lunes, 2 de febrero de 2009

Marea baja


Carlos Leyba

En 2008, argentinos en el exterior, nos giraron 600 millones de dólares. Multiplicaron por siete lo que se giraba en el 2000. Una medida de la estampida de argentinos insatisfechos que, en las oleadas devastadoras de la crisis, pugnaban por “doble nacionalidad” soñando trabajo o futuro de ultramar que, a sus ojos –la suerte, la impaciencia, o lo que sea-, aquí se le ocultaban.
Los giros nuestros son nada si los comparamos con, por ejemplo, México. Allí estas remesas son, después del petróleo, la segunda fuente de divisas, y alcanzan la friolera de 24 mil millones de dólares.
¿A qué viene esto?
Contraste. Siempre existe el “otro lado de las cosas”. Por ejemplo, residentes argentinos, este año 2008, expatriaron ¡23 mil millones de dólares!
Comentario 2: esos residentes giraron al exterior la misma cantidad de dólares que los mexicanos, trabajando en el exterior, enviaron a su patria.
Los mexicanos ingresan divisas a su país para “bancar” a sus familias que preservan el terruño. Los locales, desde acá, ¿egresan la misma suma de divisas para financiar la “difícil vida del exilio” a sus parientes? Respuesta a cargo del lector.

No es sólo eso. Miremos el agujero desde otra ventana.
Lo que salió del país en un año es, por ejemplo, el doble de los 12,5 mil millones de dólares de importaciones de bienes de capital de 2008. Importaciones que incluyen cosas que poco sumarán a la competitividad sistémica.
Lo que se va es casi dos veces lo que ingresa en forma de equipamiento para dar empleo o productividad a la economía.
Lo que ingresa del exterior, en forma de capital para producir, es la mitad de lo que se va para guardar, invertir o consumir, pero en otra parte: trabajo ajeno.
¿Suena loco? En este contexto, ¿no es un héroe el que abre cada mañana, el que arranca el tractor cada noche, el empresario grande que sigue invirtiendo fierros acá? ¿No son héroes de una guerra silenciosa contra el parate, para quienes no se abre ni un hospital de campaña?

No es el Banco Central, ni los banqueros, ni siquiera la voluntad de los que financian el difícil exilio del dinero, el núcleo del problema. Ese núcleo duro es –al menos en enorme proporción- la ausencia de un programa, no de ahora sino desde hace más de tres décadas, que sea capaz de convocar capacidades y voluntades para crecer. Hay más de 160 mil millones de dólares fuera de casa. Y lo importante ya no es que vuelvan. Sino que no se sigan fugando.

Extractado de: Revista Debate, 31-1-09, págs. 16/18.