lunes, 12 de enero de 2009

Despenalizar o no despenalizar: ¿y el debate sobre salud?

Leandro Dionisio y Darío Gigena Parker
Psiquiatras

Afortunadamente vuelve a salir a la luz en estos días el complejo y peligroso tema del consumo de drogas en la población. Es bueno que se discuta, sobre todo cuando aún no existen países en el mundo que hayan logrado revertir la epidemia de las adicciones. Cada vez son más los jóvenes que consumen y cada vez más temprana la edad de acceso a las drogas. Hoy tomamos conciencia de que la única vía es precisamente la prevención, o sea, evitar que los más vulnerables ingresen a este gran malestar del siglo 21. Lamentablemente este debate, en la Argentina, se da en torno a la Justicia y no a la salud.

El consumo de drogas es un tema complejo, que involucra aspectos sociales, psicológicos y neurobiológicos. Por esa complejidad es que nos oponemos a los reduccionismos que está planteando el Estado argentino al respecto. Con ello no invalidamos la discusión acerca de que el consumo de drogas no debe ser una conducta punible en sí misma, pues implica el ejercicio de la libertad de una persona. Sin embargo, nos debemos algunas consideraciones para evitar simplificar este concepto y sus alcances reales.

El proyecto de despenalización del consumo de drogas, tal como está planteado, ayuda a los pocos detenidos por infracción a la ley, pero no les garantiza el derecho a tener un tratamiento especializado y digno como alternativa, si tuviera un problema con ese consumo, así como posibilita que los pequeños traficantes, o sea los principales proveedores a los jóvenes, puedan ser confundidos con consumidores habituales.

No se ha escuchado que el Estado nacional esté entrenando a profesionales en esta patología o destinando fondos de los decomisos del narcotráfico para ello, como sí sucede en otros países, como Chile o Perú. De eso no se habla, sólo de ahorrar costos devenidos de estas detenciones.

Pero además de esto, ¿qué efectos tendrán estas medidas sobre la visión del publico en general y su comportamiento en masa? Es muy conocida la fuerza que generan las figuras paternas en los modelos culturales. De hecho son usualmente utilizados, sobre todo las madres como agentes de salud. En el caso de los padres de adolescentes, consideramos que consagramos una nueva y flagrante falta de norma cultural, porque esta medida seguramente fortalecerá el derecho autoproclamado de muchos adolescentes a consumir marihuana. ¿Cómo harán los padres para decir que eso no está bien, si el mismo Estado dice que no es “ilegal”?

Al mismo tiempo prevalece un doble mensaje: los padres tienen que ser responsables de cuidar a sus hijos hasta que tengan 21 años, mientras que desde el Estado argentino se da el mensaje simbólico de que consumir drogas no es ilegal. Cuidar significa, según la Real Academia Española: “Vivir con advertencia respecto de algo”. ¿Qué advertencias podrán hacer estos padres si el Estado argentino no “advierte” sobre la peligrosidad del consumo de drogas?

Recientemente el ministro de Justicia de la Nación, Aníbal Fernández, aclaró que esto no se trata de una legalización. Sin embargo, el efecto simbólico mediático no ha sido analizado, ni se ha preparado el sistema de salud y prevención para responder a esto.

Como muchos profesionales de salud de otros países, vemos con preocupación el aumento progresivo de adictos y la faltas de acciones eficaces concretas que puedan revertir esta tendencia mundial. Sigue siendo nuestra principal tarea que accedan los menos jóvenes posibles al consumo de drogas, y es por ello que creemos que esta ley de despenalización del consumo seguramente promoverá lo contrario. Quizá se beneficien algunas personas detenidas y maltratadas por la ineficiencia estatal, pero les aseguramos que una enorme población joven que antes se cuidaba de las drogas por su carácter ilegal, con este cambio podrá experimentar con ellas.

Nuestra experiencia indica que los adolescentes, debido a la inmadurez en el desarrollo cerebral (particularmente en sus decisiones frente a las conductas de riesgo), no están preparados para identificar precozmente los efectos negativos que este consumo trae aparejado, y nosotros como profesionales ya estamos acostumbrados a ver las consecuencias de ello, en nuestro trabajo diario con personas y familias afectadas.

Ojalá que no lo veamos tanto o que dejemos de verlo...

© La Voz del Interior, 12-1-09