miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA MONTAÑA HA PARIDO UN RIDÍCULO RATÓN



Eduardo Ferreyra

El faraón egipcio Tachos, al hacer alusión a la pequeña estatura de Agesilao, rey de Esparta, que había acudido en su ayuda con las tropas a su mando, dijo: «La montaña estaba encinta. Zeus se asustó. Pero la montaña parió un ridículo ratón». Es lo que ha sucedido en Copenhague al término de la COP 15. Es lo que habíamos predicho desde un comienzo, lo mismo que en todas las anteriores COP: correr el arco y patear la pelota hacia adelante. El partido sigue pero no hay goles a favor del IPCC –aunque ha recibido varios goles en contra.

¿Qué se ha conseguido concretamente en la COP 15? NADA. No hay un compromiso obligatorio para nadie sobre reducir las emisiones de CO2, ni siquiera un acuerdo sobre lo que se hará en el futuro sino la repetición de la falsa Letanía Verde:

El cambio climático es la mayor emergencia que haya enfrentado la humanidad

El CO2 es la Bestia Negra del Siglo.

Hay que limitar el aumento de la temperatura a 2ºC.

Eso sí, negocios son negocios, los mercados de compra y venta de bonos para emitir siguen vigentes y a todo vapor. Al Gore y Maurice Strong encantados.
Los operadores de la Casa Blanca emitieron su esperado parte de prensa, con su jactancia habitual, que el presidente Obama había “salvado” el acuerdo en Copenhague con conversaciones bilaterales con China, Brasil, India y Sudáfrica, que habían formado un duro bloc negociador. Si Obama no hubiese acudido a Copenhague, hubiese dejado de ser una Cumbre Sin Precedente para convertirse en una "Cumbre Sin Presidente".

Estas cuatro naciones habían hecho muy claras sus muy sensatas posiciones que se resumen en:

Ningún límite compulsivo a las emisiones de CO2.

Ninguna reducción de emisiones a menos de que los países industrializados paguen por ello.

Ningún monitoreo internacional de la reducción de las emisiones que no hayan sido pagadas por los países ricos.

Ningún uso de “calentamiento global” como excusa para imponer restricciones proteccionistas al comercio con naciones que no hayan reducido sus emisiones.
Después de la dramática intervención de Obama, el bloc de los Cuatro obtuvo exactamente eso. Por eso el discurso del presidente de EEUU resultó un pomposo alegato que sólo podía ser pronunciado con la seguridad y convencimiento de alguien que tiene muy poco conocimiento de lo que trata la ciencia del clima.


Los principales puntos logrados en Copenhague

En el “Acuerdo de Copenhague” –que no es un acuerdo- y que entra en operaciones de inmediato, las partes “subrayan que el cambio climático es uno de desafíos más grandes de nuestro tiempo”; enfatizan “la gran voluntad política de combatir urgentemente al cambio climático”; reconocen que “la visión científica de que el aumento de la temperatura debe mantenerse por debajo de los 2ºC”; aspiran a “cooperar para conseguir alcanzar el pico del calentamiento global y las emisiones nacionales lo más pronto posible”; reconocen que la reducción de la pobreza es “La prioridad excluyente de los países en desarrollo”; y aceptan la necesidad de ayudar a los países vulnerables, en especial a los menos desarrollados, los pequeños estados isleños y al África, a adaptarse al cambio climático.

La vieja Letanía Verde que hace años se viene rezando y ningún fruto ha florecido todavía.

Pero las contradicciones son innegables. La idea de reducir las emisiones de CO2 necesariamente impactará de manera negativa en las economías de quienes las reduzcan, de manera que “ayudar” a los países en desarrollo significa que necesariamente esos países deberán aumentar sus emisiones de CO2 porque el desarrollo de las naciones se basa en el uso intensivo de la energía. Ni las energías alternativas como la eólica o la solar, o la de biomasa pueden proveer la potencia y la cantidad necesaria para ello, y la construcción de centrales nucleares es algo que no está al alcance los países pobres del mundo y el tiempo de diseño, estudio, construcción y puesta en marcha las hace inviables para ayudar a esos países.

Además, la fuerte oposición de las ONGs verdes –cómplices del fraude climático- a las tecnologías agrarias de variedades transgénicas, a cualquier desarrollo industrial en el Tercer Mundo, hará imposible cualquier ayuda que se quiera hacer a los países más pobres. Si se limitan a entregarles dinero de contado a sus gobernantes ya sabemos adonde irá a parar esos fondos. Todo el asunto no pasa de ser lo que se llama “Jarabe de Pico”, alpiste para mantener tranquilos a los pajaritos que se golpean el pecho y se rasgan las vestiduras por la pobreza, miseria y enfermedades de los países miserables.

Todos los países pobres del mundo (la mayoría) llegaron a Copenhague con la ilusión de llevarse a casa un bono de varios miles de millones de dólares si conseguían hacer que los países del G8 se sintiesen culpables de haber calentado al mundo, cuidando de que no cayesen en cuenta de que el calentamiento ya se ha detenido y anda ahora “marcha atrás.” Se llevan un bidón de Jarabe de Pico por 30.000 millones para 2010-2012, y la remotísima posibilidad de $100 mil millones más de Jarabe de Pico Diet para 2020. ¿Se puede ser más ingenuo? El aplauso de pie y la ovación de la asamblea a Hugo Chávez y su espantoso dislate retórico evidencia que el grado de ingenuidad puede llegar a ser pavoroso.

Se llevan a sus chozas de barro y techo de paja la “promesa” de transferencia de tecnología, aunque saben que las anteriores “transferencias de tecnología” resultaron ser tecnologías obsoletas, descartadas en occidente, y además a precios usurarios. Ningún país industrializado “transfiere” sus tecnologías de punta: sólo venden a los países pobres sus productos manufacturados a precios escalofriantes, y les imponen barreras aduaneras y proteccionistas que impiden a esos países competir en igualdad de condiciones.

Llegaron todos, desarrollados y atrasados, movidos por la urgencia perentoria de detener al supuesto cambio climático, porque la catástrofe está ahora a apenas 7 años en el futuro. Todos lo tienen muy claro, tan claro lo tienen que hace más de 20 años que vienen repitiendo: nos quedan 10 años para evitar el Apocalipsis climático.Un baño de realidad
Es mi impresión que a pesar de toda la retórica pomposa y vacía que hicieron gala en la COP 15, muchos gobernantes han comenzado a darse cuenta de que la gente ya no cree más en lo que los “científicos del calentamiento” les estuvieron diciendo durante más de 20 años.

Peor todavía, después de que la gente comenzó a interiorizarse del mayor escándalo científico de la historia, el ClimateGate, y la manera en que los principales medios de prensa estuvieron ocultando o desentendiéndose del fraude cometido en el CRU de la Universidad de East Anglia, la gente ha dejado de creen en los medios y se está volcando de manera masiva la información que abunda en la Internet. Esto significa que los gobiernos ya no cuentan con la valiosa ayuda de los medios de prensa que colaboraban con el fraude del clima. No pueden, aunque lo intentarán de todos modos, controlar a la Internet: el presidente de España ya ha asegurado dos veces que NO controlará a la Internet en España, por lo que podemos estar seguros de que hará todo lo posible para conseguirlo.

Al Gore es asesor de Google y Yahoo, y sus buscadores están cada vez más ocultando o dificultando el acceso a la información anticalentamiento global. Pero no son los únicos buscadores y a la gente está comenzando a no gustarle el sabor del vidrio que estuvieron comiendo tantos años. Copenhague ha sido la última oportunidad, no para el planeta que no anda necesitando de ninguna salvación, sino para quienes esperaban conseguir un acuerdo para la instalación a corto plazo de una autoridad única global que, bajo el pretexto de unificar las fuerzas contra el clima, impondría al Nuevo Orden Mundial a través de una Agencia Ambiental Global. Orwell no lo podría haber imaginado mejor.

Pero los “salvadores del planeta” se pasaron de rosca. Exageraron la cosa más de lo razonable. Llegando a creerse ellos mismos su propia propaganda, creyendo que tenían a líderes mundiales trabajando para ellos en los lugares claves y prontos a seguir sus órdenes. El Bloc de los Cuatro les demostró que estaban equivocados y el precio pagado ha sido alto: un estrepitoso fracaso de sus planes a corto plazo.

Pero no se darán por vencidos. Nada de eso. Tiene en su bolsa de exageraciones y falsos estudios para reemplazar al argumento del calentamiento que ya no funciona más. Veremos en los meses que vienen una catarata de partes de prensa sobre “nuevos” estudios que aseguran que la acidificación de los mares nos empujará, esta vez sí, lo juramos, al abismo. Si la gente aprende por la experiencia ya sabe lo que tiene que hacer con esos estudios. Lo mismo que debió hacer con todos los estudios que decían que el calentamiento era feroz, acelerado y sería irreversible si no nos dejábamos meter toda clase de impuestos y restricciones para nuestras libertades: depositarlos gentilmente en el tarro de la basura.


La Próxima Gran Fiesta de la Charla y el Champagne

En Diciembre de 2010 se reunirán nuevamente en ciudad de México para seguir descorchando champagne y ver cuánto han ganado intercambiando esas indulgencias plenarias llamadas “bonos de carbono,” quienes han reducido su huella de carbono, quiénes deben pagarles a quiénes por sus pecados cometidos contra Mamá Gaia. El circo de siempre, que contará, también como siempre, con los payasos de Greenpeace y sus piruetas acrobáticas, los patoteros de Oxfam, WWF y Amigos de la Tierra. Es de esperar que para entonces no caiga una nevada histórica en ciudad de México: deben asegurarse de que Al Gore no se acerque a menos de 200 kilómetros de la Cumbre Climática COP 16. Métanlo preso, entiérrenlo bajo dos metros de tierra, envíenlo a Hawai, o a Siberia, pero no le permitan arrimarse para arruinarles la fiesta.

Quizás para entonces haya disminuido la presión de vapor de la caldera del "calentamiento global" y la conferencia haya cambiado su nombre por el de Cumbre para Combatir el Enfriamiento Global. Copenhague ha sido quizás bastante más que el comienzo del fin del Fascismo Verde. Los econazis han fracasado en su golpe de estado burocrático, y será difícil que ello pueda tener éxito en el futuro. Pero somos muchos más los que estamos vigilándolos, y sigue dependiendo de que no bajemos la guardia y nos mantengamos atentos a las trapisondas que seguirán haciendo.

Eduardo Ferreyra
Presidente de FAEC

Novedades Ambientales, 733 - Estrucplan Consultora S.A. Argentina.