martes, 22 de diciembre de 2009

BENEFICIOS Y NEGOCIOS INACCESIBLES PARA UN ARGENTINA PROMEDIO


Gabriel Sued

Cristina Kirchner acostumbra decir que pocas veces en América latina los gobernantes se han parecido tanto a sus pueblos como en la actualidad. Es presumible que entre las similitudes que encuentra la Presidenta no esté, por lo menos en el caso de la Argentina, la manera en que ella y su esposo multiplicaron su fortuna personal desde que llegaron al poder.

A lo largo de los seis años y medio de gobierno de los Kirchner, el patrimonio de la pareja pasó de $ 6.851.810 a 46.036.711, lo que implica un incremento de casi $ 40 millones y una variación de más del 600 por ciento.

Este enriquecimiento no supone en sí la comisión de un delito. Es posible que el juez federal Norberto Oyarbide tenga argumentos válidos para afirmar que los Kirchner no incurrieron en irregularidad alguna. Pero basta analizar las declaraciones juradas del matrimonio para concluir que las circunstancias que le permitieron amasar semejante fortuna están muy lejos del alcance del argentino promedio.

Una de las claves del incremento patrimonial de más de $ 28 millones que la Presidenta y su marido lograron durante 2008, el año bajo investigación en la causa de Oyarbide, fue el cobro de casi $ 10 millones por el alquiler de Los Sauces, el hotel boutique que la pareja tiene en El Calafate. El inquilino es Juan Carlos Relats, un empresario con millonarios contratos de obras públicas en todo el país, que, según aseguran sus voceros, perdió millones con la explotación del hotel.

Los Sauces se levantó entre 2006 y 2007 sobre un terreno de 2100 metros cuadrados, que los Kirchner adquirieron en 2002, a $ 162.444, a razón de 77 pesos el metro cuadrado. En su construcción, gastaron más de $ 10 millones. De ese monto, $ 8.329.596 se lo adeudan a la empresa constructora Grip SA. Es una compañía del arquitecto Pablo Grippo, a quien, en noviembre de 2007, el entonces intendente de El Calafate, el kirchnerista Néstor Méndez, le cedió más de 10.000 metros cuadrados de tierras fiscales, a sólo 7,5 pesos el metro cuadrado.

La cantidad restante, $ 1.644.750, los Kirchner la pagaron con la cesión de uno de los tres terrenos fiscales de El Calafate adquiridos en 2005, cuando Méndez era intendente. Entre los tres sumaban 60.000 metros cuadrados y, según el informe de Manzanares, los pagaron $ 322.167, poco más de 5 pesos el metro cuadrado, que en el mercado cotiza entre 50 y 1000 pesos, según los servicios públicos disponibles en la zona. Para comprarlos, Kirchner sacó un crédito en el Banco de Santa Cruz, propiedad del Grupo Eskenazi.

Un argentino común podría preguntarse cómo hay que hacer para conseguir terrenos tan baratos en una ciudad tan cotizada, para obtener préstamos con tanta facilidad y encontrar inquilinos tan bien predispuestos. ¿Quién sabe? Con un pequeño ahorro y un poco de suerte, cualquiera podría acceder al negocio de su vida y salir de pobre.

Otra clave de la disparada que experimentó la fortuna de los Kirchner es la percepción de intereses por sus depósitos bancarios, la mayor parte de ellos colocados en plazos fijos en dólares. Como rendimiento de los $ 32.174.258 que los Kirchner tienen en el banco, obtuvieron 5.476.922 pesos. Por los depósitos en dólares recibieron una renta superior al 6% anual; por los fondos en pesos, de más del 16 por ciento.

A cualquier ciudadano de a pie, que en 2008 depositó sus ahorros con intereses de alrededor del 12% en pesos o del 3% como máximo en dólares, le gustaría parecerse un poco a los Kirchner, por lo menos en eso.

La Nación, 22-12-09



Otro rubro que explica gran parte de los ingresos del matrimonio es la venta de inmuebles. Durante 2008, hicieron una diferencia de casi $ 9 millones, por la transacción de inmuebles que la pareja había adquirido durante los últimos años. Vendieron en $ 3.170.000 una casa en Río Gallegos que habían comprado, en 2003, por $ 474.300, y en 6.300.000 pesos, un terreno fiscal en El Calafate que habían obtenido, en 2006, por 132.079 pesos.

Otra ganancia millonaria que convierte a la Presidenta en alguien bastante distinto a la mayoría de los argentinos.