sábado, 4 de diciembre de 2010

CARDENAL ROUCO

en la Universidad Autónoma de Madrid

(Guardianes De La Cruz on December 2, 2010)

Afirma el Papa Benedicto XVI en su reciente libro-entrevista Luz del Mundo: «Hoy día se está extendiendo una nueva intolerancia. Hay parámetros del pensamiento que se quieren imponer a todos… Y el hecho de que en nombre de la tolerancia se elimine la tolerancia es una verdadera amenaza ante la que nos encontramos. El peligro consiste en que la razón -la llamada razón occidental- afirma que ella ha reconocido realmente lo correcto y, con ello, reivindica una totalidad que es enemiga de la libertad… Y prosigue el Santo Padre: «A nadie se le obliga a ser cristiano. Pero nadie debe ser obligado a vivir la “nueva religión” –de la intolerancia de los autoproclamados tolerantes, añadimos nosotros- como la única, determinante y obligatoria para toda la humanidad».

Como damnificado de esta nueva “religión” de la intolerancia de los autoproclamados tolerantes, el Papa Benedicto XVI se vio obligado, por ejemplo, a cancelar, en enero de 2008, una conferencia en la Universidad La Sapienza de Roma. La inmediata publicación de su discurso, con todo, se convirtió en una extraordinaria y magistral lección, en todo un espléndido ejercicio y muestra de verdadera tolerancia, en todo un elogio a la razón y a sus posibilidades y necesidades de búsqueda y de encuentro con lo más íntimo y sagrado del ser humano y de su mismo Dios.

Y ha sido ahora, el miércoles 1 de diciembre, cuando, también víctima de la intolerancia de los antisistema y de la cobardía de los políticamente correctos, el cardenal Rouco se ha visito obligado asimismo a cancelar , en este caso, en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma de Madrid.

Ante la JMJ 2011 Madrid, el arzobispo madrileño iba a hablar a los jóvenes universitarios madrileños, que libremente quisieran escucharles, «El Dios desconocido a los españoles del siglo XXI». A nadie se imponía la participación en la conferencia, que, finalmente, hubo de ser suspendida por las amenazas de los radicales. O con palabras de una nota de prensa del arzobispado de Madrid, que “el conjunto de circunstancias ha aconsejado que el acto previsto se posponga para otro momento en el que pueda realizarse con normalidad otra conferencia en otra universidad pública”.

En paralelo a este deplorable atropello a la libertad de expresión en Madrid, se ha sabido que en Barcelona, en la facultad y universidad del mismo nombre que el de la madrileña, los alumnos que libremente desean acudir a la capilla y al culto católico deben hacerlo custodiados por las fuerzas del orden público.

¿Se está perdiendo la cabeza, el decoro y el más elemental respeto al sentido común y a los derechos humanos? ¿Dónde están ahora los poderosos, influyentes y plañideros líderes de opinión que se rasgaron las vestiduras cuando el Papa Benedicto XVI, en el vuelo que el traía el pasado 6 de noviembre a España, alertó sobre «una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo como se vio en la década de los años 30» para proponer, como solución a los conflictos, no la vía del enfrentamiento, sino la del encuentro, en este caso, entre fe y laicidad?

¿Cómo es posible que sea precisamente en la Universidad -institución nacida en el seno y del impulso de la Iglesia- donde sucedan estos episodios? ¿Se imaginan nuestros lectores el revuelvo que se habría producido si en vez de impedir la palabra y la presencia de un cardenal de la Iglesia católica, esto mismo hubiera ocurrido con un líder judío o musulmán, dicho sea con todos los respetos y afecto hacia estas Religiones, sus dirigentes y fieles?

«El cristianismo –declara igualmente Benedicto XVI en Luz del Mundo- se ve así expuesto a una presión de intolerancia, que primeramente lo caricaturiza –como perteneciente a un pensar equivocado, desfasado- y, después, en nombre de una aparente racionalidad, quiere quitarle el espacio que necesita para respirar. Es muy importante -concluye el Papa- que nos opongamos a semejante reclamo absoluto». Y que lo hagamos -afirmamos ya nosotros- sin complejos, sin miedo, pertrechados de todos los argumentos y razones en que en justicia y en verdadera racionalidad nos amparan. Y también que denunciemos con todas nuestras fuerzas estas intolerables intolerancias de quienes van por la vida, farisaicamente, dando lecciones de una tolerancia que solo quieren para ellos mismos y para quienes viven y piensan como ellos, y que además quieren imponer a los demás.