lunes, 8 de junio de 2009

Registro de uniones homosexuales, ¿para qué?

Jorge Scala

El vocablo matrimonio deriva del latín matri munus; es decir, el oficio de la madre; se trata entonces, de la institución jurídica que protege la maternidad, y con ella, el futuro de la sociedad. Resulta obvio decir que las uniones de personas del mismo sexo son estériles por definición: allí no hay madre, ni padre, ni esposos, ni hijo.

Cada quien es libre –y responsable-, de hacer de su vida lo que le parezca mejor. Sin embargo, no todos los comportamientos posibles tienen el mismo valor social. Si todos fuéramos homosexuales, la humanidad desaparecería en sólo una generación. Por tanto es evidente -e indiscutible-, que se trata de un comportamiento antisocial.

¿Es razonable que la sociedad registre los comportamientos antisociales?. Algunos sí es lógico, por eso existe el registro de reincidentes, donde se inscriben las condenas a los delincuentes. Lo que es absurdo es registrar actos antisociales, para otorgarles beneficios sociales –pensión, asignación familiar, facilidades crediticias, etc.-.

Sin duda, los extremos son malos. Frente a las convivencias homosexuales penalizarlas es uno de los extremos. No es bueno que el Estado se meta en los domicilios de los ciudadanos, salvo en caso de delitos graves. También es malo el otro extremo: registrar estas uniones para luego otorgarles ciertos beneficios de la previsión social, en detrimento de los matrimonios y las familias, que son las instituciones que permiten la subsistencia de nuestra sociedad. Si ellos se olvidan de la sociedad, lo justo es que la sociedad no tenga en cuenta esas uniones.

(Publicado en La Voz del Interior)