jueves, 16 de septiembre de 2010

NO SE PUEDE EXPLICAR EL UNIVERSO SIN DIOS

Como científico tengo la certeza de que Stephen Hawking se equivoca.


Por el profesor John Lennox (3 de septiembre de 2010 – Daily Mail)

Según Stephen Hawking, las leyes de la Física, y no la voluntad de Dios, ofrecen la verdadera explicación sobre como se originó la vida en la Tierra.

No niego que Stephen Hawking sea intelectualmente atrevido así como físicamente heroico. Pero en su último libro, este reconocido físico plantea un desafío osado a la creencia religiosa tradicional sobre la creación divina del universo.
Según Hawking, las leyes de la Física, y no la voluntad de Dios, ofrecen la verdadera explicación sobre como se originó la vida en la Tierra. Aboga que el Big Bang fue una consecuencia inevitable de dichas leyes “debido a la existencia de leyes como la de la gravedad, el universo puede y debe crearse de la nada”.

Desafortunadamente, aunque el argumento de Hawking esté siendo acogido como controvertido e innovador, tiene poco de nuevo. Durante años, otros científicos han hecho afirmaciones similares, manteniendo que la creación del mundo tan imponente y sofisticado como el que nos rodea solamente puede ser interpretado haciendo referencia a leyes físicas como la de la gravedad. Este es un enfoque simplista, que parece tener resonancia incluso en nuestro tiempo secularizado en el que el público es muy escéptico. Pero, tanto como científico como cristiano diría que esta afirmación de Hawking está infundada. Nos pide elegir entre Dios y las leyes de la Física, como si tuvieran que estar en conflicto mutuo.
Pero contrariamente a lo que afirma Hawking, las leyes físicas no pueden nunca proporcionar una explicación completa del universo. Las leyes por si mismas no crean nada, son meramente una descripción de lo que ocurre bajo ciertas condiciones.

Lo que parece haber hecho Hawking es confundir ley con agente. La llamada que nos hace para distinguir entre Dios y la Física es un poco como si se nos pidiera distinguir entre el ingeniero aeronáutico Sir Frank Whittle y las leyes de la física que explican el motor a reacción.

Esta es una confusión en la categoría. Las leyes de la Física pueden explicar como funciona el motor a reacción, pero alguien tiene que construirlo, echarle combustible y ponerlo en marcha. El avión no pudo haber sido creado por su propia cuenta por las leyes propias de la Física pero la tarea del desarrollo y de su creación necesitó del genio de Whittle como agente. De forma similar, las leyes de la Física de hecho, no pueden nunca crear el universo. Tiene que estar involucrado algún agente.

Usando una simple analogía, las leyes del movimiento de Isaac Newton por si solas nunca pueden hacer deslizarse una bola de billar a largo del tapete verde. Cosa que sólo puede ser hecha por alguien que use un taco de billar y el movimiento de sus brazos.

El argumento de Hawking me parece incluso más ilógico cuando dice que la existencia de la gravedad quiere decir que la creación del universo fue inevitable. Pero, ¿cómo es que la gravedad existe en primer lugar? ¿Quién la puso allí? Y ¿Cuál fue la fuerza creativa detrás de su nacimiento?

De forma similar, cuando Hawking expone, en apoyo de su teoría de la creación espontánea, que sólo fue necesaria que “la mecha” fuese encendida para “poner en marcha el universo”, la pregunta debe ser ¿De dónde vino esa mecha? Y, ¿quién fue quién la encendió, sino Dios?.

Gran parte de la argumentación lógica de Hawking se basa en la idea de que hay un conflicto profundo y arraigado entre ciencia y religión. Pero yo no admito tal discordia. Para mí, como creyente cristiano, la belleza de las leyes científicas sólo hace que reforzar mi fe en una fuerza inteligente, divina y creadora obrando. Cuanto más entiendo la ciencia más creo en Dios debido a mi asombro por la amplitud, sofisticación e integridad de Su creación.

La razón por la que la ciencia floreció tan vigorosamente en los siglos 16 y 17 fue precisamente por la creencia de que las leyes de la naturaleza que por entonces se estaban descubriendo y definiendo reflejaban la influencia de un dador de leyes divino.

Uno de las cuestiones fundamentales de Cristianismo es que el universo fue construido según un diseño racional e inteligente. Lejos de estar reñido con la ciencia, la fe cristiana tiene un perfecto sentido científico.

Hace algunos años, el científico Joseph Needham hizo un estudio épico sobre el desarrollo tecnológico en China. Quería averiguar porqué China, a pesar de todos sus deseos anticipados de innovación, se había quedado tan por detrás de Europa en el progreso científico.
A regañadientes llegó a la conclusión de que la ciencia europea había sido estimulada por la creencia generalizada en una fuerza racional creativa, conocida como Dios, la cual hacía comprensible todas las leyes científicas.
A pesar de esto, Hawking, como otros muchos críticos con la religión, quiere hacernos creer que no somos nada más que una colección de moléculas, el producto final de un proceso sin sentido.
Esto, si fuera cierto, socavaría la mera racionalidad que necesitamos para estudiar la ciencia. Si el cerebro fuera realmente el resultado de un proceso no dirigido, entonces no habría ninguna razón para creer en su capacidad para decirnos la verdad.

Vivimos en la era de la información. Cuando vemos algunas letras del abecedario deletreando nuestro nombre en la arena, nuestra respuesta es reconocer inmediatamente la obra de un agente inteligente. ¿Cuanto más probable, entonces, es que haya una inteligencia creadora tras el ADN humano, la colosal base de datos biológica que contiene no menos de 3,5 miles de millones de ‘”letras”?

Es fascinante que Hawking, al atacar a la religión, se sienta obligado a poner tanto énfasis en la teoría del Big Bang. Porque, incluso aunque a los no creyentes no les guste, el Big Bang se ajusta exactamente a la narrativa cristiana sobre la creación.

Esto es por lo que, antes de que se extendiese su aceptación, estuvieron prestos para desestimarlo, pues parecía apoyar a la narración bíblica. Muchos se aferraban a la idea de Aristóteles de un “universo eterno” sin principio ni fin; pero esta teoría, y posteriormente sus variantes fueron sumamente desacreditadas
Pero el apoyo a la existencia de Dios se traslada mucho más allá del ámbito de la ciencia. Dentro de la fe cristiana, existe también una evidencia muy fuerte de que Dios se reveló a la humanidad por medio de Jesucristo hace dos milenios. Esto está muy bien documentado, no sólo en las Escrituras y otros testimonios sino también en abundantes hallazgos arqueológicos.

Además, las experiencias religiosas de millones de creyentes no pueden ser rechazadas a la ligera. Yo mismo y mi familia, podemos dar testimonio de la influencia de la fe elevando el ánimo que ha tenido en nuestras vidas, algo que desafía la idea de no somos nada más que una colección aleatoria de moléculas.

Tan justa como obvia es la realidad de que somos seres morales, capaces de distinguir la diferencia entre lo correcto y lo equivoco. No hay ninguna ruta científica hacia tales éticas. La Física no puede inspirar a que tengamos interés por los demás, o al espíritu del altruismo que ha existido en las sociedades humanas desde el principio de los tiempos.

La existencia de un acervo común de valores morales apunta a la existencia de una fuerza que trasciende más allá de las meras leyes científicas. Efectivamente, el mensaje del ateísmo ha sido siempre curiosamente muy deprimente, retratándonos como criaturas egoístas plegadas a nada más que a la supervivencia o a la auto-gratificación.

Hawking piensa también que la existencia potencial de otras formas de vida en el universo mina la convicción religiosa tradicional de que vivimos en un único planeta creado por Dios. Pero no existe ninguna prueba de que otras formas de vida existan fuera, y ciertamente Hawking no presenta ninguna.

Siempre me divierte que los ateos hablen frecuentemente de la existencia de inteligencia extraterrestre más allá de la tierra. Aún así, sólo están ansiosos en demasía en denunciar la posibilidad de que ya tenemos un vasto e inteligente ser fuera de aquí: Dios.

La nueva descarga de Hawking no puede estremecer los cimientos de la fe que está basada en la evidencia.