domingo, 1 de agosto de 2010

RETENCIONES

Las retenciones, un impuesto que parece generar adicción

Por
Héctor Huergo

Cuando se reimplantaron los derechos de exportación, en el medio de la crisis del 2002, todos los productos fueron gravados con un 5 por ciento, pero a los del campo les tocó cuatro veces más. El argumento fue el desborde del dólar, tras la devaluación y pesificación asimétrica: la intención de llevarlo a 1,40 fue arrasada en pocos días, y el “overshooting” lo impulsó hasta cerca de los 4 pesos.

En esas condiciones, el impacto de la explosión del dólar en el precio interno de los productos “transables” (los que se exportan) fue el argumento que justificó el regreso de los derechos de exportación.

La cuestión era r educir la incidencia del exabrupto del dólar en el precio de los alimentos.

Con la mediación de la Iglesia, el campo digirió la decisión, planteada por el gobierno como urgente pero transitoria.

Con una cosecha de 60 millones de toneladas ese año, y precios internacionales no demasiado atractivos, las retenciones aportaron al fisco 2.000 millones de dólares.

Fue suficiente para atravesar la crisis económica, política y social, y dar paso a la transición hacia el ciclo K.

Cuando Néstor Kirchner toma el poder, el overshooting había pasado, el dólar estaba en baja, pero el fantasma de la inflación comenzaba a instalarse.

Aparece el argumento de “la mesa de los argentinos” (controlar el precio de los alimentos), una fórmula falaz, que escondía la simple intención de recaudar.

El Gobierno ya había probado el veneno de los sojadólares.

Sorprendido por la fluidez con que ingresaban las divisas cuando llegaba la cosecha, descubren el potencial de acumular reservas y generar caja de este maná que llovía sobre las pampas. Apenas tres años después de la mayor crisis de la historia argentina, se paga de un saque toda la deuda con el Fondo Monetario Internacional. Doce mil millones de dólares, al contado, y antes que reaccionara la industria. Dios es argentino.

Felisa Miceli, sucesora de Roberto Lavagna en el ministerio de Economía, recibió del presidente Néstor Kirchner la orden de subirlas aún más, llevando las de la soja al 27% . La cosecha seguía subiendo, a pesar de que las retenciones complicaban la ecuación tecnológica. Ese es precisamente su peor consecuencia: establecen un dólar para lo que el campo vende, y uno mucho más caro para lo que compra . Entonces, a medida que aumentan los derechos de exportación, se amplía la brecha.

La cosecha, que se había duplicado en diez años, deja de crecer.

Se estanca la revolución tecnológica del agro.

Cuando Néstor Kirchner termina su mandato a fines del 2007, quiere darle una ayudita a su sucesora, a la sazón su señora esposa. La última medida de su gobierno es subir las retenciones de la soja del 27 al 35% . Ahora el chacarero tenía que llevar toda la cosecha al puerto, con flete a su cargo, llenar tres buques, y cobrar dos.

Uno, hundido. Pero después que el gobierno K rescatara su tesoro: 10.000 millones de dólares el año pasado.

Pero parecía que además del gen de resistencia al glifosato, la soja tenía otro que genera adicción.

La droga hace efecto y el Gobierno quiere quedarse con todo . Compiten el ex ministro Martín Lousteau con el secretario de Comercio Guillermo Moreno. Este quería quedarse con todo: propone retenciones del 60%. Lousteau es más moderado. Impulsa las retenciones móviles , que llegaban a ese nivel si los precios seguían subiendo.

El campo dijo basta. Rutas, empate, Cobos. Quedaron en el 35% . Pero quedaron. El gobierno sigue recaudando 10.000 millones de dólares por año. El tema ya no es la mesa de los argentinos, porque todos los precios se le fueron de las manos a pesar de estos niveles de retenciones.

Todo el camino recorrido se basó en decisiones del Ejecutivo de dudosa legitimidad. Las retenciones son impuestos que, como tales, deben sustentarse en una ley del Congreso.

Hasta ahora, la base jurídica ha sido la delegación de facultades en una ley ómnibus que se vence en tres semanas. La oposición va a plantear la eliminación para todos los productos y la reducción sustancial para la soja.

El Gobierno está en un problema, y lo sabe. Pero no se resignará a perder esta caja sin disparar alguna sorpresa.

Clarin, 1-8-10