domingo, 20 de febrero de 2011

OLIGARQUÍA DEL DINERO A LA SOMBRA DEL PODER



Por Georges Corm
EX MINISTRO DE FINANZAS DE LA REPUBLICA LIBANESA


Apartir de lo sucedido en Túnez, la gran sorpresa que dio la costa sur del Mediterráneo no es tan simple de dilucidar a primera vista. Fue un tunecino desesperado económica y socialmente el que, al inmolarse a lo bonzo, desdencadenó la ola de protestas populares que recorre el sur del Mediterráneo. Otros heroísmos han seguido incendiando la región.

En esta ola, conviene identificar la alquimia que moldeó hasta ahora los sucesos: fuertes reinvindicaciones de equidad social y económica, sumadas a aspiraciones de libertad política y alternancia en el poder. Hablar únicamente de la reivindicación politica que levantan las clases medias y olvidar las reivindicaciones de justicia y equidad que levantan las clases más desfavorecidas conducirá a graves desilusiones.

Ahora bien, el sistema que provocó la desesperación social es el de las "cleptocracias" que vinculan los poderes locales a oligarquías de negocios que ellos engendran y a las grandes empresas europeas o a los poderosos grupos financieros árabes, originarios de los países exportadores de petróleo. Ese es el sistema que ha alimentado también el aumento de las corrientes islámicas de protesta.

La oleada de neoliberalismo impuesta a los Estados de la orilla meridional del Mediterráneo desde hace treinta años facilitó la creación de las oligarquías locales.

Su modo de llevar adelante las privatizaciones desempeñó un papel importante en este proceso, así como las redituables especulaciones hipotecarias y el desarrollo de sistemas bancarios, financieros y bursátiles sólo beneficiaron a esa nueva oligarquía empresaria.

Ahora bien, son muchos los observadores que, con ingenuidad, apostaron a que los nuevos empresarios serían el motor de un dinamismo económico innovador y generador de empleos que haría surgir una democracia liberal.

La realidad resultó ser otra. El repliegue del Estado de la economía y la fuerte reducción de su gasto de inversión en nombre de asegurar el equilibrio presupuestario, no se vieron compensados por un acrecentamiento de la inversión privada. Se suponía que esta última iba a crear nuevos empleos productivos para hacer frente a las pérdidas de puestos de trabajo provocadas por los planes de ajuste estructural del neoliberalismo y al aumento de la cantidad de jóvenes que ingresaban al mercado laboral.

El sector rural fue totalmente abandonado y la liberalización comercial complicó el desarrollo de la industria agroalimentaria y de una industria innovadora y capaz de generar puestos de trabajo calificados.

Frente a las fortunas considerables que se amasaron en estas últimas décadas, el eslogan "El Islam es la solución" ha apuntado, entre otras cosas, a recordar los valores de ética económica y social que encierra esta religión. Estos valores se asemejan curiosamente a los de la doctrina social de la Iglesia católica.

Por este motivo, si la cuestión de la igualdad y de la justicia económica no es abordada con coraje, se puede pensar que los avances democráticos serán más que frágiles, en el mejor de los casos.

Por cierto, los organismos internacionales de financiamiento, al igual que la Unión Europea, también tienen cierta responsabilidad en esto. Los programas de ayuda están destinados esencialmente a implementar una puesta librecambista a nivel institucional, pero no a cambiar la estructura y el modo de funcionamiento de la economía real. Esta última, prisionera de su carácter rentista y "plutocrático", se ve afectada por su falta de dinamismo e innovación.

En todas partes, el modelo económico es hoy el del predominio de una oligarquía acaudalada, ligada al poder político de turno, a las potencias europeas y EE.UU. y a determinadas grandes empresas multinacionales.

El Líbano se ha convertido en un modelo grotesco de esto, donde los intereses financieros y económicos sirven para perpetuar las formas alienantes de poder que se esconden detrás de los eslóganes comunitaristas escandalosos, como el de los sunitas "buenos" contra los chiitas "peligrosos".

Para que haya un cambio duradero en el Mediterráneo, encaminado a que pueda emerger un grupo euromediterráneo dinámico, competitivo y que practique la igualdad social, ¿no es necesario que la sociedad civil europea, a su vez, siga el ejemplo de lo que los medios designan desdeñosamente "la calle árabe"? Y que la sociedad civil europea levante, a su vez, el nivel de protesta contra la aventurerar oligarquía neoliberal que empobrece a las economías europeas, sin crear suficientes oportunidades de trabajo y que precariza cada año la situación laboral de más y más europeos de todas las nacionalidades. Ese deterioro se realiza en beneficio del reducido grupo de "directivos" cuyas remuneraciones anuales acaparan cada vez más riqueza nacional.

Al norte y al sur del Mediterráneo, esos "directivos" sostienen a los poderes de turno y dominan la escena mediática y cultural.

Debemos entonces replantearnos al mismo tiempo el porvenir no solamente de una de las orillas del Mediterráneo, sino de ambas y de sus vínculos multiformes.

El ejemplo de la costa sur mediterránea hoy debería estimular en la costa norte la capacidad de pensar, de una manera diferente, otro futuro en común.


Clarín, 20-2-11