viernes, 22 de octubre de 2010

ECOLOGÍA

La Hidroeléctrica es Energía Renovable – La Nuclear es Imprescindible

Por:
C.P.N. Carlos A. Ortiz

Recientemente se publicó en Le Monde (mensuario con buen grado de aceptación y un nivel de lectores formadores de opinión), un artículo del economista y analista ambiental Antonio Elio Brailovsky, en el cual en un lenguaje ameno y bien hilvanado, terminan mezclándose conceptos correctos, datos estadísticos reales, con ideas erróneas, un par de descalificaciones muy mal basadas de las hidroeléctricas y nucleares, y una carencia de estimaciones básicas del crecimiento del consumo para terminar de dar el contexto energético general argentino.

Y esa mezcla aparentemente aséptica, neutra y supuestamente elaborada bajo pautas científicas, termina siendo potencialmente muy dañina, pues contribuye a instalar conceptos erróneos, que rápidamente las “usinas de difusión” de nada inocentes ONGs pseudos ambientalistas, y otros repetidores de conceptos con pocos conocimientos y menos criterio, suelen difundir a diestra y siniestra.

Son correctas las afirmaciones respecto a los muy altos costos de la energía solar fotovoltaica, para sistemas interconectados (le agrego que llegan a costar ¡20 veces más! por KWh que el precio medio actual en Bs. As.), pero en cambio son aptas para consumos aislados de bajas potencias (escuelas rurales, puestos sanitarios aislados, viviendas rurales alejadas, etc.).

Es muy correcto al afirmar que el mayor potencial de la energía solar no es la producción de energía, sino los ahorros que pueden materializarse; tanto en usos directos (suministro de agua caliente, calor para cocción), como indirectos por calefacción y refrigeración de ambientes por mejores técnicas constructivas y mejoras en aislamiento, ventilación, etc.

Pero esos correctos enfoques de las energías solares fotovoltaicas y calóricas, se diluyen en el enfoque general, que desde el subtítulo (Olvido del Sol) y el contexto desarrollado, parece inducir un potencial actual de la energía solar mucho mayor al real. Tiene un tinte “pro solar” nada objetivo.

Son correctas sus afirmaciones acerca de los problemas de intermitencia de las eólicas (agrego: que requieren ser estabilizadas por una usina convencional, o un denso mallado eléctrico, y en ambos casos con limitaciones técnicas que le impiden dejar su rol de abastecedor marginal y nunca como base del sistema eléctrico), y es correcto afirmar que el eólico no dejará de ser un aporte marginal dentro de la matriz eléctrica, pero inmediatamente realiza una apología del potencial eólico patagónico…eludiendo por completo tan siquiera mencionar los fuertes condicionantes técnicos insalvables que de hecho impiden insolublemente esa teórica gran capacidad potencial eólica. Y erróneamente afirma que desde 2002 no se instalan nuevas eólicas en Argentina.

Muy de soslayo menciona el tema de los subsidios estatales a las eólicas, no evaluando los costos de dichos subsidios para toda la sociedad, ni la falta de competitividad que la sola existencia de esos subsidios implican. Evidencia con ello una postura “pro eólica” nada objetiva.

En lo referente a los biocombustibles, se centraliza en las críticas al uso de cultivos alimenticios que se destinen a ese fin (lo grafica diciendo “quemar alimentos”). Pero vuelve a omitir que en Argentina básicamente se obtienen biocombustibles a partir de la soja, que no forma parte de nuestro menú más que tangencialmente, además de lo cual producir y exportar biocombustibles a partir de la soja, implica dar mayor valor agregado a esas exportaciones, y disminuir la gran dependencia de las compras de China, y últimamente de India. Lamentablemente ese ecologista soslaya todo esto.

Tampoco considera que los biocombustibles se están obteniendo también de residuos no comestibles –como el bagazo de la caña de azúcar- o de cultivos no comestibles –como la colza y la jatropha-. Y omite otros aportes de biomasa, como los residuos forestales…que no dejan de ser potencialmente solo marginales dentro de la matriz energética, aclaremos.

Menciona otras fuentes posibles de producción, como la mareomotriz, la geotermia y los gases de descomposición de materias orgánicas, como el metano; y expresa que solo son de marginal importancia…pero no los cuantifica, con lo que da pie a las consabidas exageraciones de sectores fundamentalistas de la ecología.

Ya al final del artículo, la encomiosa referencia a Greenpeace, permite constatar la afinidad de este autor con esa transnacional del fundamentalismo ecolátrico. Y con ello pasa por alto las sucesivas tergiversaciones conceptuales, denuncias falsas (como la de las ”aguas radioactivas” de Ezeiza y las “filtraciones de agua de Yacyretá al Iberá – ambas demostradamente falacias difundidas en el marco del “terrorismo ecolátrico de las transnacionales del ecologismo ultra y cavernario), y la sistemática y mendaz campaña antinuclear de Greenpeace en Argentina, muy funcional a los intereses británicos; como cuando quiso arruinar la exportación de un reactor a Australia. ¿Ignora todo eso Brailovsky, o lo soslaya por fuertes afinidades con esas ONGs?

Pero tan grave como esas afinidades con las ONGs que son herramientas claras al servicio del subdesarrollo crónico, son las tergiversadas descalificaciones que hace a las energías hidroeléctrica y nuclear; con lo que hace causa común con Greenpeace y WWF –Fundación Vida Silvestre, cuyas acciones son demostradamente funcionales a los intereses hidrocarburíferos y la generación termoeléctrica; intereses a los que benefician al impedir, demorar o desacreditar infundadamente a las únicas alternativas viables para reemplazar –en grandes escalas- a las grandes devoradoras de combustibles fósiles. O sea que bajo pretextos “ecologistas” de verdad está potenciando las instalaciones de usinas termoeléctricas que son –precisamente- las más contaminantes, y las que más profundizan nuestra muy negativa dependencia del gas y del petróleo.

Ataca a las nucleares bajo consabidos pretextos ultra ambientalistas, omitiendo que esta generación es más segura, más económica y más limpia que la termoeléctrica a la que reemplaza. Omite que hasta un “ex Greenpeace” como Patrick Moore recomendó la opción nuclear, incluso por sus ventajas ambientales. Y soslaya ¿acaso desconoce? que las tecnologías para el adecuado tratamiento de los residuos nucleares existe, y que fue precisamente el “terrorismo ambiental” de Greenpeace el que impidió el desarrollo del muy seguro reservorio nuclear en Gastre, Chubut.

La pirueta expresiva que utiliza para descalificar a las hidroeléctricas como “no renovable” es simplemente deplorable. Una fuente energética es renovable cuando no se agota su potencial con el uso, tal como sucede con el potencial hidroeléctrico. Esa generación es totalmente renovable, pero el potencial de instalar nuevas presas hidroeléctricas tiene en cada cuenca un límite máximo, tal como sucede con todas las otras renovables. Es de Perogrullo afirmar que “donde está un molino eólico no puede instalarse otro”, y lo mismo puede decirse de los paneles solares, de las mareomotrices, etc.; ¡pero eso no implica que lo ya instalado deje de ser renovable! De allí a “mezclar los tantos” ya es otro el tenor de la cosa.

Tampoco es cierto que sean breves las vidas útiles de las nucleares, pues repotenciándolas alcanzan los 45 años (más del doble que las solares y eólicas), ni es cierto que –como deja traslucir- el fenómeno de colmatación (llenado de los vasos de embalses con limo) sea relevante más allá de algunos casos muy puntuales. Y cuando afirma la breve vida útil de las hidroeléctricas, omite que muchas en el mundo superaron el siglo de vida útil, que Itaipú está planificada para 300 años de vida útil, …y que muchas presas para agua potable construidas por los romanos aún están en uso, ¡2.000 años después!

Y el artículo analizado omite totalmente toda evaluación cuantitativa de las cuantiosas necesidades de energía de Argentina, y a la importancia de privilegiar las alternativas más económicas, técnicamente eficientes y seguras como sin duda son las hidroeléctricas y nucleares.

Posiblemente las omisiones y errores incurridos por ese economista ambiental, parten de su enfoque marcadamente ultra ecologista, y de desconocimientos de aspectos técnicos muy importantes de la compleja temática energética.

estrucplan.com.ar, 22-10-10