martes, 15 de junio de 2010

EL CRIMEN DE BARILOCHE


Siro De Martini

Supongo que lo primero que usted, amigo lector, ha de preguntarse es por qué centrar un número completo de nuestro suplemento en el crimen cometido el 8 de abril de 2010 en la ciudad de Bariloche por disposición de un juez llamado Martín Lozada. ¿Acaso no ha habido ya otros casos de abortos judiciales? Sí, lamentablemente ya ha habido otros jueces que han autorizado o dispuesto que una persona mate a otra. Pero a este crimen hay que dedicarle más espacio. Porque el crimen tiene grados. Y porque en esta pobre Argentina marginal y marginada, matar está de moda.

La madre que mata a su hijo hace algo malo. El médico que mata al niño de esa madre hace algo peor. El juez que autoriza al médico a que mate a ese chico hace algo muchísimo peor. Pero el juez que viola toda norma constitucional, procesal y penal en su afán porque nadie impida la muerte por él ordenada …Ese es Martín Lozada. Así fue el crimen perpetrado en la ciudad de Bariloche el 8 de abril de 2010.

Le ahorraré detalles fácticos y técnicos que encontrará en las siguientes páginas. Resumo: Lozada se apartó de las reglas más elementales del debido proceso; negó toda defensa al niño por nacer; ordenó el modo en que había que matarlo; y estando pendiente la apelación dispuso que lo ejecutaran. La Cámara Primera del Crimen de Bariloche declaró nula la resolución (no obstante tratarse de un caso abstracto) ante la comprobación de las graves y reiteradas violaciones constitucionales, y a fin de evitar que en el futuro se produzcan situaciones semejantes.

Lozada también incurrió en otros dos graves errores (por llamarlos de algún modo jurídicamente delicado): amplió indebidamente las causas de no punibilidad del art. 86 del CP y se arrogó el derecho judicial de declarar –antes de que ningún hecho delictivo se produjera- que el caso que se le planteaba encuadraba en el art. 86, inc, 2 del CP; esto es, autorizó que una persona matara a otra, cosa que ningún juez, en ninguna circunstancia, puede hacer (lo cual el mismo Lozada manifiesta saber ). Pero no he de ocuparme de estas gravísimas cuestiones –en este mismo ejemplar se encuentran excelentes artículos que tratan de ellas- sino que quisiera pedirle que me acompañara en algunas preguntas y reflexiones.

Desde que leí el fallo de la Cámara, y luego el de Lozada, no he podido quitarme de la cabeza una pregunta:¿por qué Lozada actuó así? Por lo que pude ver en Internet, se trata de un hombre que sabe Derecho, que tiene experiencia judicial, es un militante de los derechos humanos, incluso es “catedrático Unesco en Derechos Humanos, Paz y Democracia por la Universidad de Utrecht, Países Bajos”.

Entonces la pregunta asume formas más concretas: ¿por qué una persona que sabe derecho hace, a sabiendas, un proceso sólo aparente salteándose todas las normas y garantías que no sólo conoce sino que aplica habitualmente? ¿por qué un defensor y profesor de derechos humanos viola, a sabiendas, los derechos humanos de una persona indefensa y totalmente vulnerable? Recordé algo que hace poco había leído acerca de lo absurdo, de lo cabalmente incomprensible de todo crimen “porque su análisis choca inevitablemente con el misterio de una voluntad malévola”. Comprender un crimen “querría decir penetrar en el mal, y semejante operación iría contra la naturaleza profunda del hombre” . El misterio del mal. Ciertamente nunca podremos penetrar el corazón de un hombre que ha matado a un niño.

Pero en Internet no sólo encontré algunos datos de Martín Lozada. También leí que la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos consideraba que la resolución de Lozada era un fallo ejemplar y que el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo), es decir un organismo del gobierno nacional, manifestaba su conformidad con la sentencia y su apoyo al juez.

¿Habrá que concluir que no sólo Lozada, sino quienes dicen defender los derechos humanos y luchar contra la discriminación y, además, las personas que desfilaron por las calles de Bariloche en apoyo del fallo de Lozada, son contrarios al derecho a la vida, son partidarios de la muerte? ¿Son unos mentirosos, son meros hipócritas? No, no lo creo. Creo que se trata de algo mucho peor. Lozada, y los demás, creen firmemente en el derecho a la vida. En el derecho a la vida de quienes ya han nacido. Al menos por ahora.

Hay que citar dos párrafos de su sentencia: “…la protección del derecho a la vida consagrada en la Convención Americana de Derechos Humanos no es de carácter absoluto, pudiendo admitirse excepciones a la regla de protección” ; y “nos encontramos en la especie con una manifiesta colisión de intereses y bienes jurídicamente protegidos; concretamente entre la vida humana, por un lado, y la libertad sexual y la autodeterminación personal, por el otro. Tengo en cuenta, al respecto, que siempre que existen diversos valores en juego debe procurarse en primer lugar su armonización y, eventualmente, no resultando posible arribar a este resultado, por la inevitabilidad de la confrontación, debe otorgarse prioridad a la salvaguarda del de mayor jerarquía” .

Tenemos entonces que: a) hay excepciones al derecho a la vida; b) el niño por nacer tiene derecho a la vida; c) hay derechos que tienen mayor jerarquía que el derecho a la vida del niño antes de nacer (p.e., el derecho a la autodeterminación de la mujer).

¿Diría lo mismo Martín Lozada, y quienes apoyan su sentencia, si se tratara de la vida de una persona adulta? No, por ahora, no.

En una entrevista que publicamos en este suplemento, el profesor Rabinovich Berkman reflexionaba acerca de quienes niegan que el embrión humano sea un ser humano: “Algunos se enojan porque yo vinculo esta actitud con algunas típicas del nazismo, pero el verdadero nazi (no el que no entendía lo que hacia), el ideólogo, veía al judío y decía “no es un ser humano”. En los cursos en la UBA les explico a mis alumnos que el nazismo no entendía violar derechos humanos. Los que estaban excluidos por no pertenecer a la humanidad –judíos, gitanos- no tenían derechos humanos porque no eran vistos como seres humanos. El nazismo los excluye de la humanidad y por lo tanto los tortura, los mata, los veja…Lo que nosotros estamos haciendo cuando planteamos que el embrión no tenga derechos humanos porque no es un ser humano es muy parecido. Me contestaron el otro día: -bueno, pero nadie puede comparar un judío con un embrión. Les contesto: -es una cuestión de grados, porque no todos los seres humanos han sido judíos, pero todos han sido embriones. Tal vez hasta sea más obvio que el embrión es un ser humano, porque el ser humano siempre pasa por la forma de embrión” .

Lozada, y quienes piensan como él, tampoco creen que al matar a un niño están violando sus derechos humanos. Porque el niño antes de nacer tiene para ellos menos derechos que una persona ya nacida. Su derecho a la vida está sujeto a una condición: a la condición de ser querido. El esquema mental de Lozada, su modo de percibir la realidad, su ideología, en suma, está íntimamente emparentada con la ideología nazi: hay seres humanos superiores y seres humanos inferiores. Ambos tienen vida y vida humana. Pero no tienen los mismos derechos. A los seres humanos inferiores se les puede privar de la vida aunque nada hayan hecho, aunque no se les pueda reprochar ninguna culpa, aunque sean absolutamente inocentes. Basta la sola voluntad de los seres humanos superiores a quienes los inferiores molestan. Manifestada esa voluntad, el Estado se encarga de la ejecución.

¿Le parece esta asimilación exagerada, más cercana a la indignación que a la verdad? Usted compare. ¿Cuál era el fundamento por el cual ciertos funcionarios de la Alemania nazi podían encarcelar, humillar, vejar, torturar y matar a un judío? ¿Acaso no era porque el judío era considerado racialmente inferior y, por tanto, carecía de los derechos propios de un alemán de raza pura? Y estamos considerando, además, el caso en que el judío no había cometido ningún delito, en que era perfectamente inocente. Ahora, ¿cuál es el fundamento por el cual ciertos funcionarios de la Argentina de los últimos años (ministros que elaboran “guías” para la “atención del aborto no punible”, jueces que declaran que una situación encuadra de antemano en el art.86 del CP) consideran que pueden torturar y matar a un niño antes de que nazca? ¿Acaso no es porque el niño antes de nacer es considerado por ellos un ser inferior y que, por tanto, carece de los derechos de una persona ya nacida? Claro, usted puede hacerse la imagen mental de un judío sufriendo, agonizando, muriendo. Y le cuesta, o le resulta imposible, formar la imagen de una persona minúscula (como fue usted, como fui yo, como fue Lozada) en el momento en que es asfixiada, o envenenada, o triturada. Pero esto es un problema que radica en nuestra sensibilidad. No en los hechos, no en los fundamentos que se dan para matar.

Sigamos reflexionando juntos, porque ni Lozada ni los demás admitirían, probablemente, que un chico antes de nacer es un ser humano inferior. Pero lo que importan son las cosas, los hechos, no las palabras. Ya sabe usted que ordenan matar a niños inocentes porque su existencia resulta quizás insoportable para adultos que han sufrido un gravísimo daño. ¿Le parece que estos mismos funcionarios y jueces estarían dispuestos a matar –lo disponga o no una ley- a un adulto por muy “insoportable” que fuera para la sociedad? ¿Estarían de acuerdo con la sanción de la pena de muerte para un violador que ha dejado embarazada a su víctima? No. Claro que no matarían a un adulto (al menos a un adulto sano); por supuesto que se manifestarían contrarios a la pena de muerte.

Pero, además, Lozada es un caso especial. Porque no se limitó a declarar sus convicciones de ser humano superior que “autoriza” a que se mate al inferior. No. Lozada fue más allá, mucho más allá. No permitió que el niño fuera defendido, violó normas procesales básicas, ejecutó una sentencia (que era de muerte) cuando estaba una apelación pendiente. Determinó la persona, el lugar y el modo en que había que matar al niño . ¿Por qué a Lozada no le bastó con declarar su ideología sino que siguió adelante, excediendo groseramente sus facultades, violando toda norma, todo derecho humano, hasta asegurarse que el niño fuera muerto? Probablemente sabía que la Cámara revocaría su sentencia pero, para demostrar sus ideas, ¿necesitaba matar?

¿Qué ocurriría en los países en que existe pena de muerte si un juez condena a muerte a una persona –y la manda ejecutar- sin permitirle que se defienda y, además, mientras se encuentra pendiente un recurso de apelación que el mismo juez ha concedido?

Martín Lozada ha cometido un delito. Un gravísimo delito. Debe ser destituído y juzgado.

Afortunadamente hay en Bariloche una Cámara de Apelaciones que aplica el derecho. Esto es todo lo que habría que decir de los camaristas en otras circunstancias. Pero en este estado neonazi en que vivimos hay que tener una cuota saludable de coraje para aplicar el derecho en casos como éste. Y toda demostración de independencia judicial debe ser bienvenida.

Pero no hay nada que festejar. Un chico ha muerto y un juez es el culpable.