aspiraciones más nobles del corazón humano; un mundo en el que prevalezca la verdadera paz» [40] .

Convocamos, una vez más, a los que han recibido el don de la fe a la oración pública y privada por la paz; a la oración por las víctimas del terrorismo y por sus familiares, y por los propios terroristas; a la oración para que Dios otorgue sabiduría y fortaleza a los gobernantes en sus decisiones y acciones; a la oración por la conversión de los corazones.

«Que se eleve desde el corazón de cada creyente, de manera más intensa, la oración por todas las víctimas del terrorismo, por sus familias afectadas trágicamente y por todos los pueblos a los que el terrorismo y la guerra continúan agraviando e inquietando. Que no queden fuera de nuestra oración aquellos mismos que ofenden gravemente a Dios y al hombre con estos actos sin piedad: que se les conceda recapacitar sobre sus actos y darse cuenta del mal que ocasionan, de modo que se sientan impulsados a abandonar todo propósito de violencia y buscar el perdón. Que la humanidad, en estos tiempos azarosos, pueda encontrar paz verdadera y duradera, aquella paz que sólo puede nacer del encuentro de la justicia con la misericordia» [41] .

En este «Año del Rosario», ponemos nuestra oración, con filial devoción, en las manos de la Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra, invocándola como Reina de la paz, para que Ella nos conceda pródigamente los dones de su materna bondad y nos ayude a ser una sola familia, en la solidaridad y en la paz.

Conferencia Episcopal Española
Revista Arbil nº 125

[1] Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, 1.

[2] Ya Pablo VI (Audiencia General del 27.9.1975) había condenado expresamente el terrorismo en España. Juan Pablo II lo ha hecho repetida y enfáticamente: antes de su Visita pastoral de 1982, dos veces durante aquel viaje – primero en Toledo (4. 11.1982) y luego en Loyola (6.11.1982) - y, entre otros muchos momentos, con ocasión del Encuentro de Oración por la Paz de Vitoria-Gasteiz (13.1.2001).

[3] Recordamos sólo algunas de estas intervenciones: de la Asamblea Plenaria, Ante el momento presente (1974), «La Verdad os hará libres» (Jn 8,32) (1990), Moral y sociedad democrática (1996) y La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX (1999). De la Comisión Permanente, Reconciliación, repudio a la violencia e Iglesia sociedad-civil (1975), Nota sobre algunas situaciones que vive el país (1975), Nota ante la actual situación española (1977), La responsabilidad moral del voto (1979), Comunicado por causa de los «atentados terroristas que se repiten casi a diario entre nosotros» (1979), Ante el terrorismo y la crisis del país (1981), Constructores de la Paz (1986) e Impulsar una nueva evangelización (1990). Son importantes también las intervenciones de los Presidentes de la Conferencia Episcopal en sus discursos inaugurales de diversas Asamblea Plenarias, como las siguientes: XXX (1978), XXXII (1979), XXXIV (1981), LIII (1990), LXIII (1995); LXXIV y LXXV (2000), LXXVI y LXXVII (2001), LXXVIII (2002). Se pueden encontrar también otras intervenciones sobre este tema en: J. F. Serrano Oceja (Ed.), La Iglesia frente al terrorismo de ETA, Presentación del Cardenal A. Mª Rouco Varela y Epílogo de Monseñor F. Sebastián Aguilar, B. A. C., Madrid 2001, XXXIV + 823 páginas.

[4] Cf. Conferencia Episcopal Española, Una Iglesia esperanzada. ¡Mar adentro! (Lc 5, 4), Plan Pastoral 2002-2005, 58. 78, Edice, Madrid 2001.

[5] Cf. Nota de Prensa Final de la CLXXXIX Reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (19.6.2002).

[6] Juan Pablo II recuerda en su Carta Encíclica Veritatis splendor que la determinación de la moralidad de los actos por su objeto es uno de los servicios específicos que la Iglesia presta al mundo. No hay otro camino para evitar la gran confusión que lleva consigo la mentalidad utilitarista o consecuencialista, cuando justifica fácilmente como mal menor cualquier efecto que conduzca al fin deseado; cf. Carta Encíclica Veritatis splendor, 83.

[7] Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo rei socialis, 24; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2297.

[8] Ya el 16 de noviembre de 1937 por la Convención de Ginebra y por la ONU con la Declaración del 18 de diciembre de 1972.

[9] Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo rei socialis, 24.

[10] Cf. San Jerónimo, Epístola, 82,3 (Madrid 1993, BAC 530,872).

[11] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2297; Juan Pablo II, Mensaje en el aniversario del 11-S, (14.9.2002).

[12] Cf. Juan Pablo II, Mensaje en el aniversario del 11- S, (14.9.2002); cf. Catecismo de la Iglesia Católica 2297.

[13] Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, Instrucción Pastoral Constructores de la paz, 96, BOCEE 9 (1986) 18; cf. Juan Pablo II, Homilía en Drogheda (Irlanda), (29.9.1979).

[14] Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica. Evangelium vitae, 57, afirmación que goza de la calificación de doctrina de fe divina y católica; Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal aclaratoria de la fórmula conclusiva de la profesión de fe (29.VI.1998), 5 y 11: cf. Ecclesia 2.902 (18. VII. 1998) 1086-1089.

[15] Cf. Pablo VI, Carta Encíclica Populorum progressio 31; Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Libertatis conscientiae, 79.

[16] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1867.

[17] Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis Splendor, 80.

[18] Catecismo de la Iglesia Católica, 1869.

[19] Juan Pablo II, Carta Encíclica, Sollicitudo rei socialis, 36; Exhortación Apostólica Reconciliatio et Poenitentia , 16.

[20] Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitae, 24.

[21] El Papa Juan Pablo II ha recordado cómo del olvido de Dios se sigue el desprecio de la vida humana (Carta Encíclica Evangelium vitae, 22): «... cuando se pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y contaminado, como afirma lapidariamente el concilio Vaticano II: “la criatura sin el Creador desaparece... Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida” [Constitución Pastoral Gaudium et Spes, 36]. El hombre no puede ya entenderse como “misteriosamente otro” respecto a las demás criaturas terrenas; se considera como uno de tantos seres vivientes, como un organismo que, a lo sumo, ha alcanzado un estadio de perfección muy elevado. Encerrado en el restringido horizonte de su materialidad, se reduce de este modo a “una cosa”, y ya no percibe el carácter trascendente de su “existir como hombre”. No considera ya la vida como un don espléndido de Dios, una realidad “sagrada” confiada a su responsabilidad y, por tanto, a su custodia amorosa, a su “veneración”. La vida llega a ser simplemente «una cosa», que el hombre reivindica como su propiedad exclusiva, totalmente dominable y manipulable».

[22] Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo rei socialis, 37.

[23] Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Veritatis splendor, 1.

[24] Juan Pablo II, Discurso al Cuerpo Diplomático (12.1.1979): «vencer el virus de la violencia manifestado en formas de terrorismo y represalias invitan a desterrar el odio».

[25] Juan Pablo II, Discurso en la Sede de la UNESCO (2-VI-1980), 14.

[26] Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio, 37

[27] Cf. Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas (5-X-1995), 8: «El derecho a la propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y promueve lo que llamaría su originaria “soberanía” espiritual. … Toda nación tiene también consiguientemente derecho a modelar su vida según las propias tradiciones, excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos humanos fundamentales, y, en particular, la opresión de las minorías. Cada nación tiene el derecho de construir el propio futuro proporcionando a las generaciones más jóvenes una educación adecuada».

[28] Cf. Juan Pablo II, Discurso al Cuerpo Diplomático (14-I-1984), 3-4: «En cambio, países soberanos que hace mucho tiempo que son independientes, o que lo son desde hace poco, se ven amenazados alguna vez en su integridad por la contestación interior de una parte que hasta llega a considerar o bien a pedir una secesión. Los casos son complejos y muy diversos y cada uno de ellos pediría un juicio diferente, según una ética que tenga en cuenta a la vez los derechos de las naciones, fundados en la cultura homogénea de los pueblos, y los derechos de los Estados a su integridad y soberanía. Deseamos que más allá de las pasiones –y de todas maneras evitando la violencia-, se llegue a formas políticas bien articuladas y equilibradas que sepan respetar las particularidades culturales, étnicas, religiosas y, en general los derechos de las minorías». Cf. también Catecismo de la Iglesia Católica, 2239.

[29] Basta recordar en este sentido la intervención de Juan Pablo II y de la Conferencia Episcopal Italiana expresando su estima por la unidad del Estado italiano y criticando las actitudes que disgregan la unidad social; cf. Lettera ai vescovi italiani circa le responsabilità dei cattolici di fronte alle sfide dell´attuale momento storico (6 de enero de 1994). Cf. Comunicato della Presidenza della CEI, 30-VI-1992. Noticiario CEI 5/1992, pp. 183-186; cf. Juan Pablo II, Discurso ante el Parlamento de Italia (14.11.2002).

[30] Pio XI, Carta Encíclica Mit brennender Sorge, 12: «Si la raza o el pueblo, si el Estado o una forma determinada del mismo, si los representantes del poder estatal u otros elementos fundamentales de la sociedad humana tienen en el orden natural un puesto esencial y digno de respeto, con todo, quien los arranca de esta escala de valores terrenales elevándolos a suprema norma de todo, aun de los valores religiosos, y, divinizándolos con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios, está lejos de la verdadera fe y de una concepción de la vida conforme a ésta».

[31] Cf. Juan XXIII, Carta Encíclica Mater et Magistra, 262.

[32] Empezando por Pío XI en el ambiente prebélico: cf. Pío XI, Carta Encíclica Ubi arcano (23.12.1922), 12; Discurso a la Curia Romana (24-XII-1930); A los alumnos de Propaganda fide (21-8.1938).

[33] Cf. Pío XII, Radiomensaje al Pueblo helvético (21.IX.1949): «En nuestra época, en la que el concepto de nacionalidad del Estado, exagerado a menudo hasta la confusión, hasta la identificación de las dos nociones, tiende a imponerse como dogma»; cf. también: Juan Pablo II, Discurso en la Sede de la UNESCO (2-VI-1980), n. 14; e Idem,Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas (5-X-1995), 8: «teniendo en cuenta la dificultad de definir el concepto mismo de “nación”, que no se identifica a priori y necesariamente con el de Estado».

[34] LXXIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, La fidelidad de Dios dura siempre. Mirada de fe al siglo XX (26.11.1999), 7. Comunicado de la XXXIV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (28.2.1981), Amenaza a la normalidad constitucional. Llamada a la esperanza, 2: «Es de todo punto necesario recuperar la conciencia ciudadana y la confianza en las instituciones, todo ello en el respeto de los cauces y principios que el pueblo ha sancionado en la Constitución».

[35] Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1998, 7.

[36] Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, 38.

[37] Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2002

[38] Cf. Juan Pablo II, Ibid., 3.

[39] Cf. Juan Pablo II, Ibid., 14.

[40] Juan Pablo II, Ibid., 1.

[41] Juan Pablo II, Ibid., 15; cf. también las invitaciones del Papa en los Mensajes anuales con ocasión de la Jornada mundial de la Paz.









LA UNIVERSIDAD DE HARVARD


da razón al Papa sobre el sida


Un estudio de la Universidad de Harvard dio razón a la posición de Benedicto XVI sobre el sida, afirmando que un comportamiento sexual responsable y la fidelidad al propio cónyuge han sido factores que determinaron un drástico descenso de la epidemia del sida en Zimbabue, según lo informó la agencia Zenit.

Lo explica en su última investigación Daniel Halperin, investigador del Departamento para la Salud Global y la Población de esa universidad estadounidense, que desde 1998 estudia las dinámicas sociales que provocan la difusión de las enfermedades de transmisión sexual en los países en vías de desarrollo, es decir, los que más están golpeados por el flagelo del sida.

Halperin utilizó datos estadísticos y análisis sobre el terreno, como entrevistas y “focus group”, que le han permitido recoger testimonios entre personas que pertenecen a los grupos sociales más pobres.

La tendencia de diez años es evidente: de 1997 a 2007 el índice de infección entre la población adulta descendió del 29 al 16%. Tras su investigación, Halperin no tiene dudas: la repentina y clara disminución de la incidencia del sida avanzó con "la reducción de comportamientos arriesgados, como las relaciones fuera del matrimonio, con prostitutas y esporádicas".

El estudio, publicado en PloSMedicine.org, fue financiado por la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional, de la que fue consejero Halperin, y por el Fondo de las Naciones Unidas para la Población y el Desarrollo.

"Con este estudio Halperin promueve una seria y honesta reflexión sobre las políticas hasta ahora adoptadas por las principales agencias de lucha contra el sida en los países en vías de desarrollo", afirma el diario L'Osservatore Romano, al dar la noticia en su edición italiana del 26 de febrero.

Según el estudio, es evidente que el drástico cambio de comportamientos sexuales de la población de Zimbabue "recibió ayuda de programas de prevención en los medios de comunicación y de proyectos formativos promovidos por iglesias".

Hace ya unos años Halperin se había preguntado cómo es posible que las políticas de prevención "más significativas hayan sido realizadas hasta ahora basándose en evidencias que resultan sumamente débiles", es decir, la ineficacia de los preservativos.

En definitiva, según el estudio de Halperin, es necesario "enseñar a evitar la promiscuidad y promover la fidelidad", apoyando iniciativas que busquen construir en la sociedad afectada por el sida una nueva cultura. Como dijo Benedicto XVI, es necesario promover una "humanización de la sexualidad".+

Washington (Estado Unidos), 17 Mar. 11 (AICA)